Capítulo 10

—¿Erwin te está castigando?
—Si lo quieres ver de esa forma, sí.
—Pues tú sola te lo buscaste. Arriesgar tu vida a tal grado para tratar de capturar a un titán, ahora sí sobrepasaste tu límite.
—Riko —ambas chicas voltearon al escucharlo—, el comandante Pixis quiere vernos.
—Nos vemos —dijo despidiéndose de Hange.
Riko y su compañero usaron su equipo de maniobras para alejarse del muro. Hange permaneció sentada a la orilla del mismo observando a las afueras del distrito donde hace un par de horas la legión había partido a su exploración. Después de soltar un gran suspiro, se recostó teniendo la mirada fija en las nubes blancas que habían en el cielo.
—Líder de escuadrón, ¿no tiene trabajo por hacer?
—Moblit —se reincorporó mientras el joven tomaba asiento a su lado—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a cuidarla.
—Se supone que estarías en la exploración con los demás, ¿por qué te quedaste?
—Eso no importa.
—Claro que importa. A ustedes les avisaron con tiempo a comparación de nosotros, pudieron prepararse sin problema.
—No fue así, Hange, ni siquiera me dejaste explicarte, tan solo fuiste corriendo en busca del comandante —fijó su vista en las afueras—. Apenas hoy me enteré.
—¿Qué?
—El capitán le avisó a todos con una semana de anticipación, pero a mí no.
—¿Por qué?
—¡Están regresando!
Ante el avistamiento de la guarnición todos se prepararon para abrir las puertas del muro, pero hubo algo que alertó tanto a Moblit como a Hange.
—Son menos de la mitad.

—Nanaba —Hange la sostuvo de la cintura pues estaba a punto de caer—. ¿Qué pasó? ¿En dónde están los demás?
—No volverán —respondió con dificultad.
—¡Cuarto escuadrón, ayuden a los heridos! Moblit, ayúdame —dijo pasando uno de los brazos de Nanaba alrededor de su cuello al tiempo de que el mencionado hacía lo mismo—. ¿En dónde están los demás?
—Hange, somos todos los que quedan.
Ayudaron a Nanaba para que tomara asiento sobre una caja grande de madera que yacía en el piso. Moblit se retiró para buscar vendas y equipo de curación mientras Hange permanecía de pie frente a su compañera.
—¿Qué ocurrió?
—Bajamos la guardia. En todo este tiempo nos hemos enfocado en encontrar al titán colosal y al acorazado que nos hemos olvidado de los demás titanes. —Colocó una de sus manos sobre su espalda baja, cerrando momentáneamente sus ojos por el dolor que sentía—. Nos atacaron varios titanes entre diez y doce metros de altura; cada vez que creíamos que haber acabado con ellos, aparecían más y las pérdidas incrementaban.
Moblit regresó con un botiquín de emergencia improvisado y de inmediato procedió a curar las heridas del brazo de Nanaba.
—Erwin ordenó retirarse, ¿cierto? —Preguntó Hange mientras tomaba un poco de algodón con una pinza y la remojaba en alcohol para curar el labio inferior de Nanaba.
—Sí pero no salió como esperaba. Salían titanes por todos lados y dejamos de ayudar a los que se quedaban atrás —tomó la mano de Hange con la que curaba su herida—. Aún hay soldados allá afuera que permanecen con vida y nosotros los abandonamos.
—A estas alturas ya deben estar muertos.
—No, Hange, yo sé que siguen con vida —su voz comenzó a quebrarse—. Mi escuadrón está ahí —Moblit dejó caer una venda al piso al escucharla decir esas palabras—. Uno de mis soldados cayó al piso cuando su caballo fue sorprendido por una de estas bestias. Los demás de inmediato fueron a ayudarlo y entonces empezaron a aparecer más; varios soldados fueron a socorrerlos y cuando me estaba dirigiendo a ellos Ilse... —se detuvo un momento mientras las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos—. Ilse me grito que me detuviera, que ellos estarían bien pero que su capitán debía permanecer con vida a toda costa. No quería dejarlos, pero Mike tomó las riendas de mi caballo y... nos fuimos de ahí.
Hange y Moblit intercambiaron miradas tratando de encontrar las palabras adecuadas para decirle a Nanaba.
—Hange —tomó sus dos manos con fuerza—, necesito pedirte un favor.

—Dejar al cuarto escuadrón en el distrito fue la peor idea que haz tenido, Erwin.
—Las pérdidas no hubieran sido tan drásticas como ahora. El escuadrón de Hange y el escuadrón de Levi hubieran cesado los ataques con la sincronización que tienen.
—Pero al comandante se le ocurrió castigarlos —gruñó para darle una patada al escritorio—. ¿Te quedarás ahí sin decir algo?
—Los dos ya dijeron todo, fue un error haberlos dejado aquí.
La puerta de la oficina se abrió dejando entrar a Hange y a Moblit detrás de ella.
—Di lo que tengas que decir —mencionó Erwin cruzándose de brazos.
—Hay soldados allá afuera que aún permanecen con vida.
—No puedes asegurarlo, cuatro ojos. A estas alturas ya debieron haber sido devorados.
—Tampoco puedes asegurarlo, Levi, ninguno de nosotros puede asegurar lo que está pasando allá afuera, pero si tenemos una posibilidad de salvar a nuestros soldados entonces lo haremos —empuñó las manos y tomó aire antes de continuar—. Quiero una autorización para salir en una misión de búsqueda y rescate.
—¿Qué?
—Hange, es demasiado peligroso —respondió Mike—. Menos de la mitad de la legión regresó con vida y la gran mayoría se encuentra herido, no van a arriesgarse a salir nuevamente a una misión sin retorno.
—Nunca dije que los llevaría. —Los tres permanecieron en silencio, sorprendidos por lo que había dicho—. No voy a obligar a esos soldados a salir de los muros.
—Si crees que dejará que vayas tú sola, estás equivocada.
—No estaré sola, Moblit irá conmigo. —El mencionado dio un paso adelante pero permaneciendo todavía detrás de Hange—. Los dos saldremos del muro y encontraremos a esos soldados.
—¿Por qué sólo ustedes y no llevar a tu escuadrón?
—Quiero que permanezcan con vida.
—¿Y la vida de Berner no vale? —Preguntó Levi.
—De ser por mí Moblit permanecería en el distrito, pero es demasiado insistente. —Fijó su vista en Erwin—. No podemos seguir perdiendo más tiempo.
—¿Y de verdad crees que funcionará?
—Sólo perderías a dos soldados más.
Erwin tomó asiento frente a su escritorio, analizando detenidamente la situación en la que se encontraba. Ya había perdido a más del cincuenta por ciento de la legión y no estaba en condiciones de dejar esto a la suerte.
—Realmente estás ansiosa por morir, ¿verdad? —Suspiró—. Iré contigo.
—¿Por qué?
—"Si tenemos la posibilidad de salvar a nuestros soldados, entonces lo haremos." —Un leve sonrojo apareció en las mejillas de Hange—. Erwin, deja que nuestros escuadrones vayan a la misión.
—¿Qué? Pero...
—Piensa un poco, cuatro ojos —la interrumpió—. Nuestros escuadrones están sincronizados, en cada expedición trabajamos juntos y en estos momentos somos los únicos que pueden ir a esa expedición.
—Bien —volteó a ver a Moblit, quien asintió, para después dirigirle la mirada a Erwin—. Lo que tengas qué decir, dilo.
—Vuelvan con vida.

Los dos escuadrones montaron sus caballos y salieron de los muros con el objetivo de encontrar a sus compañeros y regresarlos al distrito.
Antes de salir, Nanaba le dio su equipo de maniobras a Moblit pues este le había entregado su equipo a Ilse antes de la expedición. De esa manera los ocho soldados liderados por Levi y por Hange se encaminaron a lo que en esos momentos era la misión más peligrosa de todas.
—A la izquierda —avisó Petra—. Es uno de ocho metros.
—Y tiene compañía —mencionó Keiji al ver dos titanes más acercarse.
—Capitán —llamó Gunther—, detrás de nosotros vienen dos más.
—Son de tres y cinco metros —añadió Aurou.
—¿Qué hacemos? —Preguntó Nifa.
Levi y Hange intercambiaron miradas al mismo tiempo que vislumbraban a más titanes acercarse hacia ellos. Tomaron con fuerza las riendas de sus caballos para después dar una sola orden a sus soldados.
—¡Formación subterránea!
Ante las palabras pronunciadas por ambos, los ocho soldados asintieron para acatar aquella orden dictada.
Los dos escuadrones se dividieron en cuatro parejas y cada una se fue separando de la formación inicial, haciendo que los titanes que los perseguían se fueran dividiendo entre cada grupo.
Pese a que se habían separado de los demás, las cuatro parejas siguieron un camino que los llevaría al mismo punto de encuentro y esto mismo lo habían planeado momentos antes de salir de los muros pues habían previsto una emboscada por parte de los titanes.
—¿Lista para morir, cuatro ojos?
—Hagámoslo.
Hange soltó una bengala de color verde dando la señal de ataque a los demás soldados.
Levi se puso de pie sobre su caballo, desenvainó sus cuchillas y con su equipo de maniobras se fue directo hacia uno de los titanes. Hange permaneció cabalgando, sosteniendo las riendas del caballo de Levi y haciendo que los otros titanes la siguieran persiguiendo a ella mientras Levi los iba aniquilando uno a uno.
—¡Ahora, Hange!
Tras la señal de Levi, Hange desenvainó sus cuchillas y con su equipo se fue directo hacia un titán de diez metros que los iba persiguiendo. Una vez acabaron con ellos, fueron de nuevo por sus caballos y soltaron una bengala verde en espera de que sus escuadrones respondieran de la misma manera.
—Los cuatro ya respondieron.
—Entonces debemos seguir, aún no encontramos a los soldados y no estamos lejos del lugar de la emboscada.
—Levi —Hange señaló hacia el este haciendo que su compañero se detuviera para ver lo mismo que ella—. Acaban de lanzarla.
—Una bengala roja.

—¡Abran el muro!
La guarnición, los legionarios y el mismo pueblo fue directo a la puerta del muro para ayudar a los soldados que habían regresado de aquel infierno que habían vivido.
Los dos escuadrones habían logrado encontrar a sus compañeros, pero no todo fue tan sencillo. Varios de los soldados ya habían perdido la vida, otros estaban demasiado heridos que no pudieron sobrevivir en el camino y parte de los soldados que aún estaban vivos perdieron la vida tras la siguiente emboscada que tuvieron regresando al muro.
Sin embargo, a pesar de aquellas pérdidas que tuvieron, lograron traer de vuelta a un gran porcentaje de soldados que ya habían dado todo por perdido.
—De verdad lo lamento —mencionó colocando una mano sobre el hombro de Nanaba—. De verdad tratamos de hacer todo lo posible para que permaneciera con vida.
—Lo sé, Hange —respondió tapando nuevamente el rostro de aquél soldado.
—No pudimos encontrarlos a todos.
—Me trajiste a uno con vida —dijo señalando a un soldado que estaba siendo curado—. De verdad te lo agradezco.
—Haré lo posible por encontrar a Ilse y a Phill. Los encontraremos, Nana.
—Estoy segura de que así será.
—¡Moblit!
El grito de Nifa alertó a todos, incluyendo a Hange.
—Suéltame, Berner.
—No, hasta que te disculpes.
—Lo siento.
—¿Qué está pasando? —Preguntó Erwin al tiempo que Moblit dejaba caer a aquél soldado—. Berner, espero que tengas una explicación para todo este escándalo.
—Él dijo que la líder de escuadrón es una loca y que le sorprende que no nos haya abandonado para llevar a cabo uno de sus experimentos.
—Moblit —susurró Hange al acercarse junto con Nanaba.
—Nadie debe faltar al respeto a las autoridades y mucho menos a ella, quien fue capaz de arriesgar su propia vida con tal de traer de vuelta a nuestros compañeros.
—La defiendes más a ella que a tu propio capitán —mencionó Aurou.
—En realidad está defendiendo a su capitana —se cruzó de brazos—. ¿Estoy en lo cierto, Berner?
—¿De qué estás hablando, Levi? —Preguntó Hange.
—A partir de estos momentos, Berner forma parte del cuarto escuadrón.
—¡¿Qué?! —Exclamaron los dos escuadrones con sorpresa.
—¿Por qué lo estás destituyendo?
—Él fue quien tomó su decisión, Hange —dijo para voltearse y alejarse del lugar.
—Levi, espera —lo detuvo del brazo—. No lo entiendo, ¿por qué...?
—No me sirve de nada tener a un buen elemento en mi escuadra si su fidelidad está con alguien más —interrumpió—. Desde el momento en que decidió no ir a la expedición fue que entendí a la perfección que tú siempre fuiste su líder de escuadrón.
—Levi...
—Escucha bien, gafas de mierda, más vale que no lo arruines o me veré obligado a traerlo de vuelta a mi equipo.
Impulsivamente Hange abrazó con todas sus fuerzas a Levi dejándolo paralizado por la sorpresa del mismo mientras ella dejaba salir un solo susurro.
—Gracias.

—Líder de escuadrón, no creo que deba estar gritándole al comandante.
—¡Cierra la boca, Moblit!
Un año había transcurrido desde aquella expedición. Moblit había pasado a formar parte del escuadrón de Hange y no había tenido problema con ello pues la misma chica había cesado en su objetivo de capturar a un titán.
—¿Debo abandonar mi sueño? —Preguntó mientras yacía acostada sobre el regazo del joven—. Todos dicen que es una locura continuar con esto.
—¿Y desde cuándo le haces caso a los demás?
—Lo digo por ustedes. No me gustaría seguir poniendo sus vidas en riesgo por esto.
—Si no arriesgas tu vida, ¿realmente formas parte de la legión? —Preguntó con ironía—. No abandones esto, Hange.
Fue gracias a estas palabras que la chica siguió con persiguiendo su objetivo hasta la expedición número 49 en donde Erwin le había dicho que no capturarían a ningún titán.
—¡Líder de escuadrón!
Moblit estaba a punto de ir por su caballo para perseguir a su capitana, pero fue detenido por el mismo Erwin al tiempo que Levi y su escuadrón se encaminaban a la persecución.
—Si quieres convertirte en excremento de titán, entonces hazlo —sujetó con más fuerza el cuello del chaleco de Hange—. ¡Pero deja a los demás fuera de esto!
—Los titanes no defecan.
—¿Qué?
—Ellos no tienen un sistema digestivo.
—¿Cómo es posible que digas eso en estos momentos?
—Es que debía corregir tu información.
—¡Debí dejar que te devorara ese titán, gafas de mierda!
—Capitán...
—¿Qué quieres, Petra? —Al voltear fijó su vista hacia donde la joven señalaba—. ¿Qué demonios es eso?
—¿Ese titán lo hizo? —Preguntó Petra sin poder contener la sorpresa y el temor en su voz.
—"Expedición número 34".
—Eso fue hace un año.
Levi y Hange se miraron fijamente mientras el recuerdo de la misión de búsqueda y rescate invadía sus mentes.
Fueron cuestión de minutos para que volvieran al refugio donde la legión se había instalado.
—¿Y el titán? —Preguntó Nifa.
—Nos escargamos —respondió Aurou.
—Paso algo más, ¿cierto? —Mencionó Abel observando a su capitana y a Levi dirigirse con el comandante.
—Chicos, ¿recuerdan la expedición del año pasado? Cuando fuimos a rescatar a los demás.
—¿Qué pasa con ello, Petra? —Preguntó Keiji frunciendo el entrecejo.
—Encontramos a Ilse.
La expresión de los chicos cambió uno de sorpresa e incredulidad.
—¿En dónde está?
Tras la pregunta de Moblit, Petra bajó la mirada y negó con la cabeza.
—No puede ser —susurró Nifa para cubrir su boca con una de sus manos.
—Me dijo que haría algo para ayudar a la humanidad —cerró los ojos y soltó un gran suspiro—. Al final no pudo cumplir su objetivo.
—No estaría tan seguro —mencionó Aurou—. El capitán Levi encontró un cuaderno que le entregó a Hange.
—¿Un cuaderno? —Preguntó Abel.
—El legado que Ilse dejó a la humanidad.

