Hojas de otoño | Capítulo 06. Buzón.
—Buenas noches, señor Vollbrecht, ¿recordó que tenía que llegar a dormir? —Preguntó Miguel en un tono sarcástico al abrir la puerta de su casa y ver a su esposo de pie frente a él.
—¿Me perdonas por llegar tarde?
—Esto no es un hotel, es tu casa —se cruzó de brazos—, mínimo podrías pagar el alquiler de tu habitación si solo piensas llegar a dormir.
Ramsés sacó su billetera, la abrió y vació el contenido a su mano, obteniendo tres monedas de él.
—Me temo que no tengo dinero.
—Eso se puede arreglar —dijo para acercarse a su esposo y robarle un beso que fue correspondido con la misma intención—. ¿Me dirás dónde estuviste toda la tarde? —Preguntó al separarse del contrario.
—Claro, pero dentro de unos meses —sonrió tomando la mano de su esposo para entrar a su hogar y llevarlo consigo al sofá—. Necesito que me aconsejes.
—¿Qué pasa? —Tomó asiento, abrazando una de las almohadas que había en el mueble.
—Hay una situación en la que me estoy involucrando pero no sé si de la manera adecuada. Tengo un amigo que es muy testarudo y no quería aventurarse a tener una nueva relación.
—Ramsés, no debes meterte en la situación sentimental de los demás, no te incumbe.
—Espera, todavía no me juzgues hasta que te termine de contar.
—De acuerdo —se acomodó cruzándose de piernas sobre el sofá al tiempo que la plática que había tenido con Pascu días atrás volvía a su mente—, continúa.
—Bueno, hace como dos semanas, más o menos, hablé con él y le dije que no está de más que intente volver a tener una relación después de un tiempo. Le dije que igual podría extender sus opciones porque quizá esté en negación.
—Creo que esa no era la manera correcta de decirle “ve a experimentar” —comentó, recordando la forma sutil en la que le había dicho lo mismo a Pascu—. ¿Qué pasó después?
—Se puso a analizar todas las citas que había tenido y a todas las personas que había conocido para ver si alguien le hacía sentir algo.
—¿Y lo encontró?
—Sí y es ahí donde requiero tus sabios consejos —se acomodó en el sofá—. Tuvo un click con un chico y está aterrado, no por el hecho de que se trate de un hombre, sino porque se trata de un amigo muy cercano para él.
«Dios mío, está hablando de Pascu», pensó al darse cuenta de lo familiar que era el relato. —Entiendo que la situación es complicada, de hecho me recuerda a nosotros cuando éramos amigos. Pero, ¿qué tienes que ver tú en esto?
—Él me dijo que era una tontería y que mejor olvidaría el tema, pero no quiero que lo haga porque se estaría cerrando a no explorar sus sentimiento, sé que debo apoyar su decisión porque es mi amigo, pero igual quiero insistir en que descubra realmente lo que siente, más que todo porque me consta que su amigo es una buena persona.
—¿Conoces a ambos? —Preguntó sorprendido—, Ramsés, ¿me puedes decir quién es la persona de la que me hablas? Es que algo me dice que igual lo conozco.
—En realidad sí, a los dos.
—¡Lo sabía! —Chasqueó los dedos—. Ya decía que esa historia era muy familiar.
—¿Te lo contó?
—Sí, tiene como dos semanas que hablé con él sobre buscar a una persona especial y hace unos días me comentó que había sentido algo extraño y estaba muy confundido. De hecho me fue a buscar al teatro, estaba tan aterrado que no le importó interrumpir mis ensayos.
—Espera, ¿cuándo dices que te contó?
—Hace unos días, a inicios de semana.
—Eso es imposible, he estado platicando con él esta semana, justo en tus horarios de ensayo.
Los dos se miraron con sorpresa antes de preguntar al mismo tiempo.
—¿De quién me haz estado hablando?
—Pascu.
—Rodri.
Al escuchar la respuesta simultánea del otro, sintieron como si un balde de agua fría les hubiera caído encima. Miguel se cubrió la boca con ambas manos mientras Ramsés se levantó del sofá para llevar una mano a su frente.
—Me siento como en la película “juego de gemelas”, justo cuando las niñas descubren que son hermanas.
—¿Por qué lo dices tan emocionado?
—Porque lo estoy, Rodri tuvo un click con Pascu, ¿cierto? —Ramsés asintió a su pregunta—, a Pascu le pasó lo mismo con él.
—Mierda, se corresponden.
—Sí, bueno... algo así, Pascu está en estado de negación.
—Rodri también —se cruzó de brazos—, cuéntame la versión de Pascu y yo te contaré la de Rodri, ahora sé que debo insistirle para que no deje a un lado lo que siente —Miguel asintió al tiempo que el timbre de su casa sonó—. ¿Pascu? —Preguntó sorprendido al abrir la puerta y encontrarlo de pie frente a él.
—Buenas noches, Ramsés, perdón que moleste. ¿Se encuentra Miguel? —El mencionado se levantó del sofá al tiempo que Ramsés lo dejaba pasar a la casa—. Hola.
—Es inusual que vengas a esta hora, ¿pasa algo?
—¿Podemos hablar?
—Iré a darme un baño —comentó Ramsés, mirando a su esposo a los ojos para darle a entender que posiblemente esa visita se trataba del tema en cuestión—. Te quedas en tu casa —le dijo a Pascu colocando una mano sobre su hombro.
—Gracias, Ramsés —fijó su vista en Miguel una vez que su esposo entró a una habitación—, disculpa la interrupción.
—No pasa nada. Sin embargo, tú me preocupas, te ves muy pálido. Ven —señaló el sofá—, quédate ahí en lo que te preparo un té.
—¡No! —Exclamó alterado, asustando a Miguel—. Necesito que me ayudes —empuñó una mano para llevarla a su frente, cambiando su expresión a una de preocupación—. Yo... tengo un muy severo dilema de amor.
🍁
—Se supone que hoy es mi día libre del trabajo y de DLH, ¿por qué te aprovechas de mí?
—Porque eres mi hermana y tu buen corazón no se iba a negar.
Rodri llamó a Clara para pedirle que lo ayudara a revisar unas cajas que tenía guardadas en su habitación y que no había podido pasar al rincón de DLH que tenía en su casa. En otras circunstancias Rodri lo hubiera hecho solo, pero estaba tan aturdido por lo que había pasado en la cafetería el día anterior, que prefirió llamar a su hermana en lugar de Ramsés para evitar el interrogatorio de “qué pasó está vez”.
—¿Hasta cuándo seguirás fingiendo que estás bien? —Preguntó Clara mientras abría una de las cajas que había colocado sobre la cama de Rodri.
Los planes no siempre salen como uno espera.
—¿De qué hablas?
—¿Crees que no me he dado cuenta? Últimamente estás distraído y la preocupación se te puede notar en toda la cara —lo miró a los ojos—, ¿qué es lo que te está atormentando, querido hermanito?
Pánico es lo que se podía ver en los ojos de Rodri, lo último que quería era ser demasiado notorio con el dilema de Pascu que cada vez le preocupaba más, suficiente tenía con Ramsés y su insistencia en analizar el tema como para que ahora le tenga que contar todo a su hermana.
—Solo estoy estresado, como siempre. No tienes nada de qué preocuparte.
—¿Y yo voy a creerte? Mejores excusas te haz inventado —sacó un pequeño cofre de aquella caja y comenzó a revisar su exterior—. Tiene que ser algo serio porque nunca te había visto irradiar vibras de “no sé qué hacer con mi vida” y no, no estás siendo muy obvio —añadió justo al momento en que Rodri iba a hacerle esa pregunta—, simplemente soy tu hermana y puedo darme cuenta cuando algo no está bien.
Rodri tomó asiento sobre la cama, a un lado de la caja que Clara había abierto.
—Ni siquiera yo estoy seguro de qué es lo que pasa.
—Entonces vamos a descubrirlo —le sonrió para abrir el cofre que tenía en sus manos—. No inventes, Rodri, ¿guardaste esto por dos años?
En el interior de aquél cofre habían varias cartas que fueron escritas por todo el equipo de DLH para San Valentín hace dos años. La dinámica fue propuesta por Miguel, un miembro del equipo, con la intención de sacar el lado más cursi de sus compañeros; todos debían escribir y guardar dentro del cofre (que serviría de buzón) una carta de amor dedicada a su pareja, estuvieran o no en una relación en ese momento, el chiste era escribirle a esa persona especial para que más adelante, cuando la encontraran, se lo pudiesen entregar.
—Me había olvidado por completo de esto —comentó Rodri.
—Al parecer a todos se nos olvidó, nadie vino a reclamar el suyo —Clara colocó el cofre abierto sobre la cama y le tomó una foto con su celular, dejando ver las cartas que habían dentro de él—. La mandaré al grupo para recordárselo a los demás.
En lo que Clara escribía el mensaje, Rodri tomó las cartas que habían dentro del cofre y las fue pasando una por una, leyendo el nombre que se encontraba escrito en el sobre.
—Esta es la tuya —le extendió uno de los sobres a su hermana.
—Lo siento, Rodri pero la curiosidad puede más conmigo. Estaré en la sala leyendo lo que sea que haya escrito.
Rodri solo se limitó a sonreír mientras observaba a su hermana salir con el sobre en sus manos. Al fijar su vista en las cartas restantes, encontró la suya pero, a diferencia de Clara, prefirió guardarla en uno de sus cajones; regresó a su cama para tomar las cartas pero una de ellas cayó al piso dejando ver el nombre de Pascu escrita en ella.
«Su carta...»
La recogió del piso, observando detenidamente el nombre escrito con tinta de color negro en el sobre. Su corazón y su mente comenzaron a discutir entre ellos, el primero quería que leyera la carta para ver qué es lo que Pascu le había escrito a su persona especial, mientras que el segundo se aferraba a la idea de no leerla para no invadir la privacidad de Pascu. Al final, justo como le dijo su hermana, la curiosidad pudo más, así que se dirigió a su pequeño escritorio y dejó sobre la mesa las demás cartas para poder abrir con ambas manos el sobre que contenía el escrito de Pascu.
“Más de una vez he dicho que el amor verdadero existe, solo es cuestión de ser paciente para poder encontrarlo entre el inmenso mar que nos rodea y que en algunas ocasiones trae consigo una tragedia. Estoy seguro de que me he sumergido en el agua una infinidad de veces dejándome arrastrar por las olas que me devolvían a la orilla para iniciar el proceso una vez más, es frustrante y no porque no sepa nadar, sino porque lo hago en el segmento del mar equivocado.
Me había rendido. Preferí quedarme en la arena donde me sentía libre y a salvo, dónde podía ser yo mismo sin temor a ser arrastrado por una ola y sin tener qué preocuparme por iniciar un proceso cansado otra vez; pero mi vida se volvió aburrida, porque a pesar de sentirme libre todavía sentía que le hacía falta un poco de agua a la sequía que había en mi alma.
Dudé mucho, tenía miedo y muy pocas esperanzas de salir ileso pero, un día lo intenté de nuevo, me aventuré al mar una vez más y ninguna ola me arrastró, el agua me aceptó y una felicidad inmensa me invadió.
Lo sé, es una pésima analogía, no soy bueno para esto, de hecho hubiese preferido hacerte un dibujo en lugar de un intento de carta que me salió de la patada pero, la idea es esa. No quería volver a iniciar una relación porque por un momento me acostumbré a la soledad, pero llegaste abriendo una puerta que había cerrado con llave y me hiciste cambiar mi forma de pensar. No había día en que no pensara en ti, en que no quisiese saber de ti y moría de ganas por estar a tu lado, no como amigo, sino como tu novio; quería hacerte feliz y demostrarte cada día lo mucho que te amaba y lo que estaba dispuesto a hacer por ti, grande fue mi sorpresa al saber que este sentimiento fue correspondido y que ahora mismo es la razón de mi existir.
Te amo y decirlo se queda corto comparado con el inmenso amor que te tengo. Te amo y mi vida entera te pertenece, excepto mis manos, esas laboralmente le pertenecen a Rodri así que tendrás que hablar con él para que las libere al igual que mi voz ya que el señor quiere que siga cantando con él (por favor no le reclames de verdad que de nuestras ganancias es que vamos a vivir); el punto aquí es, que tú eres el amor de mi vida y para toda mi vida.”
Terminó de leer la carta con el corazón latiendo a más no poder y con el rostro totalmente ruborizado por las palabras que fueron escritas por el actor y que, justo como si se tratara de una broma, su mente imaginó que esa carta fue escrita para él.
—No vas a creer las tonterías que puse —comentó Clara, entrando a la habitación—. ¿Rodri? ¿Qué pasa?, ¿por qué estás así? —Preguntó preocupada al ver a su hermano con una reacción fuera de la normal.
—Por favor, llama a Ramsés.

