Aullido de sangre

La tensión entre las dos alfas era tan grande que el mismo Oziel prefirió permanecer afuera de la carpa en dónde las líderes del clan se encontraban. Después de asegurarse de que el hijo de Adán cumpliría con la penitencia impuesta, Arleen fue en busca de su hermana para hablar sobre aquella situación, sabiendo perfectamente que lo primero que escucharía por parte de la mayor serían reclamos sobre su intervención en el juicio.

—Mirarme con desprecio no cambiará las cosas, querida hermana.

—Si por mí fuera te infligiría una herida tan severa que morirías desangrada —refutó la mayor.

—Es una fortuna de que las leyes de nuestro clan me protejan, al igual que el código de honor de nuestra familia.

—Dudo mucho que el código proteja a una sacerdotisa.

—Aún soy un lobo, no olvides que el ritual solo transforma la mitad del ser.

—Puedo herir a esa mitad, Arleen.

—Por supuesto que sí, pero eso implicaría que el clan deje de tenerle respeto a su líder ya que este fue capaz de dañar a su propia sangre.

—¿Me estás amenazando?

—Solo te estoy dando una pequeña visión del futuro. —Colocó ambas manos sobre la gran mesa de madera que se encontraba en el centro del refugio, obligándola a mantener distancia con su hermana quien se encontraba en el otro extremo—. ¿Por qué querías acabar con ese humano? Nuestro antepasados…

—No me vengas con ese sermón —interrumpió—, suficiente tuve escuchando a Roque.

—Es que tus acciones son preocupantes. Sé que estás estresada por los carroñeros, yo también lo estoy, pero el clan vela por los nuestros y por los mortales, no puedes ir con el primer humano que encuentres y desquitarte con él cuando no tuvo la culpa de nada.

—No debió estar en ese bosque en primer lugar.

—Tú tampoco, pero fuiste corriendo sin esperar refuerzos, ¿y cuál fue el resultado? —preguntó observando el abdomen de su hermana, teniendo conocimiento de que, debajo de aquel vestido, su piel estaba cubierta por vendajes—. Ese humano curó tus heridas y decidiste pagarle con la muerte.

—No voy a tener una deuda con alguien a quien nunca le pedí favor alguno —dijo con seriedad.

—¿Por qué los odias tanto? ¿Qué te han hecho los humanos para que se ganaran tu desprecio?

—Si no tienes nada más que decir, retírate y dile a Oziel que entre.

Arleen dejó salir un largo suspiro al tiempo que rodaba los ojos. Por varios años había intentado que su hermana le respondiera aquellas preguntas para poder entenderla, pero por más que trataba, ella simplemente evadía el tema terminando con la conversación a secas.

—Hécate está cobrando la penitencia —mencionó después de algunos segundos en los que prevaleció el silencio entre las dos—. Mandaré a informarte cuando el humano haya regresado a su hogar. —Se dio la media vuelta, dispuesta a salir de la carpa—. ¿Sabes cuál es su nombre?

—¿Qué te hace pensar que me importa? —preguntó mientras revisaba algunas hojas de papel que se encontraban sobre la mesa.

—Tal vez debería, el hijo de Adán lleva una variante de su nombre.

La mujer alzó la vista hacia su hermanita, quien aún se encontraba de espaldas a ella.

—¿Qué clase de juego mental estás usando ahora?

—Ninguno, puedes preguntarle a Hécate, ella escuchó que el humano pronuncie su nombre: Adam. ¿No te parece que la situación es demasiado peculiar? —preguntó alzando una de sus cejas.

—¿Por qué lo dices?

—Porque el hijo de Adán estuvo a punto de ser asesinado por la mujer cuyo nombre es una variante de Eva.

Los gritos de dolor Adam era tan fuertes que terminaron por desgarrar su garganta provocando que escupiera algunas gotas de sangre. La penitencia que Hécate le impuso implicó encerrarlo por diez minutos en un bucle mental, reviviendo una y otra vez el momento más traumático que hasta el momento había vivido.

—¹⁷Satis —pronunció la hechicera, terminando con el tormento de Adam.

Con las rodillas y manos apoyadas en el piso, el médico dejó que sus lágrimas cayeran alimentando a la tierra.

—No sucumbiste a la locura, eres más fuerte de lo que esperaba. —Colocó la mano izquierda sobre la cabeza de Adam—. ¹⁸Silentium.

Los pensamientos del hombre poco a poco dejaron de resonar en su mente como si le hubiesen bajado el volumen a las voces en su interior hasta que lo único que prevaleció fue el silencio, consiguiendo que Adam pudiera entrar en un estado de tranquilidad que le permitió cesar las lágrimas y respirar nuevamente con naturalidad. Alzó la vista hacia Hécate para sujetar la mano que le extendía, ayudándolo a ponerse de pie una vez que la quietud volvió a él.

—Esa fue la peor terapia que he recibido en años. —Se frotó la cara con ambas manos—. ¿Cumplí con mi castigo?

—Sí, ya puedes volver a tu mundo, pero antes comerás algo, la penitencia te arrebató mucha energía y debes reponerla.

—No es necesario, estoy bien —dijo con sinceridad. En esos momentos lo único que quería era volver a casa.

—Yo sé que sí, pero Arleen me matará si no te ve en el comedor.

—Puedes decirle que no tenía apetito.

—“Un hechizo bastaba para que le dé hambre” —refutó imitando el tono de voz de la sacerdotisa—. Ella prevé las cosas muy bien, es mejor no arriesgarnos. Vamos, el campamento está cerca.

—¿Campamento?

Adam siguió a la hechicera entre el camino rodeado por los inmensos árboles del bosque, aún se preguntaba cuán profundo era ese lugar, pero gracias a esa curiosidad fue que terminó en la mira de varios lobos dispuestos a arrancarle la piel, especialmente Oziel.

Justo como Hécate había indicado, no tardaron en llegar a las afueras del bosque en dónde se encontraba asentado el campamento de los lobos guerreros del clan Misty Hill. Carpas medievales y varios bloques de leña le daban vista a ese cuartel donde varios lobos y personas, que Adam intuía también eran licántropos, convivían entre sí; a ojos del médico parecía una escena sacada de algún videojuego de realidad virtual o de algún libro de fantasía que Fynn acostumbraba a leer.

—¿Los lobos no tienen tecnología como los humanos? —preguntó cediendo una vez más a su curiosidad—. Creí que serían una raza más avanzada que nosotros.

—Hay cosas que resultan ser más prácticas de lo que parecen —respondió la hechicera para señalar el toldo de gran longitud que cubría varias mesas madera del sol y tras invitar al médico a tomar asiento en una de ellas, Hécate le hizo una seña a las personas que se encontraban al final de los comedores—. Misty Hill se sigue rigiendo por las estrategias militares de sus predecesores —dijo regresando la vista al humano.

—¿Misty Hill?

—Ese es el nombre del clan. Existen varias manadas protegiendo diversos territorios del mundo humano, Misty Hill se encarga de Caelum y a su alrededor se encuentran otros seis clanes con los que el anterior líder de Misty, Francisco Cano, forjó una alianza durante el evento que ustedes conocen como el aullido de sangre.

—¿La leyenda es cierta? —preguntó sin poder ocultar su sorpresa, como si una parte de la incredulidad de Thaily se hubiese apoderado de él—. ¿De verdad hubo un derramamiento de sangre en Caelum?

—Los guerreros hicieron todo lo posible por evitarlo, pero el enemigo fue muy astuto. Lamento lo que ocurrió con tu pueblo.

Dos lobos en su forma humana dejaron un par de platos con comida sobre la mesa en la que ambos se encontraban, así como algunos panes y una jarra con agua. Adam inspeccionó con la cuchara el contenido del plato hondo que el entregaron, no sabía exactamente con qué se alimentaban los lobos, pero aquel estofado se veía delicioso y el aroma que inundó sus fosas nasales le recordó a su estómago que no había ingerido alimento alguno desde la noche anterior.

—Ellos comen lo mismo que cualquier humano —comentó la hechicera al notar la inseguridad de Adam—. No te morirás envenenado, si eso es lo que te preocupa.

—En realidad temía convertirme en uno de ellos, aunque no es así como funciona, ¿cierto?

—La conversión lobuna no es algo que un humano necesite saber —comentó Arleen al acercarse al comedor, llamando la atención de los dos—. La curiosidad es buena, pero en este punto debes aprender a controlarla.

—Lo siento, su alteza.

—Nunca dije que fuese una princesa.

—Si no es una diosa, tiene que ser parte de la realeza, no le encuentro otra explicación.

—Es una respuesta interesante, aunque en todo caso mi hermana sería la reina, yo solo soy una fiel sacerdotisa.

—La mujer que da miedo sería una reina malvada.

—Que no te escuche decir eso o ahora sí no te perdonará la vida.

Arleen acercó una mano a la garganta de Adam, cerró los ojos un momento y al abrirlos una pequeña luz blanca emanó de la palma de su mano, curando el desgarre que la penitencia le había provocado.

—¿Cómo lo supo? —preguntó Adam, sintiendo un gran alivio en su garganta.

—Eres médico, sabes cuando una persona está enferma. Yo soy una sacerdotisa con un poder de sanación, puedo saber cuando una persona está herida; de cierta forma los dos compartimos la misma labor, aunque a diferencia tuya, yo no puedo curar heridas graves.

Adam estuvo a punto de hacer más preguntas cuando varios aullidos resonaron en el campamento anunciando la llegada de varios lobos exploradores del clan. Oziel salió de inmediato a recibirlos, entablando una conversación mental con un lobo de pelaje grisáceo al igual que él con la diferencia de que este tenía una franja de pelaje en color zafiro.

—¿Pasa algo? —preguntó Adam al notar la expresión preocupada de Hécate y Arleen.

—No es algo que te deba quitar el apetito —respondió la sacerdotisa al tiempo que Hécate se levantaba de su asiento.

—Volveré enseguida —anunció la hechicera—, cuando termines de comer te llevaré a casa.

Sin darle tiempo a replicar, las dos mujeres se alejaron de los comedores para dirigirse hacia la carpa más grande del campamento donde los lobos recién llegados habían entrado para encontrarse con su líder. Los capitanes de los diversos grupos de ataque de Misty Hill estaban presentes para escuchar el informe de los exploradores por parte del capitán del mismo, Darsey, por lo que Arleen se colocó al lado derecho de su hermana para dar inicio con la reunión.

—Primero dime si tuvieron pérdidas —indicó la mujer de cabello cobrizo.

—Ninguna, mi señora —respondió el lobo grisáceo, haciendo una reverencia con la cabeza antes de continuar—. Toda la escuadra regresó al campamento, nos aseguramos de no meternos en peleas innecesarias como usted lo ordenó.

—En ese caso, puedes comenzar con el informe. ¿Hasta dónde llega el rastro?

—Más allá de Caelum, se extiende hacia los tres poblados cercanos, pero el olor es en menor intensidad que aquí. Hemos puesto sobre aviso al clan Sapphire para que vigilen la zona y nos informen de cualquier anomalía.

—Y en Caelum, ¿qué tan grave es la situación? —preguntó Arleen.

—La mitad del territorio tiene el olor de Licaón.

La respuesta de Darsey provocó varios murmullos entre los lobos, dejando ver el desconcierto de todos ante la gravedad del problema.

—¿A cuántos neófitos localizaron?

—Arriba de doscientos, la mayoría está en un estado de supervivencia que los está llevando a la locura por la falta de carne humana, pero hay alterados cuya composición es demasiado fuerte, casi al nivel de los seguidores.

—Si continúan a este ritmo, nos superarán en número muy pronto —comentó Gunther, quien se encontraba en su forma humana detrás de las hermanas Cano.

—Arleen —llamó la líder, dirigiéndose a su hermana como un miembro más del cuerpo militar—, ¿qué propones hacer?

—Hay que reunirnos con los líderes de los seis clanes aliados para ponerlos al tanto de la situación y poner extrema vigilancia a las afueras de cada poblado para evitar el ingreso de los licántropos malditos al mundo humano, por lo menos hasta que tengamos una táctica adecuada que nos permita acabar con ellos antes de que nos superen en número.

—Ya la escucharon, nadie entra y sale de las fronteras de nuestro mundo y el de los mortales; Darsey, manda a los tuyos a los seis clanes y díganle a sus líderes que vengan a Misty Hill de inmediato. Hasta que encontremos al responsable, nuestra prioridad es acabar con los maldecidos por la sangre, ¿entendieron?

—¡Sí, mi señora! —exclamaron todos los lobos para salir de la carpa y organizarse en escuadras para cumplir con las órdenes de sus líderes.

—¿El humano se fue ya?

—Está en los comedores, mi señora —respondió Hécate al tiempo que se cubría la cabeza con su capucha—. Lo llevaré de inmediato a su mundo.

—Las órdenes fueron claras, nadie entra y sale de las fronteras. —Se dio la media vuelta para encarar a la hechicera y a su hermana—. Es responsabilidad de ambas a partir de ahora, a menos que quieran dejarlo a su suerte para que muera.

—Esa no es una opción —respondió Arleen frunciendo levemente el entrecejo—. ¿Cuánto tiempo dejarás que esté en el campamento?

—Hasta que la reunión con los concejales termine, mientras tanto asegúrense de que no meta la nariz en asuntos que no le competen a un humano o le diré a Oziel que termine con su ciclo vital.

En los comedores Adam esperaba paciente a qué Hécate regresara, aunque una parte de él se sentía ansioso por la urgencia con la que vio salir a los lobos de aquella carpa recientemente; manteniendo la vista fija en la entrada de la misma, su dolor de cabeza hizo acto de presencia dedicándole una mirada de indiferencia para después perderse entre la multitud de lobos que la esperaban. De haber sabido que pasaría por todo esto, Adam jamás le habría salvado la vida a la mujer, pero para su desgracia el sentido del deber como médico le hubiese impedido actuar de forma tan egoísta al abandonarla en el bosque, justo como ocurrió en la realidad. Dejó que sus pulmones se llenaran de aire al respirar con profundidad y mientras exhalaba lentamente, volvió a fijar la vista en la carpa para observar como por fin la hechicera y Arleen salían de ella.

—Espero que sí te hayas alimentando.

—El estofado estuvo delicioso, muchas gracias, su alteza. —Hizo una reverencia con la cabeza para después dirigirse a Hécate—. Estoy listo para volver a casa.

Las dos mujeres permanecieron en silencio, dándole un mal presentimiento a Adam.

—Regresaré a casa, ¿verdad?

—Lo harás, pero no será hoy —respondió la hechicera para quitarse la capucha, descubriendo su cabellera tinta—. Permanecerás aquí un par de días.

—¿Por qué? Ya cumplí con la penitencia que me dieron, no tengo más motivos para seguir en su mundo.

—Caelum corre peligro en estos momentos —informó Arleen—, por órdenes mías y de mi hermana se cerrará la frontera que une a ambos mundos. Si te marchas ahora, morirás, pero si permaneces en el campamento, podemos protegerte.

—¿De qué?

—La maldición de la luna, no es una historia que necesites saber en estos momentos, así que quédate con la información que te hemos dado y permanece a salvo con nosotros.

A ellos se acercó un lobo mediano de pelaje acaramelado para informarle a la doncella del clan que su hermana solicitaba su presencia de inmediato, en ese momento Adam comprendió que los lobos podían gesticular en voz alta, pero también podían comunicarse entre ellos sin necesidad de pronunciar una palabra como ocurrió previamente con la llegada de los exploradores.

—¿Qué está pasando? —preguntó Adam a la hechicera una vez que Arleen se marchó siguiendo al lobo mensajero.

—Hay cosas que es mejor no saber.

—¿Cuánto más estaré escuchando esa frase?

—Las veces que sean necesarias. —Suspiró con pesar—. Ven, busquemos un lugar donde podamos situar la casa de campaña donde pasarás las próximas noches.

—Antes de hacerlo, ¿podrías ayudarme con algo?

—¿Qué necesitas?

—Quisiera hacer las pases —respondió dirigiendo la mirada hacia la mitad del campamento donde las hermanas Cano se encontraban rodeadas por varios lobos—. Quiero intentar quedar en buenos términos con ella, pero no puedo hacerlo si la sigo viendo como una paciente rebelde desconocida. —Regresó la vista a la hechicera—. ¿Me podrías decir su nombre?

Hécate esbozó una sonrisa de medio lado.

—Es probable que te sorprendas al saber que ustedes dos tienen algo en común. Tu nombre es una variante del primer hombre, el de ella también es una variante bíblica.

—No me digas que…

—Como la primera mujer —afirmó—. La primogénita de Francisco Cano y líder actual del clan Misty Hill: Eveleen.

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¹⁷Suficiente.

¹⁸Silencio.

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