Zoë.
—¡Hange!
Esa fue la última palabra que salió de la boca de quién fuese el más grande compañero y amigo leal que pudo tener. Qué bien planeado lo tuvo el destino pues igual fueron las últimas palabras que escuchó de los miembros de aquella alianza que había formado antes de partir... y fue la misma noche en que esa alianza se formó cuando estuvo más que segura de su decisión.
—Deberías descansar —le dijo Mikasa al tiempo que colocaba una de sus manos sobre el hombro de su superior.
—Lo haré cuando logremos salvar a todos de este genocidio.
—“Yo también quiero que vuelvan.”
—¿Qué?
—Cuando recuperamos el muro y perdimos al comandante Erwin, me dijiste esas palabras para consolarme cuando creí que había perdido a Armin. Al principio me costó entender el verdadero significado de lo que dijiste y tampoco pude entender cuánto te afectó esa gran pérdida que tuviste —dijo señalando el parche de Hange—, pero ahora lo sé y al igual que tú, quiero que vuelvan, cada uno de ellos y que se den cuenta de que sus sacrificios no fueron en vano; quiero que todos nos vean recuperando a Eren y salvando a la gente... quiero que vean nuestra victoria pero debemos descansar ahora y tener las fuerzas necesarias para poder luchar esta batalla, tú más que nadie siendo nuestra comandante. Hazlo por ellos —fue lo último que dijo antes de retirarse.
Hange solamente soltó un largo suspiro antes de levantar la mirada hacia el cielo estrellado que esa noche los acompañaba. El único que sabía que ella no se encontraba bien, era Levi, quién confirmó sus sospechas al escuchar el soloquio de ella mientras curaba sus heridas; por su parte, Mikasa se dio cuenta de que algo andaba mal cuando Hange fue a buscarla para hablar con ella y con Jean rogándoles que le ayudaran a detener esta tragedia. Sí, Hange estaba emocional y mentalmente mal desde que regresaron de Shingashina pero con el retumbar su situación empeoró; no paraba de llorar, de sentirse impotente, de tener ataques breves de ansiedad que debía disimular, no podía ni siquiera dormir ya que cada vez que cerraba los ojos la imagen de sus antiguos compañeros muriendo la invadían. Ya no había rastro alguno de aquella científica carismática e hiperactiva que todos conocieron alguna vez, su ojo izquierdo perdió su brillo, su sonrisa desapareció... sólo era un cascarón.
—¿Te sientes mal?
Hange miró hacia abajo para encontrarse con una niña de cabello castaño que la miraba con mucha curiosidad. Un nudo en la garganta se formó en la mayor y no pudo hacer más que arrodillarse frente a la pequeña para cubrir su rostro mientras las lágrimas se apoderaban de ella en el llanto que por tanto tiempo estuvo reprimiendo.
—¿Por qué lloras?
—Por lo débil que soy —respondió al tiempo que descubría su rostro para poder ver a la menor—. Eres yo pero de niña, ¿cierto? —La pequeña asintió—, lo siento.
—¿Por qué?
—Por tener que verme así, por ser alguien tan débil, por no ser el adulto que queríamos ser.
—¿Estás segura de que no eres el adulto que queríamos ser? Porque yo creo que es todo lo contrario —respondió para tomar asiento frente a ella—. Eres parte de la legión.
—Técnicamente la legión ya no existe.
—Mientras haya alguien dispuesto a entregar su corazón por la humanidad, la legión seguirá existiendo —dijo señalando a los miembros de la alianza—; llegaste tan lejos para convertirte en su comandante.
—Nunca quise serlo.
—Nunca quisimos ser o hacer varias cosas, pero eso mismo es lo que ha hecho que ahora estemos aquí.
—No lo vale si hay arrepentimientos.
—¿Aún te culpas por ello?
—Pude haber hecho más.
—No fue tu culpa que ellos murieran.
—Sí lo fue. Yo debí estar ahí para proteger a mis compañeros, debí estar ahí para proteger a mi escuadrón, debía evitar que uno de ellos se sacrificara para salvarme y debí hacer todo lo posible por salvar a Erwin. Ahora mismo estoy tratando de salvar a gente inocente de un genocidio y que los chicos no mueran en esta misión, pero no estoy segura de poder lograrlo, tengo miedo de perderlos igual que a todos.
Un silencio se formó entre ambas, siendo el rozar del viento con las hojas de los frondosos árboles del bosque el único sonido que se podía escuchar.
—¿Sabes qué significa nuestro nombre? —Preguntó la pequeña Hange mientras observaba las estrellas del cielo—. Zoë significa vida y creo que no pudimos tener un nombre más acertado como ese —con el dedo índice de su mano izquierda señaló la estrella más brillante que pudo encontrar—; cada uno de ellos se sacrificó para salvar varias vidas, tu escuadrón se sacrificó para salvar varias vidas —se acercó a la mayor para acariciar su parche—, esa muerte que tanto te lamentas fue para salvar a la vida. Tú... no, nosotras, Zoë, somos vida que debía ser protegida para que en el momento indicado podamos salvar la vida de la última esperanza de la humanidad. —Tomó las manos de se contraria—, salvaste a Levi, salvaste a esos chicos y formaste una alianza para salvar a las personas de un genocidio; eres la vida que en este momento el mundo necesita. A pesar de las pérdidas...
—Debemos seguir avanzando —completó Hange para abrazar a su niña interior.
—Cumpliste con tu deber. Estoy orgullosa del adulto que pudimos ser.
Tras decir estas palabras, Hange esbozó una leve sonrisa llena de paz que solo Mikasa pudo observar al cubrir a su comandante con una manta, cuidando de no despertarla de aquel profundo sueño que por fin pudo tener. A la mañana siguiente, Hange despertó sabiendo que todo estaría bien y que la decisión que había tomado de sacrificarse, de ser necesario, era la correcta; cuando el momento indicado llegó, no dudó en cumplir con su última misión: su nombre significa vida y como una heroína decidió entregarla para salvar la vida de la última esperanza.
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