Hojas de otoño | Capítulo 03. Lluvia.
—¿Cuál es tu fobia más grande?
—Los saltamontes, cómo detesto a esos animales, me dan pavor, pesadillas.
—Pero esos animalitos no hacen más que cantar por las noches.
—Y joderme la vida, te juro que si llego a tener uno enfrente, me muero —se sacudió un poco de tan solo imaginar la situación—. A ver, ¿qué pusiste?
—Álvaro Pascual le tiene fobia a los payasos —leyó Miguel Ángel de su libreta.
—¿Por qué?
—Es un headcanon que tengo y sé que es real. Te puedo visualizar fácilmente saliendo corriendo de cualquier lugar donde haya uno, gritándole a la gente que veas en el camino “¡hay un puñetero payaso!” —Respondió entre risas.
—No voy a negar ni a afirmar nada, pero —tomó una hoja de papel, la arrugó formando una bola y se la lanzó a Miguel—, no puedo creer que esa sea tu respuesta, ¿y así te haces llamar mi mejor amigo?
—Nunca dije eso y en todo caso el título se lo dejo a Rodri.
Un par de horas antes, Rodri le escribió a Pascu pidiéndole ayuda para mantener ocupado a Miguel en lo que Ramsés iba a escondidas al estudio de grabación para mostrarle al compositor la canción de aniversario que había compuesto para su esposo. Lo único que se le ocurrió a Pascu fue ir a casa de Miguel con dos rollos de sushi para comer, poniendo la excusa de pasar un tiempo de amigos aprovechando la ausencia de Ramsés; mientras comían, iban platicando de sus futuros proyectos como artistas, hasta que decidieron pasarse al sofá para jugar a “¿quién sabe más de...?”, en dónde por turnos irían haciéndose preguntas de todo tipo teniendo una posible respuesta escrita en una hoja para ver qué tanto sabían del otro.
—Mi turno —anunció Pascu terminando de escribir en la libreta que le había prestado Miguel—, ¿cuál es el momento más preciado de tu vida?
—Esa es difícil, hay muchos momentos especiales —se quedó en silencio un minutos, pensando en sus recuerdos más preciados—, supongo que sería el que guardo en lo más profundo de mi corazón: mi boda con Ramsés.
—¡Correcto! —Exclamó volteando la libreta para que Miguel vea lo que Pascu había escrito.
—¿Tan predecible soy?
—No, pero tu prioridad siempre ha sido Ramsés. Es demasiado tierno.
—Las consecuencias de estar enamorado —sonrió—, el día que te cases, estarás igual.
—Uy, eventos difíciles de cumplir.
—¿No piensas en el matrimonio?
—Por supuesto que sí, pero la soltería me ha enamorado por completo.
—Le atiné —dijo mostrando la respuesta que había escrito—, pero eso no significa que quedes así para siempre, tu persona especial debe estar afuera esperando a que te des cuenta de que es ella... o él.
—Espera, no estoy considerando a ningún “él”, quizá por eso sigo soltero, ¡no!
Miguel dejó salir una pequeña risa ante el comentario dramático de Pascu, al mismo tiempo que la puerta de su casa se abrió dejando ver a Ramsés.
—Amor, ya llegaste.
—Sí, perdón por la tardanza —respondió acercándose a su esposo para darle un beso en la frente—. Pascu, qué agradable tenerte por aquí.
—Ya sabes, me gusta estar en casas ajenas —bromeó para levantarse del sofá—, bueno, yo me retiro que no quiero hacer mal tercio.
—Te acompaño —mencionó Miguel para acercarse a la puerta y abrirla para Pascu—, gracias por haber venido —se acercó a él para susurrarle— y piensa en ese posible “él” que te mencioné.
—Lo haré —sonrió—. Nos vemos, Miguel.
🐾
El sonido de un lapicero moviéndose rozando su punta entintada sobre un papel para plasmar una firma era lo que se podía escuchar en aquella sala. Dos semanas habían pasado desde que Pascu y Rodri tuvieron una plática similar con Ramsés y Miguel, y ahora ambos se encontraban en las oficinas de la editorial Penguin Random House para firmar un nuevo contrato de distribución del nuevo libro en el que ya llevaban un tiempo trabajando y en ese momento el proyecto por fin se estaba consolidando.
—Uno más a la lista —comentó Pascu una vez terminó de plasmar su firma en el documento—, ahora necesito terminar de retocar los bocetos.
—Se te acabaron las vacaciones, Álvaro —mencionó Rodri con una sonrisa para luego dirigirse al encargado de la editorial—, muchas gracias.
Terminado el protocolo de contratación, los dos artistas se dirigieron a la salida de la editorial, pasando primero por la recepción para tomar el paraguas que Rodri encomendó. Según el noticiero de la mañana, caería la lluvia durante la tarde, razón por la que Rodri decidió prevenirse antes de ir a al editorial, sin embargo ya eran las seis treinta y no había ni una sola nube al atardecer que anunciara la famosa lluvia pronosticada, razón por la que Pascu se la pasó haciendo bromas al respecto durante su camino de vuelta al centro.
—Necesito que me des instrucciones —dijo mientras le daba vueltas al paraguas que Rodri le había pedido que cargara—, ¿quieres que me enfoque de lleno en terminar los bocetos del libro o hago las propuestas de diseño de personajes para un DLH futuro?
—Te diría que los bocetos pero igual ya debemos ver el nuevo vídeo a sacar, así que las propuestas igual las necesitamos. Tendrán que ser ambos.
—¿Con cuál inicio? O mejor dicho, ¿cuándo tienes pensado hacer la junta con el equipo? De eso depende qué dibujos se llevarán primero mi atención.
—Quería juntarnos el miércoles para ver qué historia hacer —llevó su mano a la nariz—. Me cayó una gota.
—Tal vez un pájaro te orinó —bromeó y al instante un par de gotas le cayeron en la cabeza—, espera, ¿sí es un pájaro?
—No, es lluvia —dijo quitándole el paraguas a Pascu para abrirlo—, y te burlaste de mí por haberlo cargado.
—No había indicios de lluvia —se defendió mientras se colocaba a lado de Rodri para cubrirse con el paraguas.
Mientras caminaban, lluvia poco a poco fue incrementando su intensidad, cubriendo las calles con una capa de humedad y dejando en el aire el olor característico del clima.
—¿Qué te parece destripar una canción? —Preguntó Rodri al actor, sujetando con fuerza el paraguas mientras una pequeña ventisca los envolvía.
—¿Destripar?, ¿ahora? —Preguntó sorprendido—, ¿acaso has cogido inspiración?
—Algo así, el clima suele ayudar —dijo con algo de ironía—, ¿entonces?, ¿qué historia se te ocurre?
Pascu permaneció en silencio un par de minutos antes de responder.
—Creo que es hora de hablar de nuevo sobre el Gran Conejo y el Perro colosal.
—¿Lo dices enserio?
—Claro, hace mucho que sacamos la canción del conejo pero de ahí no volvimos a hablar de su universo. —Ambos se detuvieron en espera de que el semáforo cambie su color para que puedan cruzar la calle—. Se me ocurre que quizá podamos hablar sobre el entrenamiento que tuvo el Perro Colosal siendo discípulo del conejo.
—No la tuvo fácil, el conejo era muy exigente con él para que pudiera llegar a ser un diplomático —comentó para luego cruzar la calle junto con Pascu—. Me gusta, deja pienso en el inicio.
—Técnicamente tú eres el conejo y yo soy el grandioso perro, así que dime, tú como conejo ¿qué me harías a mí como tu discípulo?
—No me la pones fácil con esa analogía —dijo con una sonrisa para pensar en su respuesta. Asomó un poco la cabeza por un lateral de la sombrilla para ver las gotas de lluvia y una idea se le vino encima—. Yo, como conejo entrenando a mi discípulo, tendría que enseñarle a perseguir sus objetivos por más escurridizos que sean, es por eso, Perro Colosal Álvaro —detuvo su andar haciendo que Pascu haga lo mismo— que tendrás que perseguirme para aprender.
Rodri cerró el paraguas y comenzó a correr sin importar mojarse con la ya intensa lluvia. A Pascu le tomó un minuto entender lo que había pasado antes de emprender la carrera en busca de atrapar a su amigo.
—¡Vuelve aquí, conejo! —Dijo mientras esquivaba con cuidado a las personas con las que se encontraba durante su carrera.
Pascu sabía que Rodri no tenía la condición física suficiente para correr demasiado y mucho menos en suelo mojado, por lo que sacó ventaja de ello para aumentar su velocidad y así acercarse más rápido al compositor. En cuanto a Rodri, decidió sorprender a su amigo, así que al doblar una esquina permaneció oculto ahí a la espera de que Pascu llegara y, cuando este dobló con la intención de seguir corriendo, Rodri salió de su escondite para asustarlo, logrando que Pascu perdiera el equilibrio.
—¡Álvaro! —Exclamó tomando con fuerza la mano al contrario y jalándolo hacia él para evitar que se caiga—. Lo siento, eso fue demasiado.
—Está bien, no pasó nada serio —respondió Pascu una vez que Rodri logró atraerlo hacia él—, gracias por evitar una tragedia.
—No soy capaz de verte en el piso ahora.
Ambos se comenzaron a reír de tan solo imaginar que Pascu en verdad se haya podido caer, segundos más tarde, se miraron a los ojos con una sonrisa, dándose cuenta de la cercanía que en ese momento tenían y que les permitía ver lo empapados que estaban.
—Tu persona especial debe estar afuera esperando...
Las palabras de Miguel resonaron en la cabeza de Pascu por un momento mientras observaba de cerca a Rodri. No se había percatado de lo bien que se veía con el cabello mojado y, en ese momento, se veía radiante con ese brillo que tenía en sus ojos esmeralda y la hermosa sonrisa que esbozaba.
—Piensa en ese posible “él”...
Sin darse cuenta, Pascu comenzó a acercarse aún más a Rodri, dirigiendo su rostro hacia el de él, buscando inconscientemente los labios del contrario.
—En casa tienes una muda de ropa —dijo Rodri para alejarse del actor—, puedes cambiarte ahí.
—S-sí... lo haré y luego me iré a mi departamento.
Rodri se puso de espaldas a Pascu y abrió el paraguas.
—O puedes quedarte a dormir como siempre.
Pascu se sorprendió por lo que dijo. Miró hacia arriba y cerró los ojos dejando que las gotas de lluvia cubrieran su rostro antes de responder.
—Tu sofá es más cómodo que mi cama.
Se acercó a Rodri para cubrirse con el paraguas y ambos continuaron su andar por unas cuadras más ante de llegar a la casa del compositor, dejando que el sonido de las gotas de lluvia chocando con el paraguas los acompañara en su trayecto. Aunque en ese momento estaban en silencio, la mente de Pascu estaba hecha un desastre con lo que había pasado y sus pensamientos no lograban darle una respuesta lógica a lo que estuvo a punto de hacer; las palabras que hace semanas Miguel le había dicho, tenían sentido, podría haber un “él” pero...
«No puede ser él...»

