Querido diario
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・⚘๑│Viernes 4 ✿ 10:18 horas │๑⚘・
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Sigo con vida, aunque no ha sido fácil. Sabía que la fibrosis quística era desgastante, pero no creí que lo fuese en extremo y el tratamiento en lugar de ayudarme siento que me está empeorando; Eir ha tratado de convencerme de que en verdad funciona, incluso Liv está de acuerdo con ella, pero conozco mi cuerpo mejor que nadie y sé que los medicamentos no están funcionando como deberían.
¿Qué clase de castigo estaré pagando para tener una enfermedad que no se puede curar?
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El sonido de algo deslizándose por la puerta hizo que Dhalia levantara la vista en su dirección, interrumpiendo su momento de escritura que poco le importó al ver la nota que le habían pasado. Dejando su cuaderno a un lado se levantó de la cama para recoger aquella hoja de papel doblada por la mitad cuyo mensaje la invitaba a salir de su habitación; sin pensarlo buscó entre su ropa una blusa a botones de manga larga para usarla, aunque recién era primavera no podía salir en tirantes ya que el mínimo roce del viento podría perjudicar a sus pulmones, por lo que aquella prenda de color lila sería suficiente para cubrirla aunque no estuviese abrochada.
Los pacientes internados en el hospital podían salir a la sala de espera, el comedor y el pequeño jardín de afuera sin problema, pero a los pacientes de fibrosis quística se les advertía que de hacerlo debían asegurarse de no estar cerca de ningún otro paciente del programa para evitar cualquier riesgo. Aunque la fibrosis no es contagiosa, el contacto entre sus enfermos podía agravar sus estados, así que lo más cerca que podían estar entre ellos era de dos a tres metros de distancia que para los niños internos fue algo difícil de acatar.
—Por un momento creí que no vendrías.
—Recordé que no traía mi identificador cuando estaba a medio camino —respondió Dhalia para tomar asiento en la banca que estaba frente a la de su compañera—. Buenos días.
—Buenos días —saludó antes de acomodarse mejor en su asiento—. ¿Qué tal el desayuno?
—Si dejaran de darnos esa papilla tan extraña, sería perfecto.
—Tiene tantos nutrientes que nosotros debemos consumir que no tenemos porqué quejarnos —dijo con un tono de voz distinto al suyo.
—Tu imitación de Eir cada vez es más convincente.
—Es lo que pasa cuando una está encerrada sin nada qué hacer.
Dhalia esbozó una sonrisa que no tardó en esfumarse al notar el movimiento ansioso de las manos de África.
—¿Hace cuánto que estás así?
—No es nada.
—Claro que sí, ya tenías varias semanas sin esa ansiedad.
—Es lo que pasa cuando estás en abstinencia. —Del bolsillo de su pantalón sacó una goma de mascar que desenvolvió rápidamente para llevarla a su boca—. Comenzó anoche.
—¿Y por qué no me llamaste?
—Porque no se me hacía prudente marcarte a las dos de la mañana para decirte “Dhalia, tengo muchas ganas de fumar marihuana”. —Formó una bomba con su chicle que emitió un sonido algo fuerte al reventar—. Lo peor que me pudo pasar como adicta es tener una enfermedad que no me permite fumar.
—Pero aún lo puedes consumir de otra forma.
—Créeme que lo he intentado, pero Alonzo es bueno descubriendo mis hurtos. En fin, no te pedí que vinieras para escucharme hablar de mi adicción a la hierba.
—Yo hubiera creído que sí.
—Lo sé y por eso lo aclaro —dijo con una sonrisa—. Hice unos nuevos diseños y me gustaría que me dieras tu opinión.
África tomó el cuaderno que tenía a su lado y se lo pasó a Dhalia deslizándolo por el piso.
—¡Me encantan! —exclamó la pelirroja al ver los bocetos—. ¿De verdad puedes tatuar esto?
—Por supuesto que sí, incluso yo diseñé el tatuaje de mi brazo.
—Me gustaría que me hicieras uno.
—Cuando reencarnamos quizás.
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・⚘๑│Lunes 7 ✿ 16:30 horas │๑⚘・
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Hoy vinieron mis padres a visitarme y no sé cómo, pero ya saben que Liv igual lo hace, aunque lo que más me extraña es que se hayan tardado tanto en saberlo cuando parece que tienen un radar al tratarse de ella.
Una de las tantas cosas que detesto de mi vida es haber nacido en una familia heteronormada que saca a relucir su homofobia en cada oportunidad que tengan, incluso si es contra su propia hija. Todavía recuerdo cuando les comenté sobre mi atracción a las mujeres, fue como si hubiese cometido el mayor crimen de la historia, lo cual es irónico porque no reaccionaron de la misma forma cuando choqué el auto estando ebria. Lo peor vino cuando les presenté a Liv, al principio creyeron que era una broma, pero al ver que hablaba en serio al decir que era mi novia, la corrieron de la casa de la manera más cruel; las peleas constantes que tengo con mis padres se deben a ello, en más de una ocasión mi papá trató de separarme de Liv, pero fue en vano ya que las dos prometimos estar juntas hasta que nos dejáramos de amar.
Liv no merece esto, ella debe estar con alguien cuya familia no sea un impedimento y que no tenga los días contados como yo (ojalá ella nunca lea este diario o de lo contrario me reprochará por volver a tocar el tema); es difícil tener una relación con la persona que amas estando en una sociedad que hasta lo que no les incumbe les hace mal.
Volviendo al asunto de las visitas, papá trató de restringir el acceso de Liv con la amenaza de no dar un peso más al hospital, una vez más él me demuestra que le importan más sus ideales a la integridad de su propia hija ya que a mí igual me amenazó con dejar de atender a mi enfermedad si seguía insistiendo en ver a Liv. Para desgracia del señor, tanto el doctor Aaron como Eir notaron mejoría anímica en mí desde que Liv empezó a visitarme, por lo que dejaron que continuara viniendo con la condición de que no lo hiciera cuando mis padres estuvieran aquí para evitar problemas; por mucho que los doctores quisieran ayudarme, el hospital no cuenta con los fondos suficientes para solventar los gastos de mi tratamiento en su totalidad y es entendible, somos varios los que estamos internados aquí y para Liv y para mí es más que suficiente el que nos dejaran vernos a escondidas, después de todo, estamos acostumbradas a ello.
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—¿Cómo vas con tus tareas?
—Ya tuve esa conversación con mamá y no pienso tenerla de nuevo.
—Al menos dime que te estás tomando en serio el examen de admisión.
—Lo hago, pero siento que no vale la pena esforzarme si…
—Haces un chiste sobre tu muerte y me voy de aquí —amenazó apuntando a Dhalia con uno de los cojines del sillón donde estaba sentada.
—Lo siento Liv, es solo que hacer chistes de mis desgracias es una forma de poder sobrellevar esto.
—Lo sé, pero no me gusta escucharlos, así que procura hacerlo cuando no esté.
Tres golpes en la puerta captaron la atención de ambas para ver a Eir abrirse paso en la habitación con el carrito de medicinas que Dhalia conocía bien.
—Lamento interrumpir, pero es hora de repartir las dosis.
Liv observó con atención como Eir iba colocando varios frascos de medicamento sobre una bandeja que llevó a la mesa de rueditas que se encontraba a lado del sillón donde ella se encontraba. Por petición de Dhalia, Eir acercó la mesa a la camilla para que pudiera empezar a organizar sus medicinas sin que tuviera que levantarse para evitar el riesgo de interrumpir la transfusión del suero que le habían colocado antes de la llegada de Liv.
—Sabía que ella tomaba varias pastillas, pero no creí que en verdad fuesen tantas. —Fijó su vista en Eir—. ¿No es contraproducente?
—Tienen la cantidad necesaria de químicos para controlar la fibrosis sin dañar su estómago, pero es cierto que puede traer efectos secundarios y algo graves en caso de que su organismo empiece a rechazarlos.
—¿Qué tan graves?
—No tienes que preocuparte, Liv —intervino Dhalia—, me están monitoreando en todo momento, estaré bien.
—Aún así me encantaría saber —le dijo directamente a Eir.
La enfermera estuvo a punto de responder cuando el ruido de afuera llamó su atención, obligándola a acercarse a la puerta para ver el motivo de alarma de sus colegas. Liv y Dhalia se miraron la una a la otra con confusión hasta que escucharon a los enfermeros gritar por ayuda en la habitación número trece, alertando a Dhalia ya que esa era la habitación de África.
Eir salió a prisa para ayudar dejando la puerta de la habitación abierta. Liv se levantó del sillón para igual salir y tratar de averiguar qué había pasado, presenciando la escena con sus propios ojos; África se encontraba en el suelo de su habitación convulsionando, varios enfermeros, incluyendo a Eir, trataban de evitar que su cabeza se golpeara con el movimiento mientras que su enfermero, Alonzo, le suministraba una inyección. El sonido de la bandeja cayendo al piso trajo a Liv de vuelta a la realidad para entrar a prisa a la habitación de Dhalia y evitar que ella saliera, no quería que viera aquella escena, además de que el suero que tenía conectado aún no se gastaba, por lo que la obligó a sentarse de nuevo a la camilla con la promesa de que África estaría bien para calmarla.
Más tarde las dos se enteraron de lo que había pasado en realidad. Alonzo había entrado a la habitación de África para llevarle la dosis de medicina que le había faltado entregarle, pero se encontró con los frascos de medicamento, que minutos antes le había llevado, totalmente vacíos; África había mentido en su historial, no solo fumaba marihuana sino que también consumía otras sustancias y el estar encerrada por tanto tiempo en el hospital la había llevado al límite de su abstinencia, por lo que decidió tomar todas las pastillas que le habían dejado provocando que su organismo convulsionara en el momento que vio a Alonzo volver. La situación de África fue tomada como ²emergencia médica debido a que la cantidad de fármacos experimentales que había consumido podían matarla, motivo por el que Alonzo le suministró tranquilizantes sin importar que no hubiesen pasado los cinco minutos de protocolo.
África permaneció en observación las siguientes semanas, Alonzo le prohibió salir de su habitación sin acompañamiento de algún enfermero y él mismo se encargó de darle su medicamento a las horas correspondientes de cada día sin dejar rastro alguno de medicinas en su habitación. De la misma manera Eir evitó que Dhalia volviera a verla, sabía que podía traer repercusiones en ella si la veía en esa condición, pero fue tanto su insistencia que al final permitió que las dos se encontraran en el jardín, dando como resultado que Dhalia tuviera un ataque de pánico al ver lo mal que se encontraba su compañera de enfermedad.
Tal cual como Eir había previsto, la situación de Dhalia empeoró en los días siguientes. Por un lado estaba preocupada por la condición de África y por el otro estaba asustada por lo que podían causar los medicamentos que tomaba, si bien con África ocurrió por una sobredosis, cabía la posibilidad de que su organismo empezara a rechazar el tratamiento corriendo el riesgo de pasar por algo similar; recordó la preocupación de Liv al enterarse de los efectos secundarios y no fue hasta ese momento que se dio cuenta de que su pareja no exageraba al estar asustada con las dosis diarias que tomaba. La ansiedad de Dhalia creció a tal grado que comenzó a tener problemas con su alimentación, primero fue perdiendo el apetito y después tuvo atracones de comida que terminaron en culpa, provocándose el vómito en cinco ocasiones hasta que Liv la descubrió.
—¿No fuiste tú quien dijo que todo estaría bien?
—Eso fue antes de ver la realidad.
—Si te sigues provocando más enfermedades, el tratamiento no va a funcionar.
—De por sí sufría de ansiedad.
—No a este grado, Dhalia —reprendió alzando un poco la voz—. Si no te hubiera encontrado en el baño, hubieses seguido con esto hasta provocarte una bulimia. ¿Es eso lo que querías lograr?
—Lo estaba haciendo sin pensar, Liv. Las crisis no me dejan pensar con claridad.
—¿De verdad? Porque a mí me parece que estabas muy consciente ahí —dijo señalando hacia el baño—. Te creería ese argumento si fuese la primera vez, incluso la segunda, pero dijiste que esta era la sexta vez que lo hacías y tenías toda la intención del mundo en conseguir vomitar.
—¿Y según tú por qué lo estaría haciendo intencionalmente?
—Para dejarte morir. Es eso lo que quieres, ¿no? Pretendes morir antes de que la fibrosis acabe contigo.
Dhalia permaneció en silencio ante el comentario de Liv, ella por su parte salió de la habitación para ir en busca de Eir y contarle lo sucedido para que la ayudara a encontrar una forma de detener los arranques de Dhalia que le estaban provocando un trastorno a su alimentación. Por más que Eir le estuviera preguntando sobre los motivos por los cuales siguió provocándose el vómito, Dhalia se negó a responder, tan solo admitió que empezó a hacerlo intencional como Liv intuyó, pero no quiso dar ninguna razón.
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・⚘๑│Miércoles 30 ✿ 21:45 horas │๑⚘・
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Por primera vez no sé si quiero vivir o si quiero morir.
² Las convulsiones suelen durar de 30 segundos a 2 minutos, aproximadamente, en dónde se suelen aplicar primeros auxilios sin necesidad de intervenir con algún medicamento. Se dice que una convulsión es una emergencia médica cuando se rebasan los cinco minutos de duración, es entonces cuando personal médico tiene que intervenir aplicando dosis de medicamento para controlarlo según sea el tipo de convulsión.