Aullido de sangre

Las vendas manchadas con sangre cayeron al piso dejando al descubierto la piel que fue desgarrada por una alimaña de la humanidad. Aquellas laceraciones eran tan grandes que a los dos alfas que se encontraban con ella les aterró la imagen mental que tuvieron de la pelea entre la mujer y el carroñero para que todo haya terminado así; por su parte el omega que los acompañaba cambió su forma lobuna a la de un humano de cabello castaño claro y ojos marrones para acercarse a la mujer y revisar con precisión sus heridas.

—La intervención de ese humano fue una bendición —comentó mientras pasaba sus dedos por las heridas que tenía en el abdomen—, de no ser por él la infección hubiese avanzado.

—No es para tanto.

—Claro que sí, ellos tienen consigo la maldición de la luna y ninguno de nosotros está exento de ser corrompido a pesar de que la sangre bendita nos proteja.

—Roque tiene razón.

—Perdón, ¿escuché bien? —Preguntó la mujer sorprendida ante el comentario del lobo de pelaje grisáceo—. Si no mal recuerdo, tú jamás le haz dado razón ni a Roque ni a Gunther.

—No confundas las cosas, solamente compartimos el mismo interés en esta ocasión. Cometiste una estupidez al ir detrás de ese carroñero.

—¿Y qué querías que hiciera?, ¿que me quedara de brazos cruzados mientras veía como atosigaba a la aldea? No Oziel, mi deber es proteger a los nuestros.

—¿Y eso implica exponer a los humanos ante esas bestias? —Cuestionó Gunther, el lobo de pelaje castaño que se encontraba detrás de Oziel—. Como manada debemos protegernos, pero como guardianes debemos evitar que los humanos sean atacados de nuevo.

—Yo no soy una guardiana, jamás hice el juramento.

—Tal vez ya debas hacerlo —opinó Roque al tiempo que cruzaba los brazos—, la situación cada vez empeora y no tardará en que los humanos requieran de la protección del líder.

—¿Y por qué tendría que proteger a unos patéticos trozos de carne? —Reprochó alzando la voz, ocasionando que los tres lobos bajaran la mirada.

—Ellos no tienen la culpa —respondió Gunther al tiempo que se deshacía de su forma lobuna transformándose en un humano de cabello castaño claro y ojos color verde esmeralda, terminando con el silencio que por unos minutos se había formado entre todos.

—Para mí sí.

—Entonces, ¿estás dispuesta a dejar que su sangre sea derramada con tal de salvar a la manada.

—El fin justifica los medios —fijó su vista en la ropa limpia que se encontraba doblaba sobre el escritorio—. Mi padre tuvo piedad con ellos, pero yo no.

Los murmullos poco a poco empezaron a ser percibidos con mayor claridad por sus oídos, consiguiendo que despertara del sueño profundo en el que había estado inmerso por varias horas; abrió los ojos poco a poco con pesar, sintiendo que la espalda le dolía como si algo lo hubiese aplastado o como si lo hubiesen arrastrado por un largo camino. Cuando sus ojos enfocaron la vista que tenía enfrente, vislumbró a varias personas que yacían de pie a varios metros de distancia de él, hablando entre ellos y algunos otros dedicándole miradas de desprecio. Intentó levantarse pero sus pies se encontraban atados y sus manos estaban amarradas al tronco de madera que tenía detrás de su espalda.

«¿Qué es esto?»

Forcejeando con las ataduras de sus extremidades, los recuerdos de la mañana volvieron a él advirtiéndole que lo que había visto no era un sueño. Observó a su alrededor y lo único que podía ver eran árboles, por lo que intuyó que posiblemente se encontraba en el Bosque Alto, pero debía ser en un lugar más allá de donde había logrado explorar con Thaily ya que no lograba reconocer esa parte del bosque; el ruido de algunas ramas rompiéndose lo hizo volver a la realidad, fijando su vista al frente para encontrarse con Oziel, quien aún conservaba su forma lobuna, acercándose a él.

—El perro que habla…

—¿Qué dijiste? —Reclamó el lobo dejando ver sus enormes colmillos.

—Nada —dijo con voz quedita, temiendo que aquel lobo grisáceo lo atacara.

Gunther y Roque, en sus formas humanas, se acercaron a Oziel y al escuchar al lobo gruñir se colocaron detrás de Adam para ayudarlo a ponerse de pie al tiempo que el bullicio de las personas que lo observaban empezaba a cesar. Adam estaba confundido y asustado a la vez, no sabía qué era lo que en ese momento pasaba y tampoco quería creer que se trataba de un ritual para asesinarlo, pero esa idea empezó a cobrar sentido cuando más lobos fueron apareciendo para caminar a su alrededor como si estuvieran acechando a su presa, dejándolo a la espera del momento en el que se abalanzarían sobre él para arrancarle la piel a mordidas.

—No morirás si colaboras —le susurró Roque cuidando de que ni siquiera Gunther, quien estaba a su lado, lo escuchase.

—¿Qué?

—Hermanos y hermanas —habló Oziel dirigiéndose a los miembros del clan—, damos inicio al ¹²Iudicium Adam. —Tras sus palabras, el bullicio regresó y los lobos presentes comenzaron a aullar, fue entonces que Adam comprendió que aquellas personas no eran humanos, sino licántropos cómo los dos hombres que tenía detrás suyo—. Primero escucharemos la versión de aquella que fue herida en este evento provocado por él —señaló a Adam.

En ese momento todos los presentes bajaron la mirada a modo de reverencia mientras lo que se convirtió en el dolor de cabeza de Adam hacía acto de presencia en el lugar; aquella mujer de cabello cobrizo llevaba puesto un vestido liso de manga larga en color verde esmeralda, como aquellos que se solían utilizar en la era medieval, y el cabello lo tenía recogido en una media cola con dos mechones sueltos de su cabello que adornaban los laterales de su rostro. Por un momento Adam creyó que se trataba de otra persona, pero bastó con verla a los ojos para darse cuenta de que era la misma mujer que había curado la noche anterior, solo que ahora llevaba ropa limpia y su apariencia parecía la de una princesa del medioevo, pero su presencia seguía siendo igual de autoritaria que antes. Atrás de ella caminaba una persona que vestía una larga capa de color negro cuya capucha le cubría la cabeza y el rostro, quién a los ojos de Adam parecía la muerte misma ocultando su guadaña con la que le arrebataría el alma para llevárselo de este mundo.

—¿Qué fue lo que ocurrió anoche más allá del campamento? —Preguntó Oziel a la mujer una vez que ella se posicionó a un par de metros de distancia de Adam.

—Nuestra aldea fue atacada por forasteros.

—¿Por humanos?

—No, por licántropos malditos —respondió haciendo que los demás comenzaran a murmurar—. Fueron dos los que ingresaron a nuestra aldea y comenzaron a atacar a los cachorros y omegas, los alfas que junto conmigo hacían guardia los enfrentamos, logrando atrapar a uno que dejé en manos de mis compañeros mientras yo iba en busca del carroñero que se fugó.

—¿Hacia dónde se dirigió?

—A la entrada del Bosque Alto de nuestro lado. Creí que lo atraparía en el primer tramo, pero logró cruzar la barrera impuesta por la gran hechicera.

La conmoción de los ahí presentes no se hizo esperar, aquellas palabras que fueron pronunciadas por la chica los había alarmado al grado de hacerlos palidecer y Adam se dio cuenta de ello ya que el ambiente se había vuelto muy tenso, empezándolo a preocupar.

—¿Hasta qué tramo llegó?

—Al cuarto, el de los humanos. Logró avanzar a la mitad de ese tramo, pero a partir de ahí las cosas se empezaron a complicar —fijó su vista en Adam—; el olor a un humano se hizo presente, no fue por casualidad, el bosque mismo tenía impregnado ese aroma y en esa parte del tramo ningún humano se había acercado en los últimos veinte años —miró nuevamente a los presentes—. La bestia se volvió frenética ante ese olor y sus instintos carnales salieron a la luz cuando los dos sentimos la presencia de ese mismo humano ingresando desde la otra mitad de ese tramo. Peleé con esa creatura obligándolo a retroceder hasta el final de ese tramo mientras la sangre de las heridas que le había provocado se derramaba; en un descuido de mi parte esa bestia me desgarró los costados del abdomen y luego hizo lo mismo en mis brazos, solamente alcancé a morderlo en el punto vital antes de que saliera corriendo y yo cayera inconsciente por culpa de los desgarres.

—Ese carroñero fue encontrado muerto al amanecer dentro del bosque —comentó Oziel—, al inspeccionarlo nos percatamos de que se trataba de un joven neófito al igual que el licántropo que atraparon en la aldea, lo que justifica la reacción frenética dentro del bosque. Los humanos jamás han entrado a las profundidades del bosque, solamente se han atrevido a llegar hasta a la entrada de su tramo.

—Cada humano tiene un olor característico que los diferencia entre ellos —explicó la mujer, empezando a caminar acercándose a Adam—, hay dos aromas fuertes que se pueden percibir en el bosque y el tuyo es el que se siente con mayor intensidad. Hijo de Adán, ¿te haz atrevido a ingresar a las profundidades del bosque?

—No —mintió, no era capaz de confesar que había estado explorando en el bosque porque tenía miedo de enfurecer a los lobos con ello.

—¿Estás seguro?

—Sí, solamente he estado en la entrada del bosque.

—Mientes —dijo mirándolo fijamente a los ojos—, solo te traerá más problemas.

—Estoy diciendo la verdad.

—Ya veo —cruzó los brazos—. Hécate —tras su llamado la persona encapuchada que se encontraba detrás de ella se acercó a Adam—, ya sabes qué hacer.

Se bajó la capucha revelando su corto cabello de color vino tinto a los demás mientras Adam apreciaba los ojos color violeta y los labios teñidos de negro de la mujer, así como las perforaciones ¹³nostril y ¹⁴labret que adornaban su rostro.

—¹⁵Iudicium veritatis —pronunció colocando su mano izquierda cerca del pecho de Adam, irradiando una tenue luz violeta de ella que desapareció casi al instante—. ¿Entraste al Bosque Alto con anterioridad?

—No.

Solo bastaron unos cuantos segundos para que Adam comenzara a gritar, retorciéndose en el tronco de madera donde se encontraba aprisionado de pie, dejando escuchar a todos sus alaridos de dolor ante la sensación de estar ardiendo en el fuego.

—Estás bajo un encantamiento que puede llegar a matarte por el dolor —explicó Hécate una vez que Adam dejó de gritar—, cada vez que mientas, la sensación de estarte quemando se hará más fuerte, sumiéndote en un dolor tan real que terminará poniéndole fin a tu existencia. Lo preguntaré nuevamente: ¿estuviste en el Bosque Alto antes del accidente?

Adam mantuvo la cabeza hacia abajo, la respiración la tenía agitada y de su frente caían gotas de sudor producto de la tortura que Hécate le hizo pasar. Las palabras que Roque le dijo al inicio del juicio cobraron sentido, solo necesitaba colaborar para mantenerse a salvo, más aún ahora que había descubierto a un ser igual de peligroso que lobos que le acechaban.

—Sí —respondió al fin en voz baja.

—¿Era la primera vez que entrabas al bosque? —Adam negó con la cabeza a la pregunta de la mujer de vestido esmeralda—. ¿Por qué estabas en el bosque durante la noche?

—No lo sé —contestó para nuevamente gritar por el dolor infligido por el encantamiento, sintiendo que el ardor era más fuerte que el anterior ocasionando que la garganta comenzara a desgarrarse por los fuertes alaridos que dejaba salir—. No… no fue intencional… —dijo con la voz entrecortada y los ojos llenos de lágrimas.

—¿A qué te refieres? —Interrogó la hechicera.

—Entré al bosque inconscientemente, cuando me di cuenta ya estaba muy lejos de la entrada.

—Y las veces que estuviste en el bosque, ¿también fueron accidentales?

—No.

Con su respuesta los murmullos de los presentes se hicieron escuchar acompañados de la petición “castíguenlo” haciendo alusión a Adam. Terminado el interrogatorio, Hécate se alejó del médico dedicándole a Oziel una mirada en señal de que podía continuar con la sentencia.

—Hijo de Adán —habló el lobo—, por tus acciones cometidas en relación al Bosque Alto, se te declara…

—Inocente —interrumpió una nueva voz que llamó la atención de todos.

Cómo si se tratara de una entrada angelical, Adam vio acercarse una mujer de piel pálida, cabello cenizo y ojos tan claros como la tonalidad azul que puede observarse en el hielo; al igual que su no paciente, llevaba puesto un vestido liso de manga larga, pero en color blanco, sobre él portaba una capa de color azul y su cabello se encontraba atado en una media cola trenzada, dando la impresión de ser otra princesa pero igual de ser una especie de diosa.

—Que la luz de la luna nos bendiga —comentó Oziel cuando aquella deidad llegó frente a él.

—Y que su protección nos envuelva siempre con dicha —respondió aquella mujer dedicándole al lobo una sonrisa.

—¿A qué debemos su honorable presencia?

—Me enteré que estaban enjuiciando a un hijo de Adán, pero me temo que lo están juzgando mal —se dio la media vuelta para encarar a los miembros del clan—. Este humano es responsable de haber ingresado al bosque, pero no es el culpable de la desgracia ocurrida en nuestra aldea. Los neófitos invasores y su instinto carnal no fueron producidos por él.

—¿Y de qué es exactamente responsable? —Preguntó la mujer de ojos marrones manteniendo el ceño fruncido.

—De estar en el momento y lugar equivocados —respondió para fijar su vista en Hécate—, ¿aún está bajo el encantamiento? —La hechicera asintió a lo que ella volvió a girarse para poder acercarse a Adam—. Ya experimentaste la tortura que trae consigo mentir en estos momentos, no quiero que sigas sufriendo así que se sincero conmigo, ¿de acuerdo? —Sus palabras le transmitieron a Adam una tranquilidad indescriptible que la esperanza de permanecer con vida se hizo presente en él—. ¿Por qué comenzaste a entrar al bosque?

—Por curiosidad —respondió avergonzado—. Nadie se ha atrevido a cruzar al otro lado del bosque, nadie sabe qué hay ahí y ese misterio es lo que me hizo comenzar a explorar.

—¿Lo hacías seguido?

—No, mi trabajo no me permite darme el lujo de explorar todos los días.

—¿Cada cuánto lo hacías?

—Una vez al mes, más o menos.

—Estuve en el bosque hace unas horas y pude ver cuatro marcas en los árboles del tramo humano, la última se encuentra a la mitad de este, ¿ese es el límite al que llegaste?

—No sé si es la mitad, ni siquiera sabía que había varios tramos, pero es verdad que la cuarta marca es la última que dejé justamente ayer.

—Las marcas son tu guía para ver cuánto avanzaste, ¿cierto? —Adam asintió—. Dijiste que explorabas una vez al mes y considerando las marcas que dejaste, ¿solo has entrado al bosque cuatro veces?

—Sí.

—El ataque de los carroñeros empezó hace seis meses, antes de que esté humano comenzara a curiosear —comentó al aire ocasionando un bullicio entre los presentes—. Lo estás haciendo muy bien —le susurró a Adam para luego elevar nuevamente la voz—. ¿Tus exploraciones suelen ser en la noche?

—No, salgo a correr en las mañanas, a las seis.

—¿Y qué hacías anoche ahí?

—Tuve una crisis —bajó la mirada—. Estaba en el festival de la luna carmesí y me comencé a sentir mal, sentí una presión en el pecho y la respiración me fallaba, así que me alejé de todos para caminar y tratar de calmarme, pero inconscientemente entré al bosque y llegué justo a la última marca que dejé en la mañana y… donde encontré el rastro de sangre.

Hécate y aquella mujer intercambiaron una mirada de complicidad tras escuchar la respuesta de Adam, a lo que la hechicera se acercó nuevamente a él para unirse al interrogatorio.

—¿Por qué entraste más allá del límite al que habías llegado?

—Escuché el grito de una mujer y el rastro de sangre… creí que estaba en peligro y al escucharla gritar por segunda vez no pude quedarme ahí.

—¿Por qué arriesgarte a salvar a una desconocida? —Preguntó la deidad.

—Soy médico, mi trabajo es salvar vidas sin importar el vínculo que tenga con ellas —levantó la vista hacia su agresora quien yacía a lado de Oziel—. Cuando la vi herida, supe que tenía que ayudarla aunque no supiese su identidad, ni siquiera me importaba el riesgo de que el animal, que creí que la había lastimado, volviera y me atacase también, tan solo quería salir del bosque con ella y sanar sus heridas, así que seguí mis instintos y me la llevé de ahí.

—El hijo de Adán le salvó la vida a la líder del clan.

La mujer chasqueó la lengua ante el comentario de la hechicera, volteando a ver hacia otro lado al tiempo que la percepción del clan hacia el médico fue cambiando con esta nueva información.

—El aroma de este humano está impregnado en el tramo fronterizo del bosque —se dio la media vuelta para ver a los presentes—, pero había un festival cerca que no se consideró. ¿No creen que el carroñero pudo haber enloquecido con la fragancia de una multitud, que puede percibirse con claridad en ese tramo, en lugar del aroma de un simple mortal? —Los murmullos que se escucharon no hicieron más que darle la razón a la deidad—. La curiosidad de este humano merece ser castigado con una pena mínima, pero solo por eso, ningún otro cargo recae sobre él. Oziel, su alteza —dijo mirando a la mujer— y miembros de nuestro clan, el hijo de Adán cumplirá la pena otorgada por nuestra hechicera —señaló a Hécate— y una vez que termine con su penitencia, será regresado a su mundo siguiendo lo estipulado en el reglamento. Su juicio ha terminado.

Oziel y los lobos que acechaban a Adam dejaron salir un aullido anunciando a los demás que podían retirarse del lugar, a su vez Roque y Gunther desataban las muñecas y los pies de Adam liberándolo de su aprisionamiento.

—Tu intervención no le agradó en absoluto —comentó Gunther a la deidad.

—Yo sé que no —suspiró—. Vayan con ella y Oziel y por favor, no la dejen sola —le pidió a los dos chicos quienes asintieron para alejarse, dejándola sola con Adam y Hécate—. ¿Te encuentras bien? —Preguntó al médico.

—¿Quién eres? ¿Dios? —Comentó haciendo reír a la mujer—. ¿Sí eres Dios?

—No y tampoco creo llegar a serlo —respondió al tiempo que Hécate retiraba el encantamiento de tortura que le había impuesto al humano.

—¿Qué demonios está pasando?

—Entraste a un mundo que no debías conocer.

—Los hombres lobo existen —se dejó caer de rodillas a la tierra, manteniendo una expresión de sorpresa y terror—. ¿La leyenda es real?

—Hay cosas que es mejor no saber —respondió la hechicera para ponerse en cuclillas frente a él—. Te impondré tu penitencia para que la termines rápido y puedas volver a tu hogar.

—¿Qué clase de penitencia?

—Ya lo sabrás —se levantó y le extendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie.

—Te lo encargo.

—Espera —intervino Adam al ver que la deidad se dio la media vuelta para retirarse—, ¿a quién debo el agradecimiento por salvar mi vida?

—Arleen —llevó la mano derecha a su corazón para hacer una reverencia— y ella es Hécate —señaló a su compañera—, ¹⁶primera hechicera del clan.

—Gracias, a las dos —dijo con sinceridad, había comprendido que el hechizo de Hécate le había ayudado a pesar de la tortura y de cierta forma le agradecía por haberle obligado a decir la verdad.

—¿Qué hay de ti? —Preguntó Arleen con curiosidad—, ¿cuál es el nombre del humano al que salvamos?

—Adam —respondió sorprendiendo a las dos mujeres.

—¿El hijo de Adán lleva una variante de su nombre? —Hécate fijó su vista en Arleen para luego mirar a Adam—. ¿Le dijiste tu nombre a la líder?

—¿La mujer que da miedo? —Hécate asintió aguantando la risa, al igual que Arleen, por la manera en la que Adam se refirió a ella—. No, salió corriendo de mi casa y no tuvimos tiempo de presentarnos —frunció el entrecejo para mirar a las dos—. ¿Quién es ella en realidad?

—Mi hermana —respondió Arleen—, la alfa líder del clan.

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¹²El juicio de Adán.

¹³Es el piercing que se realiza en el lateral de la nariz, siendo una de las perforaciones más comunes en realizarse.

¹⁴Esta perforación se realiza en el centro del labio inferior, considerándose como uno de los piercings más antiguos en realizarse. En sus variantes esta perforación se suele realizar en los laterales del labio y no en el centro.

¹⁵Juicio de la verdad.

¹⁶Se refiere al rango que actualmente posee.

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