Capítulo 02

—Auch.

—Lo siento —observó detenidamente el rostro del joven—, ya dejó de salir sangre, pero tienes varios moretones. Creí que solo te había roto la nariz.

—No fue su culpa, es que hoy tuvimos entrenamiento cuerpo a cuerpo y no me fue tan bien.

—Los entrenamientos suelen ser muy duros, pero podrás con ello.

—Disculpe, comandante Zoë...

—No me llames así. No es necesario tanto formalismo, además, solo soy un soldado.

—Pero a comparación de mi, que soy un recluta, la debo tratar con respeto por ser una superior.

—En ese caso, te ordeno que me dejes de tratar con formalismo.

—Pero...

—Pero nada. Solo dime Hange, ¿de acuerdo?

—D-De acuerdo, Hange —respondió con una pequeña sonrisa.

—Así está mucho mejor, ahora, ¿qué es lo que me querías decir?

—Bueno, quería saber la razón por la que la legión está aquí.

—El comandante Shadis quiere extender la invitación a los nuevos reclutas desde ahora.

—Es muy pronto, ¿no?

—Debimos venir desde que empezó su entrenamiento, pero surgieron otras cuestiones y no fue hasta ahora que Erwin y yo pudimos venir. —Hange alzó la mirada para observar al cielo estrellado que los cubría—. Dijiste que te llamas Moblit, ¿cierto?

—S-Sí.

—Bueno, Moblit, ¿ya sabes a qué facción te vas a unir?

—Iré a la guarnición.

—¿Por qué?

—Es que... —suspiró—, no soy lo suficientemente valiente como para salir de los muros y tampoco me siento capaz de cargar con una responsabilidad tan grande como lo tiene la policía militar, pero, si puedo ayudarlos a ambos, entonces lo haré. La guarnición ve por el pueblo pero es el intermediario entre las facciones y, me siento capaz de poder ayudarlos estando ahí.

—Y aún con esa ideología, ¿no te consideras una persona valiente? —Moblit la miró con cierta sorpresa—. Con el simple hecho de haberte enlistado, ya eres alguien valiente.

—G-Gracias, Hange.

—La guarnición será muy afortunada de tenerte a su lado.

—¿Heh? Creí que me invitarías a la legión.

—¿Cómo puedo extenderle la invitación a alguien que le brillan los ojos con tan solo mencionar a la guarnición? —Le sonrió—. Estás decidido en lo que quieres hacer y eso es bueno. No tengo por qué intervenir. Además, es más fácil manipular a los más jóvenes que a los de tu edad.

—Sí, los demás son... espera, ¿qué?

Hange soltó una pequeña risa.

—Es obvio que no tienes trece años y está bien, hay que ser inclusivos con las personas que se quieren enlistar; digo, si hay soldados que pasan de los cincuenta años y siguen en servicio, ¿por qué no aceptarían a reclutas con otro rango de edad?

Moblit permaneció en silencio, incrédulo de lo que había escuchado. Aquella chica lo entendía y no lo juzgaba en lo absoluto a pesar de que tuviese un rango mayor que él.

—Hange, ¿por qué te uniste a la legión?

—¿P-Por qué quieres saber?

—Me da curiosidad, supongo. Si no te molesta, me gustaría saber la razón por la que te uniste y cómo te ha ido estando ahí.

—¿D-De verdad quieres saber?

—Sí, quiero saberlo todo, no importa qué tan larga sea la historia. Quiero saber todo, por favor.

Un leve rubor apareció en las mejillas de la joven. Que aquel chico se interesara en su historia era algo que no se esperaba en absoluto y menos después de haberle roto la nariz.

—Hange, ¿cuál fue la razón por la que decidiste enlistarte?

—Bueno, quería salir de los muros y saber cómo es el mundo.

—¡Hange!

—¡¡¡Presente!!! —Contestó sobresaltada.

—¿Se puede saber por qué te estás durmiendo?

—No sé de qué hablas, Erwin, yo estoy completamente despierta.

—Ajá, ¿a qué hora volviste anoche?

—¿De qué hablas?

—Ayer regresé a la habitación y no estabas, supuse que saliste a dar una vuelta pero no vi que regresaras, así que dime, ¿en dónde estabas y en qué momento regresaste?

—Pues, pasé toda la noche afuera. Regresé cuando el sol comenzó a salir —bostezó—. En resumen, agredí a un recluta.

—¿Que hiciste qué?

—Señor Erwin, los reclutas esperan.

—Gracias. Hange, quiero una explicación.

—Primero da tu discurso, señor —dijo de forma burlesca a lo que Erwin solo se limitó a sonreír.

—Atención, reclutas. Ellos son el líder de escuadrón Erwin Smith y la señorita Hange Zoë, ambos miembros de la legión de reconocimiento. Han venido aquí para hablar con ustedes, así que presten atención.

—Gracias, instructor Richards —mencionó Erwin para dar un paso al frente y comenzar con su discurso.

—¿En qué momento volviste a la cabaña? —Dijo en un susurro.

—¿Heh? Pues, ya estaba amaneciendo.

—¿Qué?

—Petra cállate —dijo asegurándose de que el instructor no los viera.

—Lo siento. Pero, ¿por qué te desvelaste tanto? ¿Qué estabas haciendo?

—Solo platicaba con alguien.

—¿Con quién? —Moblit sonrió y señaló hacia enfrente, justo donde se encontraba Hange—. No te creo.

—De verdad, Petra. Ella fue quien me rompió la nariz.

—Oigan, guarden silencio. Algunos sí queremos escuchar a la legión.

—Lo siento, Abel —mencionó Moblit con una sonrisa.

Todos escucharon atentos a las palabras de Erwin que, debían admitirlo, era bueno con los discursos.

—Al menos te mantuviste despierta.

—Soy un muerto viviente, Erwin.

—¿Ya me vas a decir dónde estabas?

—Pues...

—Hange —ambos voltearon para ver a aquel joven que la había llamado.

—¿Sigues con vida?

—Lo intento —respondió con una sonrisa—, ¿tú cómo vas?

—He estado peor. Erwin, él es Moblit Berner, un futuro miembro de la guarnición.

—Un gusto, Berner —dijo extendiéndole la mano, gesto que el joven correspondió—. Así que él es el responsable de todo.

—Lo siento, no fue mi intención que Hange se desvelara.

—¿Hange?

Moblit palideció ante el tono de voz que Erwin usó.

—M-Me refiero a la señorita Hange, digo, a la señorita Zoë.

—Tampoco te pongas así de nervioso.

—Lo estás intimidando, Erwin —se colocó a un lado de Moblit, apoyando su brazo sobre el hombro del joven—. Ignora a este grandote, no te hará nada.

—D-De acuerdo.

—Así que es verdad, el pequeño Moblit se hizo amigo de la legión —mencionó Keiji acercándose hacia ellos acompañado de los demás—. Te envidio, Berner.

—¿Son tus amigos? —Preguntó Hange.

—Sí. Él es Keiji y este de aquí es Abel, ambos se unirán a la legión.

—Un honor conocerlos, comandantes —mencionaron ambos reclutas haciendo un saludo militar.

—El gusto es nuestro, futuros colegas —respondió Erwin correspondiendo al saludo.

—¿Y tú quién eres, joven recluta?

—Nifa —respondió haciendo el saludo—, futura integrante de la policía militar.

—Estoy segura de que acabarás con la corrupción que hay ahí.

—S-Sí, ¡sí! Así lo haré, señorita Hange —mencionó con un brillo en los ojos.

—¿Y usted, recluta? —Preguntó Erwin.

—Petra Ral —respondió haciendo el saludo.

—¿A qué facción te unirás?

—A la guarnición, señor.

—¿Guarnición? —Hange volteó a ver a Moblit—. No debo hacer esto, pero la curiosidad me mata, ¿los dos son novios?

—¿Qué? ¡No! Solo somos amigos —respondieron al mismo tiempo completamente ruborizados.

—Yo igual creí que eran novios —comentó Erwin.

—Todos aquí lo creen —mencionó Nifa.

—Cambiemos de tema —dijo Moblit con cierta incomodidad—, ¿cuánto tiempo estarán aquí?

—Tres días —Hange volteó a ver a Erwin—. Oh, ¿acaso no te lo había dicho?

—Estás muerto, Smith.

—¡Genial! Una pelea de comandantes —mencionó Keiji con un brillo en los ojos.

—Eso no pasará. No hay forma de que nos vean a Hange y a mi peleando.

—¿Y si fuese por un entrenamiento? —Preguntó Petra.

—Supongo que no se pueden negar. En unos minutos comenzaremos con el entrenamiento cuerpo a cuerpo, creo que a todos nos haría bien ver una pequeña demostración.

—Nifa tiene razón —mencionó Abel—, si nos dan una demostración, nosotros aprenderíamos mucho.

—No creo que sea una buena idea.

—¿Al instructor Richards le pareció que esto sería una buena idea?

—Vamos a morir, Erwin.

Ambos se estaban preparando para dar esa demostración de combate. Todos los reclutas estaban emocionados por presenciar dicha escena, sobre todo Keiji y Abel, quienes ya veían a los dos mayores como sus ejemplos a seguir.

Erwin y Hange se posicionaron, quedando uno frente al otro. Todos permanecieron en silencio, o lo estaban hasta que...

—¡Tú puedes, Hange!

Los ojos de todos se posaron en aquel joven que había gritado. Hange le dedicó una sonrisa que lo hizo ruborizarse, pero, gracias a la iniciativa de Moblit, todos comenzaron a apoyar a su favorito.

—¡Sí, señorita Hange, usted puede!

—¡Demuéstrele quién manda!

—¿De qué hablan? ¡El comandante Erwin ganará!

—¡Usted puede, comandante!

—¿Ahora tenemos admiradores, Hange?

—Eso parece —respondió con una sonrisa—. ¿Estás listo, Smith?

—Cuando quieras, Zoë.

El instructor Richards se colocó en medio de ambos para dar inicio al combate.

—3... 2... 1... ¡Comiencen!

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