Capítulo 03

Habían transcurrido alrededor de treinta minutos de aquel combate. Ambos contrincantes estaban dando sus mejores golpes, y no, no lo hacían por dar una simple demostración, ese combate ya se había vuelto algo personal entre los dos; ¿la razón? Muy fácil, querían demostrar quién era el más fuerte de ahí.

—Ríndete, Hange. No podrás conmigo —la joven soltó una carcajada después de escucharlo decir esas palabras—. ¿De qué demonios te estás riendo?

—Por favor, Erwin, no seas ridículo. No me digas que lo olvidaste —con su brazo limpió el sudor que tenía en su frente—, ¿quién recibía las palizas en los entrenamientos?

Todos se sorprendieron ante las palabras de Hange. Si bien ella era fuerte, no la veían capaz de derribar a Erwin... ¿o acaso sí podría hacerlo?

—No llevar puestas tus gafas te afecta la vista, ¿cierto? ¿En dónde las dejaste?

—Qué comentario tan malo —suspiró—. Se las dejé a Moblit, no quisiera que terminaran más rotas de lo que ya están. Ahora, ven por mí, Erwin.

El mencionado se dirigió hacia ella para lanzarle múltiples golpes que Hange evadía con astucia, pero Erwin fue más listo. Mientras Hange estaba distraída esquivando los golpes, Erwin aprovechó para meterle el pie y ocasionar que se tropezara; justo en el momento en el que Hange trataba de mantener el equilibrio para evitar caer, Erwin le soltó una bofetada tan fuerte que se escuchó en todo el cuartel, dejando a los reclutas e instructores impactados, incluyéndolo a él mismo, pues aquel golpe le había roto el labio inferior a Hange.

—Ya veo —pasó su lengua por aquella herida que se había formado y después con su mano limpió la sangre que había brotado. Alzó la mirada hacia su oponente quien sintió escalofríos al ver la furia que había en sus ojos—. Erwin —sonrió—, ahora es mi turno.

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—El comandante retrocedió varios pasos. Ella tomó impulso y fue corriendo hacia donde estaba para abalanzarse sobre él.

—Fue tan ágil que un abrir y cerrar de ojos ella se había subido a su espalda y con sus piernas le aplicó una llave alrededor de su cuello.

—El comandante trató de liberarse, pero al ver que era inútil, se dejó caer hacia atrás haciendo que la señorita Hange se golpeara la cabeza contra el piso tras el impacto.

—Aprovechando que estaba aturdida, el comandante se liberó de su agarre y se colocó encima de ella para propiciarles otros golpes.

—Pero no contaba con que ella reaccionara tan rápido, así que antes de que el comandante lanzara el primer golpe, ella le dio una patada en donde el sol no le llega.

—Empujó al comandante para que se quitara encima suyo y, mientras él se retorcía de dolor, se puso de pie y se colocó frente a él.

—Antes de que el comandante pudiera hacer algo, ella dio una vuelta lanzándole una patada en el rostro para dejarlo inconciente.

—Y luego de eso, ella cayó rendida al suelo dando final al duelo.

—¡Fue el mejor combate de todos! —Exclamaron al mismo tiempo con un brillo en los ojos.

—Chicos, ¿pueden dejar de gritar, por favor? —Pidió Hange quien sostenía con ambas manos su cabeza vendada.

—¿Te quejas por un poco de ruido, Hange? — Preguntó con ironía Erwin, quien yacía con un trozo de carne cruda sobre su ojo izquierdo.

—Los dos se ven terribles —mencionó Petra.

—Las heridas de Hange son superficiales, solo es el golpe que recibió en la cabeza tras la caída y —Moblit tomó del mentón a Hange para observar mejor su labio inferior—, la herida ya está cicatrizando.

—Eso es bueno —dijo acomodándose sobre el respaldo de la cama para quedar sentada—. ¿Y Erwin cómo está?

—Múltiples moretones, el último golpe le dio fuerte en la cabeza además de que el ojo izquierdo y parte de su mejilla están completamente morados.

—Pero sigo vivo, Ral, eso es lo importante —mencionó Erwin a lo que Petra asintió—. Al menos disfrutaron de la demostración.

—¡Por supuesto que sí! —Exclamaron Nifa, Keiji y Abel con entusiasmo.

—Creo que ya debemos irnos.

—¿Por qué, Moblit? No seas aguafiestas.

—No es eso, Keiji, pero ambos necesitan descansar.

—Además, mañana podemos venir a verlos —mencionó Petra a lo que los demás asintieron.

—Por cierto, Hange —del bolsillo de su chaqueta sacó las gafas que le había guardado durante el combate—, ¿en dónde te las dejo?

—Mejor tíralas, el armazón está completamente roto, no me servirán para regresar al cuartel.

—¿Estás segura?

—Moblit, vamos —mencionó Nifa desde la puerta.

—Muy segura —respondió con una sonrisa, a lo que el joven asintió para salir de la habitación.

—Hange, Mike no debe enterarse de esto.

—¿Que no fuiste tú el que quería recordar viejos tiempos?

—Cállate —dijo lanzándole una almohada a la joven—. Buenas noches, Hange.

—Buenas noches, Erwin.

A la mañana siguiente, Erwin y Hange andaban caminando campantemente por todo el cuartel, como si no hubiese pasado nada, dejando a todos los reclutas sorprendidos, pues después de aquel combate todos esperaban que se quedaran en cama atendiendo sus heridas.

Las preguntas no se hicieron esperar. Ansiaban saber cómo es que Hange pudo haberle ganado a Erwin, por lo que este último les explicó que, no importa qué tanta fuerza bruta tengas, si tu oponente tiene agilidad y flexibilidad en su cuerpo, podrá ser más rápido y preciso en sus golpes, cuestión por la que Hange logró derrotarlo.

En el transcurso del día ambos estuvieron ayudando a los reclutas con sus entrenamientos, y caída la noche, en la habitación de ambos se reunieron con el grupo de soldados predilectos (Moblit y sus amigos) para compartirles sus anécdotas estando en la legión.

—Así que mañana es su último día aquí.

—Así es, Nifa. Debemos volver al cuartel y estoy segura de que nos espera mucho papeleo ahí.

—Sinceramente fue muy agradable conocerlos, los dos son increíbles.

—Gracias, Ral. A Hange y a mi nos ha encantado su compañía.

—Chicos, todavía nos queda un día aquí, así que nada de despedidas aún, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —respondieron todos con una sonrisa en el rostro.

Al día siguiente, los reclutas aprovecharon para hacerles infinidad de preguntas a ambos respecto a la legión. Anocheciendo comenzaron a despedirse, pues ambos partirían del cuartel al amanecer.

—Buenas noches, comandante Erwin —dijo haciendo el saludo militar.

—Buenas noches, Berner —respondió desde la puerta—. ¿Se te ofrece algo?

—Quisiera hablar con Hange.

Erwin dejó pasar a Moblit y este se dirigió al pequeño escritorio que había en la habitación, donde Hange se encontraba escribiendo varias notas en su cuaderno.

—Tienes la mano puesta en tu frente, eso significa o que te duele la cabeza o que te quedaste sin ideas.

—Moblit —la joven volteó y le dedicó una sonrisa—, ¿qué estás haciendo aquí?

—Vine a saludar. Espero que no te moleste.

—Por supuesto que no —señaló a la silla que estaba a su lado, indicándole al joven que se sentara en él.

—Aquí tienes, Berner —mencionó dejando una taza de té frente a él al mismo tiempo que tomaba asiento.

—Muchas gracias, comandante. —Fijó su vista en Hange quien aún mantenía su mano sobre su frente—. ¿Estás bien?

—Sí, es solo que estar tanto tiempo sin mis gafas ya me está afectando.

—En realidad por eso es que estoy aquí. Me pediste que tirara tus gafas, ¿recuerdas? —La joven asintió—. Bueno, aquí están. —De su chaqueta sacó las gafas de Hange.

—Moblit... qué es lo que...

—Se puede decir que las reparé para que te sirvan en tu regreso. Esto de aquí es un cinturón, solo lo adapté al armazón de tus gafas de forma que te lo amarrarías en tu cabeza y esto evitaría que se te cayeran; al menos solo para que puedas llegar al cuartel. —Del bolsillo superior de su chaqueta sacó una hoja doblada por la mitad—. Este es el boceto del prototipo pero aquí no tengo los materiales para hacerlo así que, bueno, cuando estés en el cuartel quizá lo puedas adaptar, claro, solo si tu quieres.

Hange tomó la hoja que Moblit le extendía. Estaba más que impresionada por la idea que le había planteado ya que nunca se le había ocurrido hacer algo así, además de que los bocetos del prototipo estaban bien hechos, cuestión que impresionó aún más a la joven por lo bien detallados que estaban los dibujos.

—Moblit yo, no sé qué decir. Gracias —le dedicó una sonrisa y le extendió sus gafas—, ¿me las puedes poner?

Moblit tomó aquellas gafas y se colocó detrás de Hange para colocárselas, explicándole la forma en la que ella se las podía poner y quitar. Cuando terminó de sujetar bien el cinturón, Hange sacó dos mechones de su cabello, uno por cada lado.

—Ahora solo bajamos las gafas —dijo colocándose frente a ella—, y es cuestión de acomodarlas en su lugar. —Cuando terminó de acomodárselas, por un instante se quedó perdido en la mirada de la joven.

—¿Y bien? ¿Qué tal me veo?

—Bonita... es decir, t-te ves bien, Hange —dijo esquivando la mirada para disimular su sonrojo.

—Moblit —colocó su mano en el mentón del joven para que este volteara a verla—, ¿te gustaría ver las estrellas?

—Lamento la demora.

—Está bien, no importa —respondió para voltear a verla—. ¿Por qué traes puesto tu equipo de maniobras?

—Te dije que veríamos las estrellas.

—Creí que nos sentaríamos a verlas.

—Eso haremos, pero no aquí.

Hange se acercó a Moblit y pasó una de sus manos alrededor de su cintura para atraerlo hacia ella.

—¿H-Hange?

—Relájate. Este será tu primer acercamiento con el equipo de maniobras. ¿Estás listo?

Con el corazón latiendo a mil por hora, Moblit asintió. Hange activó su equipo tridimensional y, con Moblit aferrado a su lado, comenzó a subir los techos de las cabañas hasta llegar al más alto de todos: el de la oficina central del cuartel.

—Listo —dijo una vez que llegaron al techo—, ¿qué te pareció?

—S-Sigo vivo... sigo vivo —Hange soltó una pequeña risa antes de sentarse sobre el techo—. ¿Así es como se siente?

—Fue un trayecto muy corto, pero sí, esa es la idea central.

—Increíble —dijo con un brillo en los ojos para tomar asiento a lado de la joven.

Los dos pasaron la noche en vela platicando sobre diversos temas. Moblit sentía que Hange lo entendía completamente, y ella sentía que por fin había encontrado a su confidente.

—¿Te volveré a ver? —Hange volteó a verlo mientras él mantenía la mirada fija hacia el cielo—. Mañana te vas y no sé si...

—¿Quieres que vuelva? Porque, estoy dispuesta a volver solamente si así lo quieres.

—¿Qué? —Preguntó completamente sorprendido.

—En estos tres días he creado un vínculo con los chicos, pero sobre todo contigo. No me gustaría que ese vínculo se perdiera.

—Entonces, ¿estás dispuesta a volver?

—Sí. Pero con una condición.

—¿Cuál? —Preguntó emocionado.

—El día que yo vuelva, quiero que pasemos la noche en vela admirando a las estrellas.

—Así será —dijo tomando las manos de Hange, cuestión que la tomó por sorpresa—. Te prometo que pasaré todas las noches a tu lado si así lo deseas.

—M-Moblit... —Un leve sonrojo apareció en sus mejillas.

Moblit tomó del mentón a Hange y le dedicó una sonrisa que fue correspondida. Poco a poco se fue acercando a su rostro hasta que...

—Gracias... por ser mi confidente.

Moblit permaneció estático, pues después de que Hange pronunciara esas palabras, lo envolvió en un cálido abrazo. Fueron cuestión de segundos para que el joven reaccionara y correspondiera a aquel gesto.

No sabía si Hange se dio cuenta, pero en lo que a él respecta, nunca dejaría de cuestionarse sobre aquella acción que estuvo a punto de concretarse.

A la mañana siguiente, justo cuando el sol comenzaba a salir, Erwin y Hange montaron sus respectivos caballos para regresar a la legión. Ambos fueron despedidos por los instructores y por el grupo de soldados predilectos que desde temprano se despertaron para decir adiós.

Hange le dedicó una sonrisa a su confidente que fue correspondida con la misma ternura de siempre. No se estaban despidiendo y ambos lo sabían perfectamente, pues aquella noche ambos se habían hecho la promesa de verse de nuevo para admirar las estrellas.

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