El último show
Si tuviéramos que visualizar esto, sería de la siguiente manera: una pantalla dividida a la mitad mostrando dos escenas ocurriendo de forma simultánea. En una se encuentra Pascu en su departamento junto con Helena y en el otro están Rodri y Ramsés en la casa de este último; los cuatros con algo en común, hablaban del mismo tema en esa ocasión.
—Álvaro, ¿esto es real?
—¿Por qué mentiría?
—¡Demonios! —Exclamó Ramsés para llevar una de sus manos a su barbilla—. Y creí que sería él quien daría el primer paso.
—Cierra la boca —dijo aventándole al contrario un cojín del sofá—. Ni siquiera sé qué pasó.
—Por supuesto que lo sabes —recargó los brazos sobre la mesa—, te aprovechaste de la situación.
—Yo no hice nada, Helena.
—A otro perro con ese hueso, Álvaro. Pero independientemente a ello, este fue, sin dudas, un gran paso para los dos.
—¿Un gran paso? ¿Eso crees? Por favor, Ramsés, esto jamás debió haber pasado.
—Pero sucedió y no hay nada que puedas hacer al respecto. Rodri, debo decir que estoy orgulloso.
—Ay por favor —llevó sus manos a su rostro para bajarlas lentamente mientras soltaba un gran suspiro—. ¿Sabes qué es lo peor? —Ramsés negó con la cabeza—. No sé con qué cara voy a ver a Álvaro otra vez.
—Relájate un poco.
—Lo siento —dijo mientras se dejaba caer lentamente en el piso—. Esto va a ser más complicado de lo que pensé.
—Pero la niña quería montar esta escena de último.
—Ya lo sé —dijo poniéndose de pie con ayuda de Pascu—. Pero ponte en mi lugar, Javier, si tuvieras que besarlo estarías igual de nervioso.
—Ya hiciste escenas de besos en otras obras.
—Pero esta vez voy a besar a Pascu y no creí que fuese tan difícil, es decir, pensaba que era un simple beso y ya.
—Lo que darían otras personas por darle un simple beso a Álvaro, ¿no lo crees, Rodri? —El mencionado dejó caer su bolígrafo ante la pregunta.
—No lo sé y te agradecería si pudieras ser tan amable de explicarme por qué razón están ustedes dos aquí.
—¿Acaso dije algo que te incomodara?
—En la cabaña, tal vez.
—Qué sucio —mencionó entrecerrando los ojos—. Álvaro y Alex tienen una entrevista terminando el ensayo y para evitar retrasos hemos decidido venir y esperarlos.
—Además, nuestro trabajo como representantes es asegurarnos de que estén cumpliendo con su trabajo.
—Tú ni siquiera eres un buen representante, Mario.
—Te conseguí una entrevista.
—Helena lo hizo.
—Presiento que te van a despedir —mencionó Helena dándole pequeñas palmaditas en la espalda.
—Traidora.
—¿En dónde será la entrevista? —Preguntó Javier.
—En una radiodifusora —respondió Pascu—, le daremos publicidad a la obra.
—Y mañana tenemos entrevistas en dos programas de un canal de televisión local.
—Eso me recuerda —volteó a ver a Rodri—, el viernes es la conferencia de prensa. ¿Ya tienes listo tu discurso?
—Más que listo —sonrío—. Muy bien, terminemos con esta escena de una vez.
—Recuerden que debe verse muy natural. Ustedes pueden.
—¿Lista, Alex?
—Eso creo —suspiró—. Sí, estoy lista.
Rodri chasqueó los dedos indicando el inicio de la escena. Era la quinta vez que intentaban sacarla pues Alex se ponía muy nerviosa por la cercanía, cuestión por la cual no habían podido montarla.
—Me rindo.
—Tiene que haber una forma de sacar esta escena.
—Es que lo intento, pero cada vez que vas a besarme me siento al borde del colapso.
—Si el problema es Álvaro, ¿por qué no te imaginas que es otra persona? —Comentó Helena.
—Es que sí quiero besarlo, pero los nervios me ganan.
—¿Acabas de confesar tu amor hacia él?
—No seas tonto, Javier. A lo que voy, Pascu es una persona a la que en verdad admiro y este es el momento con el que toda fangirl ha soñado con su ídolo y me cuesta concentrarme.
—Alex, si tú y yo no nos besamos, perderás la apuesta.
—¿Cómo sabes sobre la apuesta?
—Todos saben sobre la apuesta, Javier —respondió Rodri.
—Es cierto —volteó a ver a Javier—. ¡Tú vas a ser mi esclavo lo quieras o no!
—Qué rápido te volvió el ánimo.
—Una vez más.
Ante la señal de Rodri los dos se posicionaron y dieron inicio a la escena. Después de decir sus diálogos, Alex acarició la mejilla de Pascu sonriéndole con ternura, éste la tomó de la cintura y lentamente acercó su rostro al de ella para besar sus labios al tiempo que Alex pasaba sus brazos rodeando el cuello del contrario para entrelazar las manos detrás de su nuca.
—¿Y bien? —Preguntó Javier una vez que los dos actores se separaron.
—Este es el mejor día de mi vida —respondió la joven con un brillo en los ojos.
—Gracias —dijo tomando la hamburguesa que le extendían—. Me encantaría escuchar tu discurso.
—Lo harás el viernes en la conferencia.
—¿No puedes darme un adelanto? Soy tu socio.
—Entonces no te sorprenderías en el evento.
—Puedo fingir. —Le dio un mordisco a su hamburguesa—. ¿Nervioso?
—Demasiado. Tantos meses de trabajo y por fin vamos a estrenarla.
—A estas alturas ya puedes decirme en qué te inspiraste para escribir la obra.
—Surgió de la nada. Es de esas veces que tienes una idea espontánea y decides plasmarla.
—No dudo que haya sido de esa manera, pero al leerla y ya verla en escena me da la sensación de que es una historia tan real y no ficticia.
—Esa es la idea.
—Bueno, ¿y qué hay de tu nueva estrategia?
—¿De qué hablas?
—¿Crees que no me di cuenta? En todo el ensayo te la pasaste evitando el contacto visual con Álvaro.
—Javier, evito el contacto visual hasta contigo.
—No de la misma forma. Es casi como al inicio del proyecto, cuando a los dos le incomodaba estar juntos, aunque en ese entonces no lo ignorabas tanto.
—Son alucinaciones tuyas, simplemente estaba ocupado haciendo mis anotaciones sobre la escenografía.
—¿Y por qué te saliste cuando Álvaro y Alex se besaron? —Rodri se atragantó con su pregunta—. Reaccionaste de la misma forma en la cabaña, justo cuando Helena lo besó.
—¿Podemos dejar de hablar sobre besos?
—Entonces ese es el problema, te molesta que Álvaro esté besando a las chicas.
—No, no es así.
—Claro que sí, admítelo.
—No voy a admitir algo que no es cierto.
—Por favor, Rodri.
—No.
—¿Por qué?
—No voy a hacerlo.
—Es sencillo, solo tienes qué admitirlo.
—Es no va a pasar.
—¿Por qué?
—¡Porque lo que me incomoda es que ellas lo estén besando a él! —Palideció al darse cuenta de lo que había dicho—. Yo... no...
—¿Hasta cuándo ibas a fingir?
—¿Qué?
—Rodri, no soy tonto y sé muy bien que algo pasa. Lo supe desde el momento en el que ambos se encontraron aquél día de lluvia, luego Alex me dijo que habían trabajado juntos y la forma en la que se relacionaban en los ensayos —suspiró—. Si no quieres que me involucre en tu vida privada lo entenderé, pero si puedo ayudar en algo ten por seguro que lo haré.
Rodri dejó caer su hamburguesa en el plato, estaba atónito por lo que había escuchado y ni siquiera era capaz de encontrar las palabras para decirle a su amigo.
—¿Qué crees que está pasando? —Dijo casi en un susurro.
—Creo que debes ser tú quien lo responda.
Después de la conferencia de prensa y de las entrevistas que Pascu y Alex ofrecieron la noticia de la obra comenzó a ser sensación entre el público a tal grado que los boletos del estreno se agotaron y los de las funciones siguientes estaban por hacerlo.
Estaban a dos días de estrenar y toda la compañía había decidido ir a una restaurante/bar en la noche para celebrar.
—¡Por el estreno de El cielo en tu mirada!
—¡Salud! —Exclamaron todos alzando sus vasos con cerveza.
—Oigan, ¿en dónde están Alex y Helena? —Preguntó Javier—. Ellas eran las más entusiasmadas por venir.
—Los padres de Alex llegaron a la ciudad así que fueron a recogerlos al aeropuerto—respondió Pascu.
—Creí que Mario iría con ella.
—Iba a hacerlo —dijo tomando asiento—, pero ella y Helena tuvieron una "tarde de chicas" y aprovecharían el camino.
—Bueno, es temprano —dijo Rodri viendo su reloj de mano—, ya llegarán.
Eran las siete treinta de la noche. Entre pláticas, risas y vasos de cerveza el tiempo se les fue volando, hasta que dieron las once cuarenta y cinco de la noche.
—Con permiso —dijo Mario para atender una llamada—. ¿En dónde estás, señorita? Llevamos horas esperándote a ti y a Helena.
—¿Mario? Soy Helena.
—¿Helena? ¿Qué haces con el teléfono de Alex?
—Mario, necesito que me escuches con atención, esto es importante.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué tu voz se escucha de esa forma? —Del otro lado de la llamada se empezó a escuchar un pequeño sollozo—. ¿Helena? Helena, ¿qué pasa?
—Lo siento...
—¡No! ¡No!
—Alex, tranquilízate, por favor.
—¡No! Por favor, ¡dime que es una mentira!
Mario la tomó de los brazos mientras se desplomaba en el piso en un llanto amargo.
Tras haber recogido a sus padres en el aeropuerto, tuvieron un accidente por culpa de una camioneta que se metió en su camino. Helena había hecho todo lo posible por esquivarlo, pero sus intentos fueron en vano ya que aquella camioneta terminó impactando en los asientos traseros del auto donde se encontraban, justo donde los padres de Alex estaban.
Helena y la joven sufrieron heridas menores, pero los padres de Alex quedaron en un estado crítico. Al llegar al hospital los llevaron directo a cirugía donde Helena aprovechó para llamar a Mario. Apenas él, Javier, Rodrigo y Pascu llegaron con ellas, hicieron todo lo posible por tranquilizar a la joven hasta que el doctor salió de cirugía para darles la lamentable noticia de que no pudieron salvarlos.
—¡Mis padres! ¡Mario, mis padres! —Se aferró a los brazos del contrario—. ¡Mis padres!
—Necesitas tratar de calmarte.
—¡No puedo! ¡Quiero que vuelvan! ¡Quiero que vuelvan!
Los doctores tuvieron que intervenir inyectándole un tranquilizante a la joven. Estaban todos aturdidos por lo que había pasado, jamás se hubiesen imaginado que una tragedia así sucedería y mucho menos la noche antes del estreno.
Entre todos se hicieron cargo de los gastos. Pasaron la madrugada en vela preparando todo para el entierro. Al día siguiente Rodri anunció al público la cancelación de la función de esa noche así como el hecho de que la obra estaría pospuesta hasta nuevo aviso.
Toda la compañía teatral asistió al funeral. Alex estaba por completo destrozada y en más de una ocasión tuvieron que intervenir los paramédicos pues no había manera de calmarla e incluso estuvo al borde del colapso.
Al momento del entierro, Alex se aferró a los féretros de sus padres exclamando entre lágrimas que aún estaban vivos; cuando Mario y Javier lograron separarla de las cajas, intentó aventarse al agujero donde serían enterrados gritando con todas sus fuerzas que quería estar a su lado.
Fue el funeral más trágico que todos ahí hubiesen presenciado. Aquella joven risueña y con gran carisma que habían conocido, estaba deshecha, irreconocible y sin motivo alguno para permanecer con vida.
Cuando sus padres ya habían sido enterrados, ella se desplomó en el suelo quebrándose por completo. Nadie podía con esa escena, era demasiado triste para todos, pero para Helena fue tan insoportable que terminó alejándose para llorar a solas.
—Perdóname, Alex —dijo cayendo al piso en un mar de lágrimas—. Perdóname...
Pascu se acercó a ella por la espalda y se puso de rodillas para abrazarla. Helena se volteó para corresponder al abrazo estando por completo destrozada por lo que había pasado.
—No fue tu culpa.
—Sí lo fue, yo conducía el auto, debía mantenerlos a salvo.
—Fue un accidente.
—¡Debí salvarlos! Intenté hacer todo lo posible, pero fracasé.
—Helena...
—¡Yo los maté! ¡Yo los maté! —Exclamó entre lágrimas golpeando los brazos del contrario—. ¡Fue mi culpa!
Pascu la abrazó con fuerza tratando de hacer todo lo posible por calmarla.
—Escúchame, si fue tu culpa o no, eso no importa ahora —la tomó de las mejillas para que ella lo viera a los ojos—. Nos necesita.
—Ni siquiera puedo verla a la cara.
—Lo harás —dijo limpiando las lágrimas de su rostro.
La ayudó a levantarse y caminaron juntos para ir con Alex quien yacía de rodillas frente a la tumba de sus padres. Al verla el corazón de Helena se partió en mil pedazos: las lágrimas seguían saliendo de sus ojos, se encontraba hipando de tanto llorar y en sus manos sostenía con fuerza dos rosas blancas que no había sido capaz de soltar; a su lado se encontraba Rodri quien la mantenía abrazada de medio lado y detrás de ella se encontraban Mario y Javier cuidando de que no volviera a tener un colapso.
Helena, con la respiración entrecortada, se acercó a ella sin encontrar las palabras correctas para decirle. Los cuatros voltearon a verla y al ponerse de rodillas junto a la joven Rodri dejó de abrazarla y se puso de pie para colocarse junto con Javier al tiempo que Pascu hacía lo mismo.
—Alex —carraspeó tratando de que su voz se escuchara más fuerte—, Alex yo... yo de verdad...
Un nudo en la garganta fue lo que le impidió continuar y mientras las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos, Alex la tomó de los brazos y le dio un abrazo tan fuerte como si su propia vida dependiera de ello. Helena correspondió con las manos temblorosas el abrazo escuchando los sollozos de Alex.
—Lo siento —dijo entre lágrimas—. Intenté salvarlos, de verdad, perdóname.
Alex deshizo el abrazo para verla a los ojos y Helena no pudo soportar ver el rostro inundado de tanta tristeza que Alex tenía.
—Lo siento...

