El último show

—¿Y bien? ¿Qué estás esperando? —Con una mano Helena tomó las mejillas de Pascu y viró su rostró hacia Rodri—. Lo único que tienes qué hacer es acercarte.

—No voy a besarlo.

—¿Por qué? Hasta te lo estoy entregando en bandeja de plata.

—No estoy dispuesto a compartir saliva contigo.

—Eso se puede solucionar —respondió limpiando los labios de Pascu con su mano.

—Me voy.

—Eres un cobarde.

—Helena —reclamó Alex—. Tan solo cámbiale el reto.

—¿Por qué? ¿Acaso el señor perfecto no puede con este?

—¿Por qué no mejor cierras la boca?

—¿Por qué no vienes y me obligas? —Exclamó poniéndose de pie.

—Helena, ya fue suficiente —intervino Pascu quitándole el vaso de cerveza a la chica.

—Vayamos a dormir que ya es tarde —mencionó Ramsés a lo que los demás asintieron siendo Rodri el primero en marcharse—. Esto fue un desastre.

—Lo sé —respondió Alex observando a Pascu llevarse a su compañera—, pero era la única manera en la que Helena tendría el valor para besarlo.



—"Sólo tienes qué acercarte", "eso se puede solucionar" —asentó con fuerza su vaso sobre la mesa—. Todavía tiene el descaro de meterle la lengua hasta la garganta y me insiste en que lo bese, qué sin vergüenza.

Eran las tres de la mañana y Rodri no había podido concebir el sueño después de aquella escena, por lo que decidió salir de su habitación, cuidando de no despertar a Alex, para tomar un poco agua.

—¿Y qué con Álvaro? ¿Cómo se atrevió a corresponder el beso? ¡Y frente a mí!

"Deberías darle una oportunidad."

—Debería darme un balazo en la cabeza —exclamó después de recordar lo que él mismo había dicho—. No debí decírselo —susurró.

—¿Rodri? —El mencionado tuvo un pequeño sobresalto al escucharlo—. ¿Qué haces despierto a estas horas?

—Debería preguntarte lo mismo.

—Salí a tomar un poco de agua y al parecer veo que tú igual —dijo observando el vaso que sostenía en sus manos.

Pascu tomó un vaso y lo llenó de agua. Los siguientes dos minutos fueron de un silencio incómodo para ambos hasta que por fin tomaron el valor para hablar.

—Lo siento —ambos se miraron sorprendidos.

—Tú primero.

—No, por favor.

—Lamento lo que pasó. Sé que Helena debería ser quien se disculpe pero después de todo lo que bebió no volverá a la vida hasta dentro de tres días —suspiró—. Lamento mucho el comportamiento de ella y también lo que tuviste qué presenciar.

—Ya no importa —respondió sin darle mucha importancia cuando en el fondo agradecía el gesto.

—¿Tú por qué te disculpas?

—Por ofenderla. Todo lo que le dije hasta decirle de qué se iba a morir, no fue propio de mí.

—Rodri, tú no le dijiste nada.

—En mi mente sí.

Ambos soltaron una pequeña risa y aquella incomodidad que sentían se había esfumado. Rodri lavó rápidamente su vaso y pasó de largo a Pascu para dirigirse a su habitación.

—Rodri —el mencionado volteó—. Hay algo que me ha dejado en la incertidumbre y necesito saber. En el supuesto de que Helena no me hubiese besado, ¿tú lo hubieras hecho? —Rodri permaneció en silencio con una expresión de sorpresa en su rostro—. ¿Debo tomar eso como un sí?

—Buenas noches, Álvaro —respondió tratando de ocultar el sonrojo que había aparecido en sus mejillas.



—Lo siento, Nadjia —pronunció dejando caer una rosa de plástico en el piso.

Después de aquellos días de descanso las cosas habían vuelto a la normalidad en la compañía teatral.

Tras estar por completo recuperada, Helena fue a disculparse con Rodri por su comportamiento llevándole una canasta repleta de patatas fritas. En los próximos días Helena asistía diario a los ensayos para pedirle a Rodri que aceptara ir con ella a la cafetería a lo que el compositor terminó accediendo debido a su gran insistencia.

—Me siento muy avergonzada.

—En ese momento no lo parecías.

—De verdad lo lamento, no era mi intención que vieras esa faceta de mí.

—Ya no importa —le dio un sorbo a su bebida—. Olvidemos el mal rato.

—Oh vamos, si yo fuera tú no lo olvidaría, al contrario, buscaría alguna forma de desquitarme.

—Nunca dije que no lo haría, cuando menos te lo esperes obtendré mi venganza.

—Lo estaré esperando.

Ambos observaron desde la ventana de la cafetería las gotas de lluvia que iban cayendo.

—Déjame compensarte.

—No es necesario.

—Pero quiero hacerlo —dijo tomando una de sus manos—. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

Rodri permaneció en silencio observando el humo que desprendía su bebida mientras un solo pensamiento pasaba por su mente.

—Aléjate de Álvaro —susurró.

—¿Perdón? No te escuché.

—Dije que... —paró de hablar al darse cuenta de lo que estaba a punto de decir.

—¿Rodri?

El mencionado buscó en sus memorias tratando de encontrar algo para decirle hasta que una idea apareció.

—Podrías acompañarme a una firma de libros. La autora de una de las novelas que me fascina vendrá a la ciudad este fin de semana, podrías acompañarme a verla y después podríamos ir a un restaurante que vende unas hamburguesas con patatas riquísimas, pero tú las tendrás que pagar.

—De acuerdo —respondió con una sonrisa que dejó desconcertado a Rodri.

—Eres tan diferente a cuando estás ebria.

Helena no pudo evitar reírse por el comentario del contrario, lo que lo dejó aún más desconcertado pues aquél lado risueño de Helena jamás lo imaginó ver.

—Yo no era así, Rodri, me corrompieron.

—¿De qué forma?

—Jamás lo creerías —le dio un sorbo a su bebida antes de continuar—. Al cumplir los quince años, tomé la decisión de convertirme en monja.

—¿Qué?

—Era muy apegada a la iglesia, ¿sabes? Mi familia era demasiado creyente y creo que eso influenció en que tomara esa decisión. Entré al convento e inicié con mi preparación.

—¿Y qué demonios te pasó? —Preguntó incrédulo de lo que estaba escuchando.

—Me empecé a cuestionar sobre la existencia misma de un ser universal. Me surgieron muchísimas dudas y cuando creía haber encontrado las respuestas otras preguntas aparecían. Descubrí que la teología era algo que me apasionaba, estudiar la religión desde un punto de vista objetivo te hace reflexionar muchísimo; quise aprender más al respecto y sabía que no lo iba a hacer estando dentro de un convento.

—¿Cómo lo tomó tu familia?

—No me dejaron volver a casa, consideraban que lo que había hecho era una falta a nuestro Señor cuando en realidad no era mi vocación.

—¿Qué hiciste?

—Independizarme. Ya tenía dieciocho años para entonces así que no se me iba a complicar encontrar trabajo. ¿Recuerdas a Emily? La chica que también fue a la cabaña —Rodri asintió—, éramos vecinas. Cuando sus padres se enteraron de lo que había pasado decidieron darme refugio con la condición de que continuara estudiando.

—Pero Helena, tú eres publicista.

—A eso voy —respondió con una sonrisa—. Por mucho que quisiera estudiar teología en el interior sabía que no iba a poder vivir de ello. En una de mis crisis existenciales Emily habló conmigo; pese a que vivía en su casa no trataba mucho con ella y aún así me ayudó a buscar otras opciones y fue cuando vi que ser publicista no estaría tan mal —fijó su vista hacia la ventana—. La idea era que al conseguir una estabilidad económica y al haberle devuelto a los padres de Emily todo lo que gastaron en mí, estudiaría teología por gusto propio —miró a Rodri—. Si todo sale bien, empezaré a estudiar el próximo año.

—Tenías razón, me cuesta creerlo —Helena sonrió al escucharlo—. Todavía hay algo que no me queda claro, ¿por qué dijiste que te corrompieron?

—Porque al entrar a la universidad conocí las fiestas y el alcohol.



—¡Mira esta belleza! —Dijo enseñándole su libro autografiado.

—Este es un momento muy importante para ti, ¿verdad?

—Es que "Jueves" es de mis novelas favoritas y de verdad ansiaba conocer a la autora.

—¿Y qué tal?

—Debí pedirle matrimonio.

Después de aquella charla en la cafetería, Rodri y Helena empezaron a volverse cercanos. Como había prometido, Helena lo acompañó a la firma de libros para después ir a comer juntos.

Conforme fueron pasando los días los dos empezaron a salir más seguido sin saber que cada uno tenía un objetivo en mente: Rodri quería saber si Helena y Pascu ya habían empezado una relación y Helena quería saber qué sentimientos tenía Rodri hacia él.

—Voy a hablarte directamente porque ya es necesario que lo haga.

—¿De qué trata? —Preguntó llevando su taza de café a la boca.

—¿Por qué terminó Destripando la Historia?

—Álvaro y yo teníamos proyectos separados, ya era tiempo de cada uno siguiera su camino.

—No estás en una entrevista, Rodri, quiero la verdad.

—Esa es la verdad.

—¿Estás seguro? Porque a mí me parece que no.

—¿De qué se trata esto?

Helena dejó sobre la mesa una pequeña bolsa de color negro. Rodri la abrió y palideció al ver lo que ésta contenía dentro.

—¿Estás seguro de que me dijiste la verdad?

—¿De dónde lo sacaste?

—Vivo con Álvaro, tarde o temprano iba a encontrarlo.

—Creí que se había deshecho de esto.

—¿Tú lo hubieses hecho? ¿Deshacerte de algo tan valioso como esto?

—¿Qué es lo que quieres?

—La verdad. Quiero saber por qué terminaron un proyecto tan grande como DLH y quiero saber si esto tiene relación —dijo señalando el contenido de aquella bolsa—. Le he preguntado a Álvaro y simplemente se ha negado a contestar.

—¿Y qué te hace pensar que yo diré algo?

—Estás sujetándolo con ambas manos como si tuvieras miedo de que alguien viniera y te lo arrebatara. Álvaro lo lleva guardando por cinco años y sé que no lo haría así como si nada. —Tomó sus dos manos que aún sujetaban aquél artículo—. ¿Qué ocurrió?

—Una canción —observó lo que sostenía en sus manos—. Surgió una canción.

Entradas populares