Capítulo 01

—¡Berner! ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Aumenta el paso!
—S-Sí señor...
—¡No te escucho!
—¡S-Sí señor! —Cuando el instructor se alejó, se detuvo para recargarse sobre sus rodillas y poder tomar aire—. Voy a morir aquí...
—¿Llevo flores blancas a tu funeral?
—Sería un buen gesto de tu parte —tomó la mano que Petra la extendía para reincorporarse—. Ojalá tuviera tu condición.
—La tendrás. Ahora vamos antes de que el instructor regrese y nos grite a ambos.
—¿Cuánto falta?
—Dos vueltas más al bosque.
—Voy a morir...
—¡Berner! ¡Ral! —El instructor se dirigía hacia ellos ya que había escuchado a Petra soltar una carcajada.
—Oh no.
—Vamos a morir.

—¡Hange!
—¡¿Qué?! —Respondió dando un sobresalto—. ¿Q-Qué pasa?
—Estabas por caerte del caballo —se detuvo a su lado para tomar las riendas de su corcel—. ¿Te estás durmiendo?
—Tú qué crees —suspiró—. Erwin, necesitamos descansar, llevamos cabalgando toda la noche y casi es medio día, necesito dormir. Además, es peligroso que estemos afuera a esta hora, no contamos con las fuerzas para enfrentar a los titanes.
—Supongo que tienes razón. Avancemos un poco más, hay una una pequeña cabaña donde podremos descansar.
—¿Cómo sabes de la cabaña? —Preguntó al tiempo que ambos retomaron su cabalgata.
—Shadis me habló de ella. Es como un refugio para los legionarios.
—No había escuchado nada sobre ello.
—Qué curioso. Creí que lo sabías ya que Shadis y tú...
—Cierra la boca. —Exclamó completamente ruborizada—. Eres detestable.
—Deberías agradecer que Mike no esté aquí, o esto podría ser peor.
—Los odio.
Después de cabalgar por un rato, lograron llegar hasta dicha cabaña, el cual contaba con un pequeño establo en donde Erwin acomodó a los caballos para después entrar a la casa.
—Es acogedor —dijo colocando la bolsa de provisiones sobre la mesa—. ¿Te parece que comamos algo primero? Si quieres puedes darte un baño en lo que... —Volteó dando un sobresalto—. ¿Hange?
La joven se había tumbado en una de las camas, quedándose profundamente dormida. Erwin le retiró las gafas al igual que el equipo de maniobras, cuidando de no despertarla.
Después de arroparla, comió una manzana y un poco de pan y, al igual que su compañera, se acostó en una de las camas para descansar.

—Auch.
—Lo siento, Petra.
—Está bien, no importa. —Moblit comenzó a vendar su brazo—. Tus heridas son peores que las mías.
—Tú estás llena de moretones. Estamos igual.
—Fue un entrenamiento muy duro.
—Las prácticas de pelea cuerpo a cuerpo son necesarias. —Terminó con el vendaje y le dedicó una pequeña sonrisa a su amiga—. Aún nos falta mucho, Petra.
—Lo sé —suspiró—. Pero ya sobrevivimos cuatro meses, podremos con esto, ¿cierto?
—Claro que sí. Ya verás que estaremos en las tropas estacionarias con vida.
Petra soltó una pequeña risa ante el comentario.
—¿Recuerdas la primera vez que nos hicieron correr en el bosque? Jurabas que te ibas a morir ahí.
—Sí, y luego vino el instructor a regañarnos porque alguien se comenzó a reír.
—Perdón —dijo con una sonrisa—. La pasamos muy mal ese día.
—Prefiero no recordarlo.
—Aquí está, mi pareja de valientes favorita.
—K-Keiji, no me abraces tan fuerte.
—¿Acaso ya no quieres que te abrace?
—No seas tonto, Keiji —mencionó Nifa tumbándose en la cama—. Dejaste a Moblit con severas heridas en el entrenamiento, es de lógica que esté sensible al tacto.
—Tú igual dejaste con heridas a Petra, Nifa —añadió Abel entrando a la habitación—. La chica está llena de moretones.
—No importa, de verdad. Esto es parte del entrenamiento, los moretones se borrarán.
—De verdad eres valiente, Petra. Te admiro.
—Gracias, Nifa.
—Por cierto, ¿ya saben a qué facción se van a unir?
—Sí, a la guarnición —respondió Moblit—, ¿y ustedes?
—Abel y yo nos uniremos a la legión.
—Eso explica la dureza de tus golpes, Keiji.
—Perdón, Moblit. Pero sí, ambos estamos entrenando muy duro para estar a la altura de los legionarios.
—Estoy segura de que serán unos excelentes soldados.
—Gracias, Petra —respondió Abel disimulando su sonrojo con sus gafas—. ¿Y qué hay de ti, Nifa? ¿A qué sección te piensas unir?
—A la policía militar.
—¿De verdad? —Keiji soltó una carcajada—. Esto es increíble, te vas a unir para mantenerte a salvo, qué ridículo, Nif...¡Ah!
La pelirroja se había abalanzado sobre el joven para aplicarle una llave con el brazo.
—No voy a unirme para mantenerme a salvo, voy a unirme para exterminar a los idiotas como tú. En la policía militar se estima un alto grado de corrupción y yo voy a acabar con ello.
—Y-Ya entendí... Nifa... —La chica soltó su agarre—. Demonios, de verdad tienes mucha fuerza. Ya entiendo los moretones de Petra.
—Creí que sólo admitían a los diez mejores reclutas en la policía.
—Así es, Moblit, es por eso que me voy a convertir en una de las mejores cadetes de aquí.
—Oigan —exclamó Gunther entrando a la habitación—, no van a creer lo que acabo de ver.
—Si no nos dices es obvio que no —respondió Abel—. ¿Qué fue lo que viste?
—No es qué, sino quién. Acabo de ver a dos miembros de la legión aquí.
—¡¿Qué?! —Exclamaron Abel y Keiji al unísono.
—¿Estás seguro?
—Claro que sí, Nifa. Ambos portaban sus capas con las alas de la libertad.
—No lo entiendo, ¿qué haría la legión aquí?

—¿Reclutar gente?
—Invitarlos sería lo correcto —respondió Erwin—. El comandante Shadis quiere extender la invitación a los nuevos reclutas, para que lo vayan considerando durante su entrenamiento.
—Ya veo. Bien, no habrá problema siempre que no interrumpan los entrenamientos.
—No se preocupe, extenderemos la invitación en uno de los espacios que los reclutas tengan libre.
Después de intercambiar un apretón de manos, el instructor los llevó a una habitación donde pasarían la noche.
—Estar aquí me da escalofríos.
—Nuestra etapa de entrenamiento fue buena, ¿cierto?
—Sí, demasiado buena —respondió con una sonrisa—. ¿Vas a salir?
—Daré una vuelta por el lugar, ¿me acompañas?
—No, terminaré de planear mi experimento sobre las bayas.
Erwin asintió y salió de la habitación.
Hange se quitó su capa, se sentó frente a la mesa y tomó su cuaderno para comenzar a escribir, pero en el proceso empezó a batallar con sus gafas que ya estaban rotas del armazón, por lo que se le caían cuando bajaba la mirada al escribir. Al no poder con su frustración, decidió salir para tomar aire fresco.
—Hace un poco de frío. —Miro hacia el cielo y se quitó las gafas—. Espero que la noche estrellada me ayude a repararlas.
Hange empezó a caminar, con la mirada fija en sus manos que trataban de reparar el armazón de sus gafas. Después de caminar por unos minutos, sus instintos se pusieron alerta al escuchar un ruido cerca de ella. Bajó lentamente sus gafas para guardarlas en el bolsillo inferior de su chaqueta.
Mentalmente contó hasta diez y, en un abrir y cerrar de ojos, se volteó para darle un puñetazo a su acosador y tumbarlo en el piso para después tomar una de sus cuchillas y apuntar a su cuello con él.
—P-Por favor no me mates.
—Eso dependerá de ti. Dime en estos momentos por qué... —Hange observo la chaqueta que aquel joven portaba—. ¿Eres un recluta?
—S-Sí...
—Oh, perdona. —Guardó su cuchilla y lo ayudó a levantarse—. De verdad lo siento.
—No quise asustarte. Pero dime, de dónde sacaste esas cuchi... oh no, ¿eres de la legión? —Ella asintió—. ¡Lo siento!
—¿Heh? —Hange se sorprendió al ver que el chico estaba por arrodillarse—. ¿Qué crees que estás haciendo? —Preguntó deteniendo su acción.
—Es que asusté a una autoridad, no debía hacerlo, ¡lo siento!
—Oye, está bien. Yo soy quien se debe disculpar por haber actuado instintivamente —observó su rostro—, creo que hasta te rompí la nariz. —Del bolsillo superior de su chaqueta sacó un pequeño pañuelo con el que empezó a limpiar la sangre que salía de la nariz del joven—. Lo siento.
—Discúlpeme a mí, superior.
—Superior... —Sonrió—. No, no me digas así. Mi nombre es Hange —dobló el pañuelo para limpiar los restos de sangre de su rostro—, Hange Zoë.
—Gracias.
—No me agradezcas, emm...
—Oh, lo siento —llevó su mano derecha hacia su corazón para hacer un saludo militar—. Soy Moblit, Moblit Berner.

