Hojas de otoño | Capítulo 08. Melodía.

—Aún tengo duda de si los globos debemos colocarlos en las mesas o armar una cadeneta para colocarlo a modo de marco en la mesa del pastel, ¿dónde crees que quedaría mejor? —Al no obtener respuesta, tomó al contrario de las mejillas para mover su rostro de lado a lado—. Rodri, reacciona.

—Estoy aquí, Clara —respondió con algo de dificultad por la presión de sus mejillas—. Lo siento, me perdí por un momento, ¿qué decías?

—Primero hablemos de tu distracción, ¿se trata de Pascu?

—¿Por qué piensas que es por él?

—Es el único que te tiene distraído desde hace mucho.

—El nuevo DLH también me distrae —Clara alzó una de sus cejas mientras lo miraba con una expresión de “ni tu gato te va a creer”—. Bien —suspiró—, tú ganas, sí es Pascu.

—¿Qué pasó esta vez?

—Yo... descubrí que...

—¿Qué cosa? Habla más alto.

—Me gustan sus ojos y mucho —un rubor comenzó a aparecer en su rostro—. No vayas a gritar de emoción.

—¿Por qué no? Poco a poco estás sintiendo algo más por él y eso está bien. Recuerda lo que dijo Ramsés, es posible que estés en una etapa de pre...

—No sigas, por favor —interrumpió a su hermana casi en un ruego para que no dijera la palabra “enamoramiento”.

—De acuerdo, ya no hablaré del tema, al menos no por ahora, tenemos que terminar esto —señaló los apuntes que tenía en su libreta.

—Gracias. Ahora, ¿me podrías repetir lo que habías dicho?

Clara y Rodri se encontraban trabajando en la decoración que Ramsés les había encargado para la fiesta de aniversario que le haría a Miguel. El lugar que Ramsés había elegido era un pequeño jardín donde abundaban flores de colores rosa y blanco, era un lugar pequeño a comparación de cualquier local o hacienda, pero perfecto para una reunión íntima además de que el lugar se prestaba para colocar una pista de baile y algunas mesas para los invitados.

Los días iban pasando y aquél plan secreto comenzaba a tomar forma. Los amigos de Ramsés a los que les pidió ayuda se tomaron con seriedad su encomienda al grado de sobrepasar las expectativas del mismo Ramsés con el resultado final que se estaba teniendo.

—Mañana temprano montaremos todo —comentó Rodri mientras guardaba en la pequeña bodega del lugar todas las decoraciones que pondrían—. Acabo de recordar que no tengo ropa de gala.

—Vamos al centro comercial —sugirió Clara—, si estás dispuesto a esperar a que elija el vestido perfecto para la ocasión, te compro tu ropa de gala.

—Es un gran sacrificio, pero acepto —sonrió—. ¿Nos vamos?

—Sí —le extendió las llaves de su auto—, solo hago una llamada rápido y te alcanzo.

Rodri tomó las llaves y se dirigió a la salida mientras Clara permanecía dentro del jardín con su celular en la mano tratando de fingir que buscaba un número para marcar.

—Disculpa —llamó Clara una vez que Rodri salió del lugar, acercándose al chico que estaba en el jardín—, tú eres el encargado de poner la música mañana, ¿cierto?

—Así es, mi nombre es Alberto —le extendió la mano, gesto que Clara correspondió—, ¿en qué la puedo ayudar?

—Necesito que me hagas un enorme favor.

🍁

La fecha tan esperada por fin llegó. El calendario marcaba que era el diecisiete de noviembre y el evento que Ramsés había planeado por fin vería la luz. Mientras todos se encargaban de terminar con los preparativos para la noche, Miguel tenía que ser distraído durante todo el día de manera que no podía estar en su casa hasta las seis treinta de la tarde, siendo Pascu el responsable de que eso pase.

—Podemos ver una película de terror y luego vemos una más tranquila para calmar las aguas, ¿qué te parece?

—¿Dos películas? —Preguntó Miguel—, estaremos un buen tiempo aquí, ¿no crees?

—No le veo el problema, es una salida de amigos con autorización de tu esposo porque me dijo que te puedo sacar a pasear siempre y cuando te lleve a tu casa de regreso.

—Sí pero...

—Nada de “pero” —dijo imitando la voz del contrario—, Ramsés está consciente de que no vas a estar, así que puede hacerse su comida solo.

Miguel no pudo evitar reír por el comentario.

—Está bien, hagamos lo que tú quieras.

Desde temprano Pascu citó a Miguel a su departamento para invitarlo a desayunar y de ahí partir al cine, no se le ocurrió una mejor manera de entretenerlo pero sabía que si veían dos películas afuera podrían regresar en el momento exacto que Ramsés le indicó.

—¿Y cómo vas con Rodri? Estos días no haz vuelto a buscarme aterrado por no saber cómo estar tranquilo junto a él.

—Hemos estado ocupados trabajando en el nuevo DLH y curiosamente no me he sentido extraño estando junto a él por el proyecto. Estoy seguro de que eso que sentía era un malentendido.

—Claro, lo que tú digas.

—¿No me crees?

—Ni siquiera tú te lo crees, ya te vi viniendo a buscarme de nuevo después de estrenar el vídeo para hablarme de lo mismo —lo miró a los ojos—. No niegues lo que sientes.

—No siento nada.

Miguel rodó los ojos para luego sacar las llaves de su casa.

—Gracias por la tarde de hoy.

—Cuando quieras —se despidió con un ademán esperando a que Miguel entrara a su casa. Justo cuando cerró la puerta, tomó su celular para llamarle a Ramsés—. Acaba de entrar.

—Gracias. Ve a alistarte, te veo más tarde en el jardín.

Una vez dentro, Miguel dejó sus llaves sobre el librero que había en la sala.

—Ramsi, ya estoy aquí —anunció pero no obtuvo respuesta—, ¿Ramsi?

Miguel buscó en la cocina y el baño pero su esposo no estaba, así que entró a la habitación esperando que estuviera dormido ahí pero no fue así, en su lugar, había una caja de color blanco sobre la cama junto con una tarjeta. Miguel se acercó para ver la nota y escrita en ella se encontraba una dirección.

«¿Qué es esto?», pensó y al instante su teléfono sonó.

Era un mensaje de su esposo con un vídeo adjunto que Miguel reprodujo, se trataba de una animación cuyo diseño no tardó en reconocer ya que los bocetos eran característicos de Pascu y eso era cierto pues Ramsés le encomendó esa tarea especial al actor. El vídeo mostraba a Ramsés y a Miguel en versión anime teniendo una especie de cita, teniendo como música de fondo aquella canción que meses atrás había escrito y que Rodri le dio el visto bueno, todo esto mientras la voz en off de Ramsés se escuchaba narrando como fue que se enamoró de Miguel para al final decirle que lo esperaba en la dirección marcada en la tarjeta a las ocho de la noche.

—¿Qué tienes pensado hacer? —Preguntó en voz baja esbozando una sonrisa para luego mirar la caja blanca y destaparla, encontrando un traje color azul, muy parecido al que usó en su boda—. «¿De qué se trata todo esto?»

Miró la hora en su celular y con una sonrisa decidió seguirle el juego a su esposo, así que se metió a bañar para arreglarse vistiendo el traje que Ramsés le dejó para luego dirigirse al lugar que le indicó. Dando las ocho de la noche en punto, Miguel estaba llegando a aquél jardín y, al entrar, se encontró con el lugar decorado con luces de color amarillo y un arco de globos dorados que adornaban una mesa donde había un pastel y, en las mesas donde yacía su familia y amistades muy cercanas, había un pequeño centro de mesa con una vela encendida; estaba tan sorprendido por lo que estaba viendo y su impresión creció aún más cuando encontró a su esposo vistiendo un traje que igual era muy similar al que utilizó en su día tan especial.

—¿Qué está pasando?

—Una sorpresa para ti —respondió Ramsés, extendiéndole la mano a su esposo para atraerlo a él—. Te preparé esto porque quería celebrar el momento en el que nuestras vidas cambió para siempre. ¿Sabes qué día es hoy?

—Es diecisiete de noviembre —sonrió—, hace cuatro años que me pediste matrimonio.

—Y fue la mejor decisión que pude haber tomado, porque sabía desde un principio que quería pasar el resto de mis días contigo y el día en el que por fin me armé de valor para darte el anillo y pedirte la mano en aquél teatro, le encontré el sentido a mi existencia y ese eres tú —tomó las dos manos de su esposo—. Tres años llevamos casados y no hay día en el que no me enamore más de ti, es por eso que quiero que estés siempre a mi lado y que siempre me puedas dar un sí —se puso de rodillas sin soltar las manos del contrario—. Miguel Ángel Mota, te amaré el resto de mis días si me lo permites, porque si tú quieres te quiero, así que hoy te pregunto: ¿quieres casarte conmigo de nuevo?

Miguel esbozó una enorme sonrisa al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas de alegría.

—Ramsi... ¡sí quiero!

Los gritos y aplausos de todos los ahí presentes se escucharon en todo el lugar mientras aquella pareja sellaba su compromiso con un beso para luego abrazarse con felicidad. Ellos eran la definición correcta de lo que era el amor y los que fueron invitados a ese evento lo sabían a la perfección.

—¡Qué empiece la fiesta!

El chico encargado de la música comenzó a tocar y los invitados no dudaron en pasar a la pista de baile para acompañar a la pareja en ese momento especial. Así estuvieron durante aquella velada hasta que dieron las once cuarenta y cinco de la noche.

—No puedo más, estoy agotada —exclamó Clara dejándose caer en una silla—. Me quedaré aquí viendo a todos seguir bailando.

—Entonces te haré compañía ya que tú eres mi pareja de baile —mencionó Rodri.

—No, no, tú ve y sigue bailando, te alcanzaré después.

—¿Y con quién supones que voy a bailar?

—No me digan que ya se cansaron —comentó Pascu acercándose a los dos hermanos.

—Los tacones me están matando —respondió Clara—, pero no pasa nada, ¿por qué no te llevas a Rodri y bailas con él en lo que recupero el aire?

—Clara —dijo Rodri casi palideciendo por la idea que dio.

—Por mí no hay problema, ¿qué dices, Rodri?, ¿sacamos los pasos prohibidos?

—No creo poder seguirte el ritmo, pero lo intentaré.

Clara se quedó sentada observando a su hermano y a Pascu dirigirse a la pista de baile.

«No me falles, Alberto».

Por petición de Clara, al momento en el que Pascu y Rodri entraran a la pista de baile juntos, Alberto debía cambiar la música que estuviera tocando.

—Y ahora, todo mundo tome a su pareja para bailar una canción lenta —anunció el chico.

—Creí que le habían dicho que no tocara ninguna canción así —comentó Rodri.

—Al parecer hubo cambio de planes —respondió observando como en la pista todos iban buscando una pareja para bailar.

—Tal vez deba volver con Clara.

—Rodri —lo detuvo del brazo al tiempo que la música comenzaba a sonar—, ¿quieres bailar?

El compositor se quedó en silencio sin poder ocultar su sorpresa por la propuesta del contrario. Aunque quería negarse, su corazón no lo dejó hacerlo, así que tomó la mano que Pascu le extendía para permanecer dentro de la pista y comenzar a bailar al ritmo de aquella canción lenta; Pascu tampoco entendía el motivo por el que le había propuesto a Rodri permanecer en la pista y mucho menos se esperaba tener una respuesta afirmativa de su parte. Con la mano algo temblorosa, Pascu tomó a Rodri de la cintura mientras tomaba con su mano libre la mano contraria de Rodri, este por su parte sintió un hueco en el estómago al sentir la mano de Pacu sobre él, pero trató de permanecer en calma llevando la mano libre que le quedaba sobre el hombro del contrario.

A lo lejos, Clara veía la escena con una completa ilusión, esperaba que su plan funcionara de manera que tanto su hermano como Pascu pudieran disfrutar de ese momento juntos y que con ayuda de la música ambos pudieran darse cuenta de lo que en verdad sentían el uno por el otro; lo hubiera hecho solo por su hermano, pero cuando Ramsés le dijo que aparentemente Pascu le correspondía, decidió dar todo de sí para ayudar a que esa relación surja. Miguel y Ramsés también miraban la escena desde la pista, sorprendidos por el hecho de que ambos estuviesen bailando una canción lenta tan cerca el uno del otro, pero felices de que poco a poco dejaran salir lo que sentían y constantemente negaban.

—¿Por qué yo tengo la postura de una chica? —Preguntó Rodri al ver la mano de Pascu sobre su cintura.

—Porque eres más pequeño que yo y no podrías hacerme esto —respondió para darle una vuelta al compositor.

—Eso fue demasiado cruel.

Ambos sonrieron y siguieron bailando al son de la música, dejando fluir el momento y disfrutando de la compañía del otro. Se sentían tan bien juntos y el ambiente se prestaba para que los dos pudiesen estar cada vez más cerca, siguiendo lo que su corazón les decía que hicieran, mirándose fijamente a los ojos y dedicándose varias sonrisas durante el baile. Tanto uno como el otro se estaba dejando llevar por el momento y dejaron de pensar tanto en lo que estaba pasando, Clara se dio cuenta de ello desde su asiento al percatarse de como poco a poco iban acercando sus rostros al grado de poder sentir la respiración del otro.

Las cadenas que cubrían la puerta de sus corazones se rompieron.

Fue Rodri el primero en darse cuenta justo cuando la canción dejó de sonar para dar inicio a otra canción lenta. Ambos esquivaron la mirada al notar lo demasiado cerca que estaban, permaneciendo en la pista bailando esa nueva melodía pero sin decirse ninguna palabra.

«Mierda», pensó Rodri mientras cerraba los ojos. «Me gusta él...»

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