El último show | Capítulo 26. Pistola.
Pánico, confusión, preocupación, impotencia, miedo... más de una reacción se podía apreciar y eran personas en específico que tenían sentimientos encontrados por la situación, pero dejándose consumir por la tensión y el temor. Ante la conmoción de los ahí presentes, bastó escuchar un grito desgarrador para entender que ese trágico evento había dado un giro para mal.
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26. Pistola.
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*Tres horas antes*.
—No irás.
—¡Miguel! —Reclamó Alex al tiempo que se reincorporaba en la cama sentándose y dejando caer el paño húmedo que le habían colocado en la frente—. Acordamos que hoy pasaríamos tiempo de calidad como familia.
—Pero amaneciste con temperatura alta, no voy a dejar que salgas a la calle así.
—No estoy tan mal —dijo esto último comenzando a toser, por lo que se obligó a parar en seco—. Me atraganté con mi saliva —se excusó aguantando las ganas de seguir tosiendo.
—Olvídalo, te quedarás en cama.
—Esto es basura —bufó recostándose de nuevo para fijar su vista en Ramsés—, ¿me ayudas?
—Si sales, corres el riesgo de empeorarte y contagiar a terceros, así que olvídalo —respondió para colocarle el paño húmedo en la frente—. No seas tan irresponsable.
—No es eso, tan solo esperaba distraerme después de librarme de una carga.
—¿La misión ultra secreta de hace dos días que no quisiste contarnos pero que curiosamente Helena y Javier sí saben?
—Exacto —contestó la joven quien no les había dicho sobre su casting y tampoco pensaba hacerlo hasta tener los resultados—, de hecho es probable que me haya enfermado por el estrés de hace dos días.
—Y por eso te quedarás a descansar —mencionó Miguel para acercarse al rostro de Alex y depositar un beso en su mejilla izquierda—. Saldremos otro día, ¿de acuerdo?
—No me lo digas como si fuese una bebé.
—Eres una bebé —respondieron los dos mayores al mismo tiempo, dejando sorprendida a Alex.
—Escucha, Miguel y yo iremos a hacer la despensa, de paso iremos a la farmacia para comprarte medicamento y volveremos, ¿de acuerdo?
—No es como si tuviera otra opción, ¿cierto? —Suspiró—, vayan con cuidado y me compran una tarta.
—Tampoco te aproveches —le dijo Miguel para intercambiar una sonrisa con Alex y salir de la habitación junto a Ramsés.

El sonido de la manecilla del reloj marcando el pasar de los segundos era lo único que se escuchaba en la sala de aquél departamento con las paredes pintadas de color azul marino. Pascu y Helena yacían sentados en dos sillones distintos pero quedando frente a frente; el ambiente que los rodeaba estaba tan tenso, que nadie sería capaz de acercarse a ellos.
—Hace dos días, tú... mi culpa... —dijo Pascu sin poder ocultar su nerviosismo, moviendo el talón de su pie izquierdo de arriba a abajo contra el piso— ayer traté... no estabas... mierda —exclamó esto último en voz baja para frotar su cara con ambas manos.
—“Hace dos días, tú sufriste un colapso con la llamada que te hice a último momento, por lo que el estrés infernal que tuviste y que quedaras afónica por ello fue mi culpa. Ayer traté de hablar contigo pero no estabas, saliste temprano y no volviste hasta la noche para dormir. ¡Mierda! Esto es tan difícil, soy un completo y patético idiota”, es eso lo que querías decir, ¿cierto?
—Lo de “completo y patético idiota” tú lo agregaste.
—Estoy en mi derecho de hacerlo, porque en verdad eres un idiota en toda la extensión de la palabra —comentó Helena para cruzar las piernas—, ¿y bien?, ¿qué es lo que quieres?
—No me trates con tanta frialdad.
—¿Y cómo esperas que lo haga después de la manera en la que me trataste y de la tontería que hiciste?
—Cierto, estás en tu derecho de tratarme de esa manera, merezco tu indiferencia y tu desprecio, incluso te firmaré tu renuncia si así lo deseas. Me sobrepasé contigo, siendo mi representante y siendo mi amiga, no merecías lo que te hice y mucho menos después de todo el apoyo que me diste.
—Me da gusto que lo veas de esa manera, porque en definitiva ya no seré tu representante —al decir esto, Pascu bajó la cabeza asintiendo, por lo que Helena se levantó del sillón para acercarse a él y tomar su mentón con una de sus manos, obligándolo a mirarla a los ojos—; seré la perra más desquiciada que hayas conocido y te obligaré a ser mi esclavo —dijo para alejarse de Pascu dando dos pasos hacia atrás y meter sus manos en los bolsillos de su pantalón, dejando al contrario con una expresión de sorpresa y confusión—. Realmente pensaba renunciar, incluso tengo lista mi carta para que la firmes —suspiró—, pero es un hecho que no vas a poder hacer nada sin mí.
—Porque soy un completo y patético idiota —la mujer asintió intercambiando una pequeña sonrisa con él—. Helena yo...
—Dame un solo motivo para quedarme y que valga la pena.
—Me disculparé de rodillas.
—Eso de por sí lo ibas a hacer.
—Creí que lo pasaste por alto —comentó para dejar salir un suspiro—. Ya no habrán más excusas.
—Álvaro —exclamó Helena sin poder ocultar su sorpresa—, ¿estás seguro?
—Demasiados problemas te ocasioné con ello, así que sí, ya no más.

Había pasado una hora desde que Ramsés y Miguel salieron a hacer las compras del día. Primero fueron a hacer una parada en el banco para retirar el dinero que necesitarían para sus diligencias con la esperanza de que sería algo rápido con el cajero automático pero por desgracia se encontraba fuera de servicio, cuestión que los llevó a formarse en la larga fila de usuarios que, al igual que ellos dos, retirarían dinero directamente de la ventanilla.
—No saldré de aquí hasta mañana —comentó en voz baja pero fue suficiente para que la persona que estaba delante de ella volteara a verla—. ¿Miguel?
—Sabía que conocía esa voz —dijo para darle una ligera palmada a Ramsés en el brazo para que igual volteara.
—De todos los lugares existentes, este es el último dónde esperaría encontrarte, Oli.
—Gusto en verte, Ramsés —respondió la mujer mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja—. ¿Cuánto tiempo llevan aquí?
—Como diez minutos, pero todo indica que estaremos aquí por unas horas.
—Y los demás bancos igual están al tope —se quejó para dejar salir un suspiro—, hoy no es mi día.
—Pero te acabas de reencontrar con dos amigos, ¿eso no mejora todo?
—Miguel, ustedes están un puesto antes que yo, en este punto no los considero amigos si puedo quitarlos de la fila para cobrar antes.
—Ni se te ocurra tocar a Miguel —mencionó Ramsés, abrazando de medio lado a su esposo a modo de protección—, primero despeino tu brillante cabello antes de que quites a Miguel de la fila.
—Quiero ver que lo intentes, anciano.
—Ya había olvidado las patéticas discusiones que solían tener, dejándome a mí en discordia —dijo Miguel esbozando una sonrisa.
Los minutos iban pasando mientras la fila avanzaba y se hacía cada vez más larga detrás de Oli quien había sido la última en formarse cuando se encontró con la pareja de artistas. Quizás un banco no era el mejor lugar para entablar una plática entre viejos amigos que llevaban años sin verse, pero en ese momento lo pasaron por alto y, mientras esperaban a llegar por fin a las ventanillas, se pusieron al día con los sucesos más importantes que habían tenido tras haberse separado años atrás.
Pese al hecho del triángulo amoroso del que Oli formaba parte y del cual Ramsés y Miguel trataban de solucionar entre las sombras, decidieron evadir el tema en ese momento para no arruinar el ambiente nostálgico que habían formado, además de que ya llegaría el tiempo y lugar adecuado para hablar al respecto.
—Sólo ocho personas más y por fin pasaremos nosotros.
—Y hay como quince personas detrás de ti, Oli —comentó Miguel—, y eso solo porque cerraron la puerta, de lo contrario habría más personas formadas aquí.
—Igual y cuando nosotros salgamos abrirán la puerta nuevamente para que entre otra tanda de personas —Ramsés volteó a ver hacia las ventanillas—. Lo lamento tanto por los empleados de aquí.
—La hora y media que llevamos esperando no se compara con las horas que ellos llevan trabajando —mencionó Oli mientras consultaba su reloj de mano—. Hablando de tiempo —fijó su vista en Miguel—, ¿hasta cuándo estarás en Madrid?
—De momento serán seis meses, pero si logro acoplarme a trabajar desde aquí, ya no será necesario viajar de nuevo, lo cual espero que así sea porque no creo soportar alejarme de Ramsés otra vez —respondió haciendo que su esposo volteara a ver hacia otro lado para disimular su sonrojo—. Además, él tiene un proyecto en puerta y aún no se decide a iniciar.
—¿Proyecto? ¿De qué se trata?
—¿Recuerdas a la protagonista de la obra de Rodri? —Ella asintió—. Antes de que las funciones iniciaran, le pidió a Ramsés que le diera clases particulares de canto para que pudiera afinar más su voz y así estuvieron por varios meses hasta que la obra se estrenó. Recientemente Alex retomó el tema y le sugirió que nuevamente empezara a dar clases de canto como hacia años atrás, pero esta vez abriendo campamentos tanto presenciales como virtuales para llegar a más gente.
—La idea me parece perfecta. Cuando Ramsés daba clases tenía que abrir varios cursos porque las personas querían inscribirse a su compañía.
—Lo mismo le dije, pero aún anda indeciso en hacerlo.
—¿Por qué? —Le preguntó directamente a Ramsés.
—Es un proyecto grande, incluso si cuento con el apoyo vocal de Miguel, voy a requerir de más personas capacitadas para dar clases y llevará tiempo reclutarlas además de organizar todo, dar publicidad y conseguir que se inscriban a los campamentos. No es algo que pueda hacer de inmediato y tampoco estoy seguro de poder sacar a flote el proyecto.
—¿Y si Oli nos ayuda? —Preguntó Miguel con cierto entusiasmo—. A nivel vocal es una experta.
—Espera, Miguel, hace mucho que no canto.
—Tal vez solo requieras un poco de afinación, pero la voz sigue ahí.
—Concuerdo con Miguel —dijo para mirar a la mujer a los ojos—, Oli, no voy a poder hacer esto solo, realmente me sería de mucha ayuda tenerte en el proyecto, más que todo porque sé lo que eres capaz de hacer a nivel vocal.
Oli permaneció en silencio unos segundos tratando de encontrar una respuesta para Ramsés y, justo cuando abrió un poco la boca para decir algo, todas las personas que se encontraban en el banco dejaron de hablar.

—Ya no tienes temperatura, pero tienes la nariz congestionada.
—Te maldigo, pista de hielo —se quejó Alex antes de sonar su nariz con un pañuelo—. Igual y en estos momentos estaría ardiendo en fiebre de no ser porque ustedes me trajeron medicamento.
—Considéranos como tus salvadores de enfermedad —comentó Pascu entrando a la habitación de la joven.
—No voy a hacerlo cuando la verdadera razón por la que iban a venir era para hablar con Miguel.
—Al final venimos por ti.
—Corrección —intervino Helena—, yo soy la que vino por ella porque en la llamada dijo que se sentía terrible y sus padres sustitutos no habían vuelto con las medicinas, tú solo me acompañaste para esperar a que Miguel volviera de comprar.
—No me hagas ver cómo una mala persona —reclamó Pascu logrando sacarle una pequeña risa a la más joven de los tres—. A todo esto, ¿hace cuánto tiempo que se fueron?
—Hace casi tres horas, más o menos —respondió sin poder pronunciar correctamente la letra “n” por la congestión de su nariz—. Pero ni siquiera han ido al supermercado, le mandé mensaje a Ramsés hace media hora y me dijo que han estado todo este tiempo en el banco esperando su turno para retirar dinero.
—Sí lo creo, vi en Twitter que los bancos estaban a tope y los cajeros dejaron de funcionar correctamente.
—Lo cuál significa que tendremos que cuidarte hasta que ellos regresen, así que Helena, pide algo de comida y yo voy a buscar algún programa para que veamos.
Dicho esto, Pascu tomó el control del televisor que Alex tenía en su habitación y, al encenderlo, lo primero que se visualizó fue un canal de noticias cuya transmisión dejó sorprendido a los tres.
—Lo que parecía ser un simple asalto, se terminó convirtiendo en un acto de terrorismo debido a que un grupo de delincuentes, que hasta el momento sabemos que son cuatro, ha tomado a los civiles que se encontraban dentro del banco como rehenes, amenazando constantemente con arrebatarles la vida con las armas de fuego que tienen. Según nos informan, hay un total de veinticuatro personas encerradas con ellos de los que no se sabe si se encuentran heridos.
—Es una tragedia que lamentablemente se está llevando a cabo en nuestra ciudad. Las autoridades están haciendo todo lo posible por salvar a los rehenes por lo que están tratando de negociar con este grupo de delincuentes pero mientras logran rescatar a todos ya han rodeado completamente el edificio con patrullas en tierra y francotiradores en los techos de los edificios cercanos, contando no solo con el apoyo de la policía de la ciudad, sino que también con parte del ejército militar y naval debido a la gravedad de la situación.
—Les mantendremos informados de este evento que esperemos se solucione lo más pronto posible, y les hacemos mención de las calles que en estos momentos se encuentran cerradas por este imprevisto ya que cada una de estas rutas conduce en dirección a “Banca March” de la calle Serrano, el banco que en estos momentos está siendo atacado.
Al escuchar esto, Alex se levantó de la cama con el semblante completamente pálido al mismo tiempo que el teléfono de Helena comenzaba a sonar.
—¿Javier?
—¿Sigues en el departamento de Alex?
—Sí, ¿por qué?
—¿Ramsés y Miguel están ahí? —Preguntó Rodri interviniendo en la llamada.
—Alex, ¿qué pasa? —Preguntó Pascu con preocupación al ver el estado en el que la chica se encontraba.
—E-Ese es el banco donde ellos...
Sin decir más, Alex salió corriendo a la velocidad más rápida que sus extremidades le permitían, siendo seguida por Helena y Pascu quienes detuvieron al primer taxi que vieron para tomar a Alex y dirigirse al banco. Justo como habían dicho en el noticiero, las calles cercanas al edificio habían sido cerradas, así que el taxista los acercó lo más que pudo en cuestión de minutos, que a la joven se le hicieron eternos, de manera que ellos tuvieron que terminar de recorrer el trayecto corriendo.
—¡Suéltenme!
—Señorita, no puede pasar —advirtió un militar que la había detenido para que no cruzara la cinta de color amarillo que habían colocado para retener a los civiles que se encontraban afuera del edificio.
—Usted no lo entiende, ¡ellos están ahí! —Exclamó al tiempo que Helena y Pascu llegaban al lugar.
—¿Alex?
La joven volteó a ver a Javier al reconocer su voz y no dudó en ir con él y con Rodri para abrazarlos con todas sus fuerzas, sintiendo que su corazón latía tan fuerte que en cualquier momento se le saldría del pecho.
El compositor y Javier se encontraban en una plaza cercana al banco y minutos antes habían localizado a Ramsés para invitarlo a tomar un café, pero él le dijo que no podía porque se encontraba en espera de retirar su dinero; no tardó en que la multitud de aquella plaza comenzara a hablar sobre el incidente y, como Javier sabía que Helena había ido al departamento de Alex, decidió llamarla con la esperanza de que le dijera que todos estaban ahí, pero no fue así.
—Ramsés y Miguel... —dijo separándose de ambos para aferrarse al brazo de Rodri— ellos están ahí...
—Descuida, los dos están bien y van a hacer todo lo posible para sacarlos de ahí —le dijo el mayor tratando de calmarla.
Ante las palabras de Rodri, Helena volteó a ver a Javier en busca de alguna información que le asegurara que ellos dos estaban bien, pero Javier solamente negó con la cabeza dándole a entender a ella y a Pascu que no sabían nada del estado en el que Ramsés y Miguel se encontraban. Un par de minutos más tarde, militares y oficiales de la policía comenzaron a moverse sujetando con fuerza sus armas, llamando la atención de todos los que se encontraban fuera del área restringida.
—¡Tomaron a un rehén! —Gritó uno de los militares.
Todos los ahí presentes yacían preocupados por las palabras de aquella autoridad y ante el pánico, la confusión y el miedo que la multitud tenía, la esperanza de que todo estaría bien se esfumó de inmediato ante el sonido de tres disparos provinientes de adentro del banco seguidos del grito desgarrador de una mujer. Nadie sabía lo que había pasado, pero se temían lo peor y la tragedia continuó cuando el grito de una segunda voz se escuchó.
—¡¡¡Ramsés!!!
Pascu y Rodri reconocieron las dos voces que se escucharon, Helena y Javier palidecieron al escuchar el nombre que habían gritado y Alex simplemente cayó de rodillas al piso mientras las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos; dejó de escuchar sonido alguno y lo demás que ocurrió frente a ella lo vio pasar en cámara lenta.
—Ramsés...
🐇 Cap. 27.

