En otra vida | Capítulo 01. ¿Por qué?
—Me enlistaré.
Hange escupió el agua que tenía en su boca al escuchar las palabras de su amiga, fue tanta su impresión que tuvo que esperar un par de minutos para dejar de toser y así poder continuar la conversación.
—Lo dijiste con tanta seriedad que por un momento creí que lo decías en serio —se limpió la boca para remover los residuos de agua y saliva que le quedaban, pero al no recibir respuesta alguna, volteó a ver a la contraria—. ¿Pieck?
—Entraré al cuerpo de adiestramiento.
—Tú no eres Pieck —se puso de pie y señaló a la contraria con el vaso vacío que sostenía en sus manos—, ¿quién eres y qué hiciste con mi amiga?
—Habla más bajo, tonta —jaló la muñeca de la mano de Hange que la señalaba con el vaso, obligándola a tomar asiento nuevamente en el escalón de la entrada de su casa—. ¿Por qué no me crees?
—Eres la persona con menos fe en Eldia que conozco, no te creo capaz de unirte a las fuerzas armadas sabiendo que odias a todos.
—Agradezco tu sinceridad —respondió para tomar el vaso con agua que tenía a su lado e ingerir un poco de su contenido.
—¿Por qué te quieres unir?
—Supongo que Eldia no es tan malo como parece.
—Estás hablando conmigo, no con un instructor en tu examen de admisión —comentó haciendo reír a la pelinegra—, ¿cuál es el verdadero motivo?
—Mis padres, quiero mantenerlos a salvo. Esta estúpida guerra no ha hecho más que traer desgracias a Paradis y no quisiera que en un futuro mis padres sean enviados como cerdos para el matadero —fijó la vista en el vaso que sostenía en sus manos—; en cualquier momento nos pueden dejar a merced de los titanes creados por Marley o convertirnos en esas bestias, no quiero eso para mi familia.
—Así que lo harás por la protección de los soldados y sus afiliados, ahora sí suena a un motivo digno de ti —dejó su vaso vacío a un lado de ella y levantó la mirada hacia el cielo despejado—. Serás un gran miembro en la policía militar.
—¿Me estás apoyando? —Preguntó sin poder ocultar la sorpresa en su voz y en el brillo de sus ojos.
—¿Por qué no habría de hacerlo? Estarás persiguiendo un bien mayor y no me refiero a defender a nuestra patria porque estoy segura de que no vas a hacerlo de forma voluntaria —la miró a los ojos manteniendo el rostro hacia arriba—, es un bien mayor personal y eso es más que suficiente para que yo te apoye.
Pieck esbozó una enorme sonrisa y, al igual que Hange, levantó la mirada para observar también el cielo azul y las pequeñas nubes que se podían apreciar, fue entonces cuando una idea se le cruzó en la mente y después de analizarla por un par de minutos, decidió que no sería tan descabellado hacerla realidad.
—Hange —la tomó de las hombros obligándola a girar su cuerpo para quedar frente a ella—, enlístate conmigo.
—¿Qué?
—Sólo piénsalo, tú y yo contra el mundo, seríamos imparables y estoy segura de que juntas podríamos derrocar el estúpido sistema de Paradis... no, de Eldia misma para acabar con esta patética guerra.
—¿No crees que estás soñando demasiado alto?
—¡Por supuesto que no! —Exclamó sacudiendo a la joven de los hombros—. Con mi fuerza y tu ingenio seremos capaces de hacer lo que sea, hasta conseguir que Marley deje de convertir a los nuestros en bestias.
—Esa sería una utopía que me encantaría alcanzar —tomó las muñecas de Pieck para deshacer el agarre en sus hombros—, pero no es algo que podamos conseguir de la noche a la mañana, solo somos unas niñas.
—Ya tenemos trece años y dentro de poco cumpliremos catorce.
—Pero aún no es suficiente para hacer algo, además, a diferencia tuya, yo no me veo formando parte de la policía militar.
—¿Te ves en la guarnición? —Hange negó con la cabeza—. ¿En la legión?
—Si tuviera que enlistarme, quisiera estar ahí.
—¡¿Estás demente?! —Alzó la voz al tiempo que se ponía de pie, siendo ahora Hange quien la tomó de las muñecas para obligarla a tomar asiento nuevamente en el escalón—. ¿Por qué querrías unirte ahí?
—¿Por qué no hacerlo?
—Hange, la calidad de vida en la legión es pésima, en cada misión tienen un setenta por ciento de pérdidas y no exagero, no sobrevivirías a la primera exploración.
—Pero quiero hacerlo.
—¿Por qué?
—Quiero encontrar una cura a la transformación —respondió dejando sorprendida a Pieck—. He estado leyendo muchos libros y me he dado cuenta de que nadie se ha atrevido a investigar a profundidad a los titanes, esas criaturas tan impresionantes que Marley pudo crear necesitan ser estudiadas y estoy segura de que si pudiera hacerlo se resolverían muchas incógnitas y, si tuviera la suerte de conseguir una pequeña muestra del suero que Marley posee para transformar a los nuestros, podría ser capaz de encontrar una cura para regresarlos a la normalidad —miró a la pelinegra a los ojos—; si quiero alcanzar mi objetivo, no puedo quedarme dentro de los muros, estar en el distrito no me servirá de nada, necesariamente tengo que estar afuera y solo puedo hacerlo formando parte de la legión de reconocimiento.
Una ligera brisa sopló sobre ellas, ondeando ligeramente los mechones de cabello que tenían sueltos y adornaban sus rostros. Pieck no encontraba palabra alguna para decirle a su amiga, jamás se esperó una respuesta así de su parte y por un momento le pareció irónico que Hange le dijera que había soñado muy alto cuando su meta era igual de ambiciosa que la suya, incluso un poco más.
—Con mi fuerza y tu ingenio seremos capaces de hacer lo que sea —dijo al fin, retirándole las gafas a Hange para limpiarlas—, aunque estemos en facciones distintas, estoy segura de que lograremos alcanzar nuestros objetivos y aunque no me agrade la idea de que te unas a la tropa suicida —le colocó las gafas ya limpias—, te apoyaré.
Hange miró a la contraria con un brillo en los ojos y no dudó en abrazarla con fuerza como muestra de su felicidad, acción que fue correspondida por Pieck con la misma emoción que la joven castaña.
—Prométeme que no te volverás una policía corrupta.
—Tú prométeme que no te volverás una legionaria suicida y hablo en serio —se separó del abrazo manteniendo las manos sobre los hombros ajenos—. Ya sé, hagamos un juramento.
—¿Juramento? —Preguntó poniéndose de pie al mismo tiempo que la pelinegra—. ¿Qué te preocupa?
—Tú y yo hemos visto cómo esta guerra ha hecho perder la cordura a más de uno, no quisiera que eso pasara con nosotras.
—Estoy segura de que no será así, somos amigas, Pieck —tomó una de sus manos— y pase lo que pase, siempre estaremos juntas y cuidaremos de la otra sin importar qué.
—Sin importar qué —mencionó apretando la mano de Hange.
Abrió los ojos al tiempo que sentía que el aire volvía a sus pulmones y que el sonido nuevamente era perceptible para sus oídos, el dolor de su cuerpo se hizo presente y el sabor a hierro empezó a ser más fuerte en su boca. Aquel recuerdo de su adolescencia le pareció algo irónico considerando la situación en la que estaba, ahora entendía a qué se referían cuando decían que se podía ver la vida misma pasar frente a los ojos cuando uno está a punto de morir. Empuñó las manos y con mucha dificultad se puso de pie, tomando el par de cuchillas que había dejado caer a la tierra durante la explosión de la lanzatruenos que activó como último recurso para defenderse; había quedado inconsciente debido a que se encontraba en el rango de la explosión, pero aún permanecía con vida gracias a que aquella arma que disparó era de una intensidad muy baja a comparación del arma original que en un abrir y cerrar de ojos la hubiese matado.
Sujetando con fuerza las dos cuchillas que recogió, levantó la mirada hacia el frente para vislumbrar, entre el humo restante de aquella explosión, la silueta de la persona con la que minutos antes se encontraba peleando. Al igual que ella se encontraba herida y en sus manos sujetaba con fuerza una escopeta como su arma de defensa; el uniforme color negro que una portaba y el uniforme color crema que la otra vestía se encontraban manchados de tierra y sangre, encontrándose rasgados los emblemas de ambos trajes. Ambas se vieron fijamente a los ojos, tenían la respiración agitada y el dolor en sus cuerpos era insoportable, pero más allá de eso, había un dolor aún peor que sentían en lo más profundo de sus entrañas y que solo ellas mismas podían comprender.
—No me obligues a hacerlo —dijo quitándole el seguro a su escopeta.
Activó su equipo de maniobras aferrándose a sus cuchillas.
—Tú no me obligues a mí.
Luchando contra sus propios sentimientos, las dos se fijaron como objetivo para continuar con aquel enfrentamiento que habían iniciado desde hace varios minutos y que estaban dispuestas a ponerle un fin; una mostrando su fuerza y capacidad militar como guerrera y la otra mostrando su ingenio y valentía como soldado. La pelea que había iniciado a las afueras del bosque había llegado hasta el otro extremo del mismo, justo a la orilla del río cuya corriente tomaba más fuerza conforme el cielo nublado se iba oscureciendo.
Una última bala fue disparada antes de que un golpe se asestara en su rostro, consiguiendo arrebatarle el arma alejándolo de su alcance y amenazando su cuello con una de las cuchillas que sostenía para así evitar que hiciera algún otro moviendo en su contra. El viento frío que la tormenta venidera traía consigo sopló sobre ellas, siendo el sonido de la corriente del río lo único que podía escucharse en ese momento; el rostro de ambas estaba cubierto de sangre y al verse fijamente ya no podían reconocer a la persona que tenían enfrente.
—Hazlo... mátame de una vez.
—Aún hay varias cosas que tienes qué responder.
—No puedes ser tan idiota para dejar ir esta oportunidad.
—Precisamente por eso necesito obtener respuestas.
—Déjate de estupideces y acaba conmigo de una vez —tomó la cuchilla que la amenazaba para presionarla sobre la piel de su cuello—. Hazlo, Hange, mátame... ¡mátame!
—¡No! —Soltó sus cuchillas e inmediatamente se abalanzó sobre la pelinegra, ejerciendo fuerza en sus manos al colocarlas sobre los brazos ajenos para así aprisionarlos contra la tierra—. ¿Por qué lo hiciste? —Preguntó conteniendo las lágrimas y dejando que un sabor amargo invadiera su boca al tiempo que las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer—. ¿Por qué, Pieck? ¡¿Por qué?!
—¡Porque soy una maldita traidora! Traicioné a Paradis, traicioné a Eldia y te traicioné a ti.
—Por una vez deja de mentir, Pieck —reclamó ejerciendo más presión sobre los brazos ajenos consiguiendo que la contraria dejara salir un quejido—. ¿Por qué te aliaste con Marley?
—Por un bien mayor.
—¿Qué bien mayor te llevaría a aliarte con el enemigo?
—Tú, Hange —respondió tragando saliva con dificultad al sentir que un nudo en la garganta se le había formado—. Lo hice por ti —la miró a los ojos de la única forma en la que podía mirar a la castaña sin importarle en ese momento que ella se diera cuenta de la forma en que la miraba—, siempre fue por ti.
Antes de que Hange pudiera decir algo, un grupo de legionarios se acercaba a toda prisa con ellas dispuestos a defender a su camarada. Pieck usó todas sus fuerzas para tomar impulso y empujar a la castaña, liberándose de su aprisionamiento antes de que los legionarios llegaran.
—¡Pieck! —Gritó Hange al verla lanzarse al río con la corriente yendo a toda prisa.
Intentó hacer lo mismo pero fue detenida por dos de sus compañeros de legión con quiénes forcejeó por unos segundos antes de caer de rodillas ante el inmenso dolor de sus heridas que ya no podía pasar por alto.
—Sigan la corriente del río y hagan lo posible por encontrarla —ordenó a los legionarios y mientras estos acataban su instrucción, dejó que sus dos compañeros que la ayudaban a mantenerse en pie la llevaran de vuelta al cuartel para que pudiera atender sus lesiones.
Más allá del dolor corporal, le dolía el alma misma ante la traición de quien fuese su mejor amiga. Anhelaba tanto que todo fuese una mentira, pero al final todo era cierto, Pieck se volvió una guerrera marleyana a quien tuvo que enfrentar como si fuese una desconocida.
—Lo hice por ti.
«¿Qué quisiste decir?», pensó durante el trayecto al cuartel bajo aquella tormenta que había agarrado fuerza, sujetando con su mano el lado izquierdo de su abdomen dónde una enorme mancha de sangre se podía vislumbrar en su uniforme.
💚 Cap. 02

