Dos palabras | Capítulo 03. Atardecer.

Pánico, ansiedad, emoción, nervios... Hange se encontraba hecha un completo caos en ese momento y lo único que se le ocurrió fue acudir a Nanaba y a Nifa para desahogarse y pedir ayuda pues ni ella misma sabía qué es lo que debía hacer. Al volver de su viaje de estudio y llegar a su departamento, Moblit tardó dos días en tomar valor para decirle a Hange cuál sería el castigo para ella tras haber perdido el juego de atrapadas que armaron con Nanaba.

—No sé si es un castigo como tal, quizá para ti sí lo sea y estás en todo tu derecho de verlo de esa manera, pero en mi caso siento que sería más una petición.

—Moblit, deja de darle vueltas al asunto y dime de una vez qué es lo que quieres que haga.

—Está bien, te lo diré —respiró profundamente, tratando de reunir todo el valor del mundo para decirle sus intenciones a Hange que, de no ser por Levi, Erwin y Mike que se enteraron de lo sucedido y ejercieron presión sobre él, el supuesto castigo que estaba a punto de decirle a la joven jamás se le habría ocurrido—. Hange, lo que quiero es... mi petición es... quiero que tú... —le era tan complicado decirle lo que quería directamente que toda su cara se empezó a tornar de un color rojizo además de que ya le costaba articular palabra alguna.

—Oye —tomó al chico de su muñeca izquierda y lo atrajo hacia ella para que se sentara a su lado sobre el sofá—, no tienes que ponerte tan nervioso, aceptaré el castigo que me pongas incluso si se trata de una petición como mencionas —sonrió—, está bien, tan solo tranquilízate y dime qué es lo que tengo qué hacer.

Moblit asintió a sus palabras para volver a respirar profundamente antes de hablar.

—Hange, quiero que tú... a-aceptes salir conmigo.

—¿Salir? —Preguntó confundida.

—S-sí —tomó a la mujer de las manos—, quiero que tú y yo tengamos una cita.

Era la primera vez que alguien le pedía salir a Hange y lo menos que se esperaba era que fuese Moblit quien se aventurara a hacerle tal petición. Por un lado estaba feliz de que su amigo, el chico del que se había enamorado, le haya propuesto tener una cita, pero igual estaba aterrada porque jamás había salido con alguien y no tenía la menor idea de qué hacer.

—Vamos por partes —mencionó Nanaba al tiempo que le daba una taza de té a su amiga—, ¿te dijo a donde irán?

—No, pero me dijo que no sería nada extravagante ni extraño, que sería una salida tranquila —llevó la taza de té a su boca—, eso me pone más nerviosa.

—Al menos no te tirará al río otra vez —bromeó Nifa—, ¿será en el día o en la noche?

—Al atardecer, me dijo que estuviera lista como a las seis.

—Quizá te lleve a cenar, pero tampoco estamos seguras y eso hace más complicado ayudarte a elegir un atuendo.

—Esperen aquí —Nifa se levantó del sofá mientras colocaba su celular en la oreja y se alejaba de las dos chicas. Minutos más tarde, volvió con un brillo en los ojos—. Vamos al centro comercial, buscaremos el atuendo perfecto para ti.

—Ni siquiera sabemos a donde irán —comentó Nanaba a lo que Nifa se acercó a ella para susurrarle al oído— oh... vayamos ahora.

—Pero acabas de decir... Nifa, ¿con quién hablaste?

—Con Keiji, Hange y él sabe cosas.

—¿Te dijo cuál es el plan de Moblit?

—Vámonos —Nanaba tomó a Hange de los hombros y la empujó hacia la puerta.

—Pero, no necesito más ropa.

—¡Sí necesitas! —Respondieron las dos chicas al mismo tiempo.

Eran las once cuarenta de la mañana y, llevándose a rastras a Hange, se dirigieron al centro comercial para buscarle un atuendo lindo y adecuado para la ocasión a la científica, teniendo ya una idea clara en mente debido a que Keiji le explicó a Nifa en la llamada el lugar a donde Moblit llevaría a Hange. Pasaron de tienda en tienda obligando a la joven a probarse la ropa que le elegían y en todas Hange terminaba por salir corriendo tratando de escapar de sus dos amigas; así estuvieron repitiendo el ciclo hasta casi las dos de la tarde cuando se resignaron a entrar a la última tienda, quedándose Nifa y Nanaba afuera de los vestidores en espera de su amiga que entró a probarse el último atuendo que le dieron.

—¿Cómo vas? —Preguntó Nanaba al acercarse a la puerta del vestidor dónde estaba Hange.

—Creo... que me lo quiero llevar.

El reloj marcaba las seis de la tarde en punto y el sol comenzaba a ocultarse entre el horizonte, pintando el cielo con un tono naranja, amarillo y rosa, anunciando la llegada del atardecer. Nifa y Nanaba se encargaron de arreglar a Hange para su tan ansiada cita con Moblit y no pudieron quedar más que satisfechas con el resultado pues la joven se veía hermosa con el atuendo que había elegido usar.

Las dos chicas llevaron a su amiga al lugar que Keiji les había indicado: el parque ecológico de la ciudad en dónde Moblit la estaría esperando en el jardín de girasoles que se encontraba dentro. Al llegar, Hange quedó sorprendida por el detalle que Moblit había armado pues había organizado un picnic para los dos, teniendo un mantel de franjas rosas y blancas en el césped y encima de este había manzanas y uvas verdes, dos platos con spaghetti, una charolita con dos cupcakes adornados con un betún rojizo en forma de rosa, dos copas y un balde con una botella de vino entre hielo; además, Keiji y Abel se las ingeniaron para ayudar a Moblit a colgar pequeñas mariposas de papel morado que él mismo había hecho para la ocasión.

—Esto es hermoso —mencionó Hange con una enorme sonrisa y un brillo en los ojos por la sorpresa del contrario.

—Tú eres la que se ve hermosa —comentó Moblit, un poco sonrojado, al ver a la chica llevando puesto un vestido floreado y el cabello recogido en una coleta alta con un mechón de cabello suelto en cada lado de su rostro que, a sus ojos, la hacia lucir espectacular—. Te traje esto —le extendió una rosa envuelta en un papel celofán con un pequeño lazo en medio.

—Es muy bonita, gracias —le sonrió teniendo un leve rubor en las mejillas.

Moblit le extendió la mano para ayudarla a tomar asiento y así disfrutar del picnic al atardecer que había hecho para los dos. Al igual que ella, también era la primera vez que tenía una cita con alguien y el hecho de que fuese con la persona de quién estaba enamorado, fue lo que lo orilló a planear una cita especial para ambos.

—Esto no es para nada un castigo.

—Te dije que era más una petición —respondió el joven dejando salir una risa nerviosa—. Gracias por haber aceptado.

—Gracias por haberme invitado.

El sol se terminó de ocultar dejándolos a merced de una noche estrellada que rodeaba una luna creciente que levemente brillaba. En aquél jardín, los dos quedaron iluminados por las luces de color amarillo que alumbraban todo el lugar, dando un ambiente más romántico pues la luces eran muy suaves y daba una sensación de intimidad entre las personas que se encontraban tanto en el parque como en el jardín.

Tras beber un poco de vino, los dos se miraron a los ojos para luego fijar la vista en los labios del contrario. Morían de ganas por besarse y sentir la calidez del otro, pese a que la razón les decía que se detuvieran, fue el corazón el que tomó las riendas de la situación, haciendo que ambos acercaran lentamente sus rostros hasta poder sentir la respiración del otro.

—H-Han...

—No digas nada —pidió en voz baja.

Los dos cerraron los ojos y unieron sus labios en un tierno beso que los hizo ruborizar mientras sus corazones latían con fuerza ante la sensación de estar besando a la persona que tanto amaban. Se separaron unos milímetros para sonreír y después volver a unir sus labios al tiempo que se envolvían en un cálido abrazo; ese día fue la primera cita de ambos y también fue el primer beso de ambos.

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