El último show

—No es la reacción que yo esperaba.

—Bueno, estamos hablando de Rodri, de cierta forma veía venir ese tipo de reacción.

—Ahora sí la tienes complicado. Si él se niega a hablar no habrá mucho que puedas hacer.

—¿Entonces debo rendirme? —Preguntó para darle un trago a su cerveza—. No, Helena. Rodri y yo debemos hablar y tengo que encontrar la forma de que así sea.

Ambos se encontraban en un restaurante/bar de la ciudad. Pascu había citado ahí a Helena para contarle sobre su pequeña plática con Rodri.

—Repíteme exactamente lo que te dijo.

—Solo podemos hablar sobre la obra. Si quiero hablar de otro tema tengo que encontrar a alguien más para hacerlo.

—Eso es —dijo chasqueando los dedos—, utiliza eso a tu favor.

—¿Cómo? —Preguntó confundido y a la vez sorprendido al tiempo que la joven llamaba la atención del bartender.

—Dos rondas más, por favor.



—Buenos dí...

—Shh —interrumpió Javier—. Buen día —susurró.

—Buen día —respondió en voz baja—. ¿Qué ocurre?

—Alex —dijo señalando a la joven—. Hoy vamos a montar sus escenas y está demasiado concentrada.

—¿Y eso qué tiene de malo?

—Bueno, la última vez que alguien interrumpió su concentración terminó con la nariz rota —Pascu lo miró con una expresión de sorpresa—. ¿No me crees?

—Es que no creí que fuese tan agresiva.

—Cuando se trata de actuar, lo es.

—Muy bien, chicos, vamos a comenzar —mencionó Rodri llamando la atención de todos los presentes.

Como se había acordado, comenzaron con el calentamiento. Después de una hora, y de unos minutos de descanso, comenzaron a repasar las dos escenas que ya se habían montado y, una vez que Rodri y Javier hicieron las observaciones correspondientes para perfeccionar el montaje, dieron paso a la siguiente escena de la historia.

—Muy bien, ahora será la introducción al personaje de Alex, Nadjia —anunció Rodri—. Alex ya estás por completo contextualizada con tu personaje así que pasaré a explicarle la situación a Álvaro.

—Entendido —respondió la joven para tomar una de las sillas y posicionarla en el centro.

—Álvaro, tu personaje Ernesto llega a la habitación de Nadjia e intenta hablar con ella. Nadjia era alguien muy risueña y apegada a todos, pero la tragedia la ha vencido y ahora es alguien completamente distinta a la de antes y aquella confianza que había entre ustedes ha desaparecido para siempre.

—No te dejes intimidar —mencionó Javier con una sonrisa—. Alex, sabes qué hacer.

—Sí —respondió tomando asiento en aquella silla que había acomodado—. ¿Listo? —Le preguntó a Pascu con una sonrisa y un brillo en los ojos.

—Listo —respondió para posicionarse en lo que Alex se acomodaba en la silla dándole la espalda.

—Comenzamos en tres...dos.

—Hola, Nadjia —mencionó Pascu entrando a escena—. ¿Cómo estás? —La joven permaneció en silencio—. Me dijeron que nuevamente no haz querido comer y eso me preocupa, no solo a mí sino a todos. —Suspiró—. Nadjia trata de hacer un poco de tu parte, de verdad que no nos gusta verte...

—¿A eso veniste? —Lo interrumpió con una voz seria, poniéndose de pie pero aún dándole la espalda—. ¿A echarme en cara que la preocupación de todos es por mi culpa? Suficiente tengo con que me lo diga mi madre —Dijo volteando a verlo.

Pascu estaba sorprendido y se veía en su mirada. Aquella expresión risueña que tenía Alex ahora era completamente distinta y debía admitirlo, esas pocas líneas que había dicho lo habían intimidado un poco por la forma tan profesional con la que las había pronunciado. Además, algo que sin duda lo dejó sin palabras fue el hecho de que la joven ya sabía sus diálogos de memoria, mientras que él todavía seguía con su libreto en mano.

—No hables así. En verdad todos estamos preocupados por ti.

—Si en verdad me quisieran, no me hubieran enviado a esta clínica.

—Necesitas tratamiento. Nadjia, haz estado muy inestable y es entendible, nadie a podido superar esta tragedia, pero tú te fuiste hasta los extremos al haber pensado en el suicidio.

—Ojalá no me hubiesen salvado —dijo observando sus muñecas que estaban ocultas tras un vendaje.

—Yo también la extraño —mencionó bajando la mirada—. Entiendo perfectamente cómo te sientes.

—No, no es así. Tú no lo entiendes, no entiendes nada. No es lo mismo perder a alguien a quien supuestamente amas, a perder a tu propia hermana.

—Nadjia...

—Tú no creciste con ella. Tú no lloraste ni reíste con ella como yo lo hice. Tú sólo estuviste dos años a su lado y dices que entiendes mi pérdida.

—Nadjia...

—¡Tú no sabes lo que sentí al perderla!

—¡Yo vi que ella muera! —Ambos permanecieron en silencio por algunos segundos—. Amelia murió en mis brazos y esa imagen aún me persigue en mis sueños.

—Yo vi que mi padre muera mientras sujetaba mi mano y fue Amelia quien estaba conmigo para ayudarme a superarlo, ahora que no está, ¿qué me queda hacer aquí?

—¿Y piensas que al morir se volverán a reunir?

—No —respondió con una sonrisa de medio lado—. Nadie asegura que uno se pueda reunir con sus allegados en la otra vida y en todo caso, si alguien se suicida —observó una de sus muñecas—, estoy segura de que se iría al infierno.

—Nadjia —tocó su hombro.

—¡No me toques! —Cerró los ojos y al abrirlos de nuevo parpadeó varias veces para evitar llorar—. ¿Por qué sigues aquí? —Preguntó con la voz entrecortada—. Amelia no está, ya no hay un vínculo que te una a esta despreciable persona.

—Yo no te considero como tal. Eres mi amiga y me preocupo por tu bienestar.

—No necesito tu lástima, ni la tuya ni la de nadie. —Tomó asiento nuevamente dándole la espalda.

—Antes de morir, Amelia me hizo prometer que cuidaría de su más grande estrella, tú.

—Entonces estás aquí por obligación.

—No, se lo prometí a Amelia pero iba a hacerlo de todas formas. Nadjia eres mi amiga, mi confidente, ya no quiero seguir viéndote de esta forma, quiero que vuelvas a ser la misma de antes. Hazlo por tu madre.

—Esa mujer no es mi madre. "Nunca debí haberla dejado nacer" —bajó la mirada tras decir esas palabras.

—En el fondo también se preocupa por ti.

—Solo es una hipócrita igual que todos los demás. —Suspiró—. Si no tienes nada más qué decir, la puerta está justo ahí.

Dudó un poco pero al final decidió acercarse para darle un beso en la cabeza a la joven.

—Te prometo, Nadjia, que algún día haré regresar tu hermosa sonrisa.

Él salió dejando a la joven a solas. Se puso de pie, tomó la silla y la aventó hacia donde se encontraba la supuesta puerta para después dejarse caer al suelo soltando un grito acompañado de un llanto amargo.

—L-Lo siento, Ernesto —miró hacia el frente—, pero la Nadjia que conociste también ha muerto.

Todos permanecieron en silencio, asombrados al haber presenciado dicha escena. Alex se puso de pie para limpiar sus lágrimas y de inmediato su expresión risueña hizo acto de presencia.

—Bellísimo —alabó Rodri.

—Gracias —respondió haciendo una reverencia para después tomar la silla que había aventado.

—¿Tú qué opinas, Álvaro? —Preguntó Javier.

—Creo que me siento intimidado otra vez.



—Alex Ramírez, una joven promesa del escenario. Nacida en la Ciudad de México, se ha destacado por su excelente interpretación en la obra "Luz de Luna" siendo la encargada de darle vida a la protagonista Irene. Alex se ha caracterizado por sus actuaciones llenas de drama y sentimentalismo, transmitiendole al espectador cientos de emociones con una simple interpretación.

—Esta chica me va a devorar.

—¿Quieres que siga leyendo? —Preguntó antes de darle un sorbo a su café.

—No, con eso es suficiente —dijo reincorporándose en el sillón—. Rodri en verdad sabe buscar talentos.

—Eso parece y sin duda necesito conocerla, si en verdad entraste en pánico eso quiere decir que en verdad es buena. Quizá pueda representarla —dijo cerrando la laptop que tenía sobre sus piernas para colocarla en la mesita de enfrente.

—Helena, ella ya tiene representante.

—Puede despedirlo y contratarme. —Estiró los brazos—. ¿Y bien? ¿Hablaste con él?

—No —suspiró—. Sinceramente no creo que el plan funcione.

—¿Entonces te rendirás? —Preguntó tomando su taza de café de la mesa.

—No dije eso. Es solo que llevará tiempo.

En la siguientes semanas, los ensayos comenzaron a tener un poco más de fuerza pues la exigencia era cada vez mayor. Sin que se dieran cuenta el tiempo fue avanzando y en un abrir y cerrar de ojos ya habían pasado tres meses de arduo trabajo.

No fue hasta entonces que Pascu decidió poner en marcha el plan que Helena había ideado. Al finalizar los ensayos, Pascu invitaba a salir a varios miembros del elenco para pasar el rato y lo hacia frente a Rodri con la intención de que también se uniera a la salida, pero no funcionaba o al menos no lo hacía hasta que comenzó a salir con Alex de forma más seguida, llamando su atención de inmediato a tal grado que el mismo Rodri evitó muchas veces que Alex saliera con Pascu.

Por su parte Pascu lo hacía para llamar la atención de su objetivo, pero también disfrutaba de la compañía de aquella joven actriz de la cual aprendió mucho así como ella de él, por lo que salidas a comer o a tomar un café se volvió algo de provecho para los dos.

—¿Nos vamos?

—Sí —respondió sin dejar de ver a Rodri guardar sus cosas.

—¿Qué ocurre?

—Nada.

Alex observó hacia la misma dirección que Pascu y alzó una de sus cejas con picardía.

—Oye, Rodri.

—¿Sí?

—¿Te gustaría ir a comer con Pascu y conmigo?

Tanto el mencionado como Rodri estaban sorprendidos ante la pregunta de la joven.

—Lo siento, pero ya hice planes con alguien más.

—Ya veo. Entonces será para la próxima —dijo con una sonrisa.

—¿Qué fue eso? —Preguntó una vez que Rodri se había ido.

—Por favor, si es más que obvio que querías hacerlo y yo solamente te ayudé.

—¿Qué?

—No soy tonta, Pascu. Me he dado cuenta de que intentas hablarle pero...no se llevan bien, ¿verdad? —Pascu negó con la cabeza—. Lo imaginé y tengo tantas preguntas al respecto pero no es el momento de hacerlas. Sin embargo, si puedo ayudar a que se reconcilien entonces lo haré.

—¿Por qué? —Preguntó con curiosidad.

—Soy fan de ambos y nada me haría más feliz que verlos juntos de nuevo.



—Esa cara no me da una buena señal.

—¿Tú crees? —Cerró los ojos—. Esto es cada vez más difícil.

—Quizá debas hablar con él.

—No.

—¿Por qué?

—Ya te lo dije, Ramsés, ambos acordamos no hablar de nuevo sobre el tema.

—Pero eso fue hace cinco años, ¿no crees que ya deberían olvidar ese acuerdo y hablar? O mejor dicho, tú deberías olvidar el acuerdo. —Le dio un sorbo a su bebida—. ¿A qué le tienes miedo?

—No lo sé. —Observó su taza llena de café—. Quizá aún no estoy listo para hablar sobre ello.

—¿Le temes al pasado?

—No fue algo fácil.

—Lo sé, de hecho fue inesperado para todos, pero si el destino volvió a cruzar sus caminos fue por algo, ¿no lo crees?

Rodri permaneció en silencio, observando el humo que desprendía su bebida antes de darle un sorbo.

—¿Y qué debo hacer? ¿Ir con él y decirle que quiero hablar de nuestro pasado así como si nada?

—Rodri, ¿qué les pasó? —El mencionado se le quedó viendo para después bajar la mirada—. ¿Por qué su historia tuvo que terminar así?

—Ni siquiera yo lo sé.

Ambos permanecieron en silencio, cada uno tomando su bebida a su respectivo tiempo.

—Invítalo a salir.

—¿Qué? —Preguntó sorprendido, soltando su taza justo cuando lo había agarrado.

—Hazlo, como en los viejos tiempos. Vayan a comer o a la plaza o incluso tráelo a esta cafetería, pero hazlo ahora.

—Es una locura, además, no lo veré hasta dentro de dos días.

—Llámalo.

—No tengo su número.

—Entonces ve a verlo a su casa.

—Ni siquiera sé dónde vive. —Tomó su taza para beber lo que quedaba de su café y cuando colocó de nuevo la taza sobre la mesa, miró sorprendido a Ramsés.



—Así que Alex se ofreció a ayudar.

—Sí, pero no sé si debo contarle la historia.

—Ya es tu decisión —dijo dándole un sorbo a su bebida—. Alex es una buena persona, estoy segura de que no hablará al respecto.

—Puede que tengas razón —suspiró—. ¿Sabes? El olor a café me calma porque...

—Te recuerda a él —Pascu sonrió—. Me haz dicho cientos de veces que Rodri es un fanático del café a diferencia de ti —mencionó colocando su taza sobre la mesa.

—Soy un tonto, ¿cierto?

—Sí y uno muy grande —respondió Helena abrazándolo de medio lado.

—A veces odio y amo tu sinceridad.

—Por eso nos llevamos bien —tomó su taza nuevamente para darle un sorbo a su café.

—¿Esperas a alguien? —Preguntó pues habían tocado la puerta.

—Debe ser la pizza que ordené —dejó su taza sobre la mesa y se puso de pie—. ¿Puedes abrir en lo que voy por el dinero?

—Claro. —Pascu se levantó para dirigirse hacia la puerta—. ¿De qué la pediste?

—Mitad peperoni, mitad con piña —respondió desde su habitación.

—La mitad con piña es mía.

—Ya lo sé.

Pascu soltó una pequeña risa antes de abrir la puerta.

—Y la pizza lle... gó... —se quedó sin palabras ante lo que estaba viendo. Por un momento creyó que lo estaba imaginando, pero no era así.

—Hola, Álvaro.

—Oye, amigo, ¿tendrás cambio? —Dijo Helena llegando a la puerta, abrazando a Pascu por la espalda.

Su expresión cambió a una de sorpresa al ver a aquella mujer dentro del departamento de Pascu y más aún por la muestra de afecto que le estaba dando. Helena se separó de Pascu con la cara completamente pálida, mientras que este último solamente pudo pronunciar el nombre del contrario en voz baja.

—Rodri...

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