El último show
—Lo siento, creo que no nos habíamos conocido. Mi nombre es Helena, un gusto —dijo extendiéndole la mano.
—¿Qué relación tienen exactamente? —Preguntó con una expresión de sorpresa en su rostro.
—Helena es mi novia.
—Prometida, mejor dicho —entrelazó su mano con la de Pascu haciendo que Rodri pudiera vislumbrar la sortija que yacía en el dedo de la joven.
—¿Qué te trae por aquí, Rodrigo?
—Nada en absoluto. Lamento haberlos interrumpido.
—No te preocupes —respondió Helena—, al menos tuve el honor de conocerte por fin. Pascu me ha hablado mucho de ti.
—Yo no sabía nada de ti.
—No me sorprende, le pedí a Pascu que mantuviéramos nuestra relación en secreto.
—Lo haremos público cuando nos casemos —añadió Pascu.
—¿Y cuándo será eso?
—En un mes —respondió Helena con un brillo en los ojos.
Rodrigo estaba atónito ante lo que estaba pasando, lo último que se hubiese imaginado era encontrar a Pascu con una chica que resultaría ser su prometida. Antes de que pudiera decir algo, Pascu tomó a la joven del mentón para depositar un beso en sus labios, dejándolo al borde del colapso.
—¡Rodrigo!
El mencionado pestañeó varias veces tras escuchar aquél llamado y, como si hubiese estado bajo el agua por varios minutos, sintió que la respiración le regresaba.
—¡Álvaro! —Llamó la joven que yacía de rodillas a su lado—. Gracias al cielo que despertaste, nos tenías muy preocupados.
—¿Qué? —Rodri trató de levantarse pero la cabeza comenzó a darle vueltas que no le quedó más remedio que permanecer acostado sobre el sofá—. ¿Qué pasó?
—Te desmayaste. Álvaro y yo tratamos de hacer que recobraras la conciencia pero simplemente no despertabas. Me da un gran alivio saber que estás bien.
—¿Quién eres?
—Te lo dije antes de que colapsaras, supongo que no lo puedes recordar. Mi nombre es Helena y soy la representante de Álvaro.
—¿Representante? —Inmediatamente fijó su vista en las manos de la joven para percatarse de que no había sortija alguna en sus dedos.
—Menos mal que despertaste —mencionó Pascu llegando con dos tazas de té en sus manos—, nos habías preocupado.
—Yo no sé qué pasó.
—Los dejaré solos —mencionó Helena poniéndose de pie—. No lo arruines —le dijo a Pascu en voz baja para después tomar la caja de pizza que se encontraba en la mesita del centro y así retirarse a su habitación.
Pascu dejó las dos tazas sobre la mesa y ayudó a Rodrigo a reincorporarse sobre el sofá.
—Aquí tienes —dijo extendiéndole una de las tazas.
—Gracias.
—¿Te encuentras mejor?
—La cabeza me da un poco de vueltas pero sí, ya estoy mejor —respondió para darle un pequeño sorbo a su bebida.
—¿Habría problema si te hago una pregunta?
—Supongo que no.
—Entonces dime, ¿qué estás haciendo aquí?
Rodrigo había decidido permanecer en silencio, sabía que le harían esa pregunta pero por ningún motivo estaba dispuesto a decirle que estaba ahí por culpa de Ramsés y su insistencia por hacer las pases.
—Debo irme.
—¿No me vas a responder? —Suspiró—. Al menos déjame acompañarte hasta tu auto, no estoy seguro de que estés bien del todo.
—Sí, la cabeza aún me da vueltas.
—Con mayor razón, creo que mejor yo conduzco y te llevo hasta tu casa.
—¿Qué? —Preguntó sorprendido.
—No quisiera que el director de la puesta en escena tuviera un accidente —dejó su taza de té sobre la mesa—. Vamos —agitó la mano dándole a entender al contrario que le entregara las llaves.
—Álvaro, no traje mi auto.
—¿De qué hablas?
—Estaba en la cafetería con Ramsés y entonces él me...
—¿Él te...?
—M-Me pidió un taxi y yo le indiqué al chofer que me trajera aquí. —Se escudó rápidamente con su taza de té, pues aquél "chofer" no había sido otro más que Ramsés—. Pediré un taxi para que me lleve a casa.
—¿Y estarás bien?
—Sí, claro. —Se puso de pie dejando su taza vacía sobre la mesa—. Gracias por el té y lamento haber causado problemas.
—Descuida. Aunque no sé qué es lo que trajo aquí, me alegra que hayas venido.
Rodrigo asintió esquivando la mirada para dirigirse hacia la puerta, seguido de Pascu quién lo acompañó para despedirse.
—Adiós Álvaro.
—Ve con cuidado. —Cerró la puerta lentamente una vez que el contrario se había ido.
—Te dije que no lo arruinaras.
—¿De qué estás hablando, Helena?
—Esa era tu oportunidad para hablar con él.
—Él ni siquiera está dispuesto a escucharme.
—Entonces ¿por qué razón vino hasta aquí? Más importante, ¿cómo consiguió tu dirección? —Pascu permaneció en silencio analizando las palabras que su compañera había dicho—. No te quedes ahí parado, ve con él.
Pascu no lo pensó dos veces y salió corriendo de su departamento para alcanzar a Rodrigo. No sabía cuánto tiempo le costaría al contrario tomar un taxi, así que corrió lo más rápido que pudo para evitar que se marchara.
Al llegar afuera del edificio, observó por todos lados hasta que vislumbró la silueta de Rodrigo alejándose poco a poco.
—¡Rodrigo!
—¿Álvaro? —Se dio la media vuelta para ver al contrario acercarse corriendo hacia él—. ¿Qué ocurre?
—¿De verdad crees que te voy a dejar ir fácilmente?
—¿Q-Qué?
—Te perdí una vez, no estoy dispuesto a perderte de nuevo.
La cabeza de Rodrigo empezó a darle vueltas y por un momento sintió que estaba a punto de colapsarse.
—¡Rodri! —Lo sostuvo del brazo.
—¿Qué pasó? —Preguntó con dificultad.
—Estabas a punto de desmayarte otra vez.
—No, me refiero a... ¿qué habías dicho?
—Que no iba a dejar que te fueras así nada más sabiendo que no estás completamente bien para regresar a casa solo.
—Ya veo... <<entonces lo imaginé>>, pensó para sí mismo ayudándose del contrario para reincorporarse.
—Creí que pedirías un taxi.
—Necesitaba un poco de aire y pensé que sería buena idea regresar caminando.
—Fue una pésima idea —dijo con una pequeña sonrisa—. Vamos, te acompañaré hasta tu casa.
—No es necesario.
—¿No lo es? Estabas a punto de colapsar nuevamente, no estaré tranquilo si no me aseguro de que llegarás a salvo a tu hogar.
—Son varias cuadras que hay que caminar.
—Entonces vayamos de una vez antes de que se nos haga más tarde.
Y así fue como ambos empezaron su recorrido y no, no fue para nada emocionante. Fue el trayecto más incómodo y silencioso de todos, pues no habían estado solos en mucho tiempo.
Querían hablarse, contarse todas las anécdotas por las que habían pasado a lo largo de estos cinco años pero simplemente el temor de que el contrario los ignorara era más fuerte y hacía que ambos permanecieran sin decir nada. Nuevamente el mamihlapinatapai se estaba haciendo presente en ambos y era detestable tener que pasar por lo mismo una vez más.
—Las estrellas empiezan a vislumbrarse —mencionó Pascu rompiendo con aquél silencio que los había envuelto.
—¿Sabes? Hace mucho que no me he detenido a admirar la noche estrellada.
—¿Por qué?
—He estado tan ocupado en mis proyectos, que he olvidado por completo lo que es relajarse y admirar las pequeñas cosas.
—¿Hace cuánto que no descansas?
—No lo sé. Pero, no te miento si te digo que me he acostumbrado a dormir de tres a cuatro horas.
—Por eso estás colapsando, tú mismo te haz descuidado.
—Si no estoy bajo estrés, no puedo dar mi máximo rendimiento.
—Hace años que no escuchaba decirte eso.
Rodrigo soltó una pequeña risa que por un momento olvidó todos sus problemas. Aquél largo camino comenzó a hacerse corto y los dos ya habían logrado entablar una conversación tranquila, sin discusiones, como si hubieran vuelto al pasado cuando ambos aún trabajaban juntos.
Por primera vez en cinco años, ambos sentían una inmensa tranquilidad, pero sabían perfectamente que para que todo volviera a la normalidad debían hablar del tema que en todo el trayecto trataron de evitar.
—¿Podemos detenernos un momento aquí? —Rodrigo tomó asiento en uno de los bancos que se encontraban en aquél parque.
—¿Qué ocurre?
—Quiero ver la noche estrellada antes de llegar a casa, eso es todo. —Fijó su vista en el cielo—. Hoy hay luna llena.
—La luz que emana podría servir para llamar a Batman.
—Y al ver la bati-señal saldría de inmediato en su bati-móvil.
—Desde la bati-cueva —exclamaron al mismo tiempo para soltar una carcajada.
—Por cosas como esta es que surgió destripando la historia.
—Definitivamente extraño esos días, Pascu —volteó a ver al contrario que yacía de pie a su lado para encontrarse con una expresión de sorpresa en su rostro—. ¿Qué ocurre?
—Nada, es sólo que se me hizo extraño escucharte, después de todo este tiempo, llamarme Pascu. —Rodrigo se sorprendió pues lo había llamado de esa forma inconscientemente; Pascu, por su parte, sonrió de medio lado y decidió tomar asiento a su lado—. Sé que con esto voy a arruinar la hermosa velada que tuvimos, pero debo hacerlo —suspiró antes de continuar—. ¿Podemos hablar sobre lo que pasó?
—S-Sí.
Ambos permanecieron en silencio por un par de minutos. No sabían cómo iniciar la conversación pues ese tema abriría varias heridas del pasado.
—Rodri, yo...
—Escucha Álvaro, yo quiero empezar. —El contrario asintió y Rodri soltó un gran suspiro antes de empezar—. Lo siento.
—¿Por qué te disculpas? —Preguntó sorprendido.
—Porque yo fui el responsable de todo. Por mi culpa destripando la historia terminó, fui yo quien ocasionó que tú y yo nos separáramos y de encima ni siquiera quería hablar sobre ello.
—Rodri, la culpa fue de ambos. Los problemas fueron recíprocos en ambas partes.
—Pero yo fui quién ocasionó todo.
—Y yo fui quién lo terminó en lugar de encontrar una solución. Además, yo fui un cobarde que decidió irse lejos en lugar de quedarse a enfrentar las cosas. Ni siquiera pude salvar nuestra historia.
—Yo de verdad quería continuar.
—Entonces, ¿por qué te negaste?
Rodrigo respiró profundamente. Tenía un nudo en la garganta y no quería desplomarse en un mar de lágrimas teniendo a Pascu frente a él.
—Tenía miedo de hacerlo. Lo había pensado muchísimas veces y simplemente no me veía en esa situación; no fue por ti, fue por mí.
—¿Y por qué no me lo dijiste así?
—Porque fui un idiota y temía arruinar las cosas, y al final eso terminé haciendo. No podía ni verte a la cara, por eso comencé a alejarme porque quería decirte la verdad y simplemente las palabras no me salían; lo último que me imaginaba era que por mi estupidez todo terminara. —Su voz había comenzado a quebrarse, pues aquello que había dicho realmente le estaba doliendo en lo más profundo de su ser—. Empezamos a tener problemas con DLH, siempre acabábamos en discusiones y cada que tú tratabas de arreglar las cosas yo era quién se negaba y terminaba agravando más todo.
—Rodri...
—Lo siento. —Sus ojos no pudieron retener más sus lágrimas—. Después de nuestro último show, quise evitar que subieras a ese avión —limpió sus lágrimas con su mano—. Cuando te vi en el aeropuerto quise correr hacia a ti pero mis piernas no respondían y por más que quería gritar mi voz no salía, tan solo me quedé ahí viéndote partir.
—Entonces sí eras tú —dijo sorprendido—. Te vi ahí, pero me negué a creer que habías ido a pesar de que en lo más profundo deseaba que así haya sido, así que decidí no dar marcha atrás.
—Me alegra que así haya sido o tu carrera de actor no hubiese despegado.
—¿Pero a qué costo? Al final me alejé de ti. —Con su pulgar limpió las lagrimas que caían por las mejillas de Rodri—. En estos cinco años traté de llamarte, pero fui un cobarde y simplemente no pude. Quise olvidar pero simplemente no pude, ¿cómo podría olvidar aquella historia que los dos habíamos comenzado a destripar?
—Somos unos idiotas —sonrió de medio lado y suspiró calmando su llanto—. ¿Qué va a pasar ahora?
—Eres el director de una gran obra y yo soy el actor protagonista de esa obra, nuestra relación se limita a ello, o eso es lo que tú dijiste hace unos meses.
—¿Y si olvidamos todo?
—¿Rodri?
—¿Y si fingimos que solamente nos distanciamos pero nuestra amistad jamás se olvidó? A veces las personas necesitan alejarse un tiempo, ¿cierto?
—¿Quieres empezar de cero nuevamente? —Preguntó con incredulidad.
—Tal vez sea lo mejor para los dos —se puso de pie y le sonrió—. Álvaro, cuánto tiempo sin verte.
—Rodri... —se puso de pie y con su mano limpió la lágrima que le había brotado de felicidad—. Hola de nuevo, Rodri.
Estrecharon sus manos y se dieron ese abrazo que debieron darse meses atrás cuando se reencontraron. Por fin sentían aquella paz que tanto habían deseado.
Aquella noche, bajo la luz de la luna y de las estrellas, ambos habían hecho las pases y, después de cinco años, aquella historia que se había perdido empezaba a escribirse de nuevo una vez más.

