Resiliencia.
—Buen trabajo, líder de escuadrón. Ha terminado con todos sus deberes de hoy, ahora vaya a descansar, por favor.
Hange se levantó agitada y con unas gotas de sudor resbalándole desde la frente. Se había quedado dormida en su escritorio mientras hacía su papeleo o, mejor dicho, terminaba lo que le restaba de todo lo que tuvo que revisar en la semana.
Se quitó las gafas para frotar su rostro con sus manos y así ponerse de pie para dirigirse a su cama. El corazón le latía con algo de fuerza, aquella voz que había escuchado en sus sueños parecía tan real que hasta había hecho que sus manos le temblaran un poco.
—Es imposible... —susurró recostándose en la cama una vez que apagó la vela que alumbraba la habitación. Cerró los ojos intentando dormirse de nuevo pero, el recuerdo de aquella voz se hizo presente con más fuerza, pues imágenes de los momentos que pasó con aquella persona comenzaron a invadir su mente ocasionando que un par de lágrimas resbalaran por sus mejillas—. Nifa...
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❁⸙ℛᥱsιᥣιᥱᥒᥴιᥲ୭
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—Los reportes de la Legión de Reconocimiento fueron entregados en tiempo y forma, no esperaba menos, sobre todo teniéndote a ti como la comandante del mismo y al capitán Levi como el segundo al mando.
—No confundas las cosas, Zackley —mencionó Levi cruzándose de brazos—, el que la esté apoyando no quiere decir que sea el segundo al mando.
—No tardará en que la comandante Zoë te nombre cómo tal.
—No pienso obligarlo a tomar un cargo del cual no quiera hacerse responsable.
<<Hange>>, pensó Levi mirándola con sorpresa por el tono de voz que utilizó.
—Ya veo —Zackley se acomodó las gafas—. Si no tienen nada más qué reportar, pueden retirarse.
Ambos empuñaron su mano derecha para llevarla hacia su corazón haciendo el saludo militar para luego salir de aquella habitación.
—¿Qué demonios fue eso?
—¿A qué te refieres?
—La respuesta que le diste a Zackley, pareciera que te estuvieras quejando, al menos el tono de voz que usaste no sueles mostrarlo a tu superior.
—Le respondí de manera normal y solo dije la verdad.
—Oye —la tomó del brazo deteniendo su andar por el pasillo—, últimamente has estado muy extraña y no soy el único que lo ha notado, los mocosos igual dicen que algo pasa contigo.
—Todo está bien —respondió soltándose de su agarre para darse la media vuelta y continuar con su camino.
—Y todas estas noches sin dormir, ¿a qué se deben? —Hange detuvo su andar permaneciendo aún de espaldas—. Te he escuchado, incluso te he visto salir hasta tarde y con solo ver tu rostro es fácil notar que no estás descansando. ¿Acaso vas a negarlo? ¿O piensas decirme qué es lo que te tiene tan preocupada y molesta a la vez?
—Estoy bien —fue lo único que dijo para retomar su andar dejando atrás a su compañero.
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—¿En dónde está? —Preguntó Armin al ver a Levi entrar.
—Tomó otro camino de regreso al cuartel.
—¿Pudo hablar con ella? —Preguntó Sasha.
—Algo así —respondió tomando asiento en una de las sillas del comedor—. No va a decir qué es lo que le pasa pero, le está afectando más de lo que hubiésemos imaginado.
—¿Tendrá que ver por el cargo? —Mencionó Jean—. Es decir, ella subió de un momento a otro y no en una buena circunstancia, responder por ello ha sido muy duro y tal vez eso la tenga así.
—Entonces la estarían persiguiendo las secuelas de lo que ocurrió o algo más tuvo que haber ocurrido, su actitud cambió después de que fuimos más allá de los muros.
—¿La sal del mar le afectó? —Cuestionó Connie.
—No —respondió Levi—, lo que Mikasa trata de decir es que después de eso ella pudo haber comenzado con las secuelas <<pero algo me dice que esto va más allá>>. ¿Han hablado con ella recientemente?
—Solo hemos cruzado un par de palabras cuando le entregamos nuestros reportes —comentó Eren—, ya no trata de entablar una conversación.
—Capitán —llamó Sasha—, ¿cómo podemos hacer que vuelva a ser la misma de antes?
—No lo sé —suspiró—. Primero tenemos que averiguar qué es lo que la tiene así para poder hacerla volver.
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—... ¿Piensas decirme qué te tiene tan preocupada y molesta a la vez?
—Ni siquiera yo sé qué responder —murmuró flexionando sus rodillas para abrazarlas.
A las fueras del último muro, donde yacía el gran océano que marcaba el inicio de la isla Paradis, se encontraba Hange sentada sobre la arena estando perdida en sus pensamientos. Solía ir de vez en cuando con la intención de explorar pero siempre una nostalgia la invadía y terminaba quedándose ahí para reflexionar.
Hacía un par de meses que habían descubierto ese lugar y, mientras observaba con detenimiento la caracola que Armin había encontrado, una brisa sopló sobre ellos y por un momento Hange pudo sentir la presencia de los compañeros que en algún momento formaron parte de su escuadrón así como la presencia de los que fueron sus compañeros más íntimos desde que ingresó a la Legión.
Desde ese día los recuerdos de aquellos momentos que pasó con ellos invadieron su mente durante las noches impidiéndole dormir pues, aunque solo estuvo presente en dos de ellos, podía ver las muertes de todos como si los estuviera viviendo en carne propia. Primero creyó que podría sobrellevarlo y que de un momento a otro pasaría, pero ya no soportaba cerrar los ojos para revivir aquello de nuevo, por lo que mejor optaba por permanecer despierta saliendo a dar largas caminatas o trabajando en algún papeleo por más insignificante que fuese y no tardó en que las personas que la rodeaban se dieran cuenta de que algo andaba mal pues, dejando a un lado el cansancio que se le notaba, su comportamiento cambió inesperadamente distanciándose de los demás.
Sin embargo, lo que ahora la tenía con los nervios a tope era el hecho de que pudo escuchar la voz de Nifa la noche anterior. No había escuchado ninguna voz en todo ese tiempo, tan solo la atormentaban los recuerdos, pero esta vez se sintió tan real que podía jurar que Nifa había estado junto a ella para decirle esas palabras, con la misma tonalidad y alegría con la que solía hablarle cuando estaba con vida.
<<¿Por qué sus recuerdos me persiguen así?>> Se preguntaba en sus pensamientos mientras observaba cómo se formaban algunas olas en el agua.
—Tantas preguntas que no se han podido responder. —Hange sintió un escalofrío al escucharlo y quedó paralizada pues ni siquiera podía voltear su rostro para verlo—. Solía decirme que despejar la mente era algo bueno para poder reorganizar todas las ideas que se tengan y me recomendaba buscar un lugar que me permitiera reflexionar; este sin dudas es un buen lugar, me da mucho gusto que haya seguido su propio consejo, líder de escuadrón.
Hange cerró los ojos y al abrirlos de nuevo aquella sensación desapareció así como su cuerpo volvió a reaccionar. Miró por todos lados pero no había nadie más que ella en ese lugar y en el fondo lo sabía, era imposible que él estuviera ahí.
—Keiji... —dijo con la voz entrecortada y, manteniendo las rodillas flexionadas, inclinó la cabeza hacia ellas para cubrir sus orejas con sus manos—. ¿Por qué puedo escucharlos? ¿Por qué puedo sentir que están aquí? ¿Por qué me atormentan así? —Exclamó mientras sus lágrimas comenzaban a salir. Era la segunda voz que escuchaba y nuevamente era de un miembro de su escuadra—. Perdóname, Keiji, no estuve ahí para protegerte, ni a Nifa ni a Abel... perdónenme...
Al cabo de una hora, estando por fin más tranquila, Hange subió la colina donde había dejado a su caballo para montarlo y volver con él al cuartel.
—Bienvenida, Hange —mencionó Jean quien se encontraba platicando con Armin—. Calentaremos la comida para ti.
—No, estoy bien.
—Pero Hange...
—Gracias —interrumpió a Armin con una sonrisa de medio lado para retirarse a su habitación.
—De verdad está muy mal.
—Armin, ¿lo notaste?
—Sí, se ve que estuvo llorando.
—Chicos —llamó Mikasa desde el fondo—, Sasha quiere hablar con nosotros.
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—Sé cómo animarla pero voy a necesitar que todos me ayuden. Quizá no descubramos qué es lo que le pasa pero al menos podemos hacer que vuelva a sonreír.
—¿Cuál es tu idea? —Preguntó Jean.
—Su cumpleaños, hay que celebrarlo.
—Espera —interrumpió Connie—, ¿quieres hacer una fiesta?
—No precisamente, pensaba hacer una cena entre todos, algo pequeño para que podamos convivir como lo hacíamos antes. Fue lo único que se me ocurrió y ha decir verdad solo tendríamos un día para organizar todo.
—¿Y crees que funcione? —Eren frunció el entrecejo—. Casi ni está con nosotros, ¿cómo haremos para que acepte?
—Yo puedo ayudarlos —mencionó Levi desde el fondo llamando la atención de todos—. Puedo encontrar la manera convencerla, solo es que se encarguen de preparar todo.
—Gracias, capitán —comentó Sasha—. Entonces comencemos a organizarlo, ¡vamos a animar a Hange!
—Capitán —Jean se acercó a él—, Hange no quiso comer y Armin y yo notamos que había estado llorando.
Levi asintió y se retiró para ir camino a la cocina y tomar una manzana y un vaso con agua para llevarle a Hange.
—Oye, cuatro... Hange, voy a entrar —dijo para abrir la puerta—. Mas vale que no estés trabajando.
—Estoy leyendo, ¿eso cuenta?
—Para ti sí —respondió lanzándole la manzana—. Cómetela.
—Lo haré después.
—No, quiero ver que la comas ahora.
—¿Qué?
—Además de no estar durmiendo, no pruebas bocado alguno. ¿Pretendes morir de una vez?
—Simplemente no me está dando apetito.
—No vas a decirme, ¿cierto?
—No tengo nada qué decir.
—Ya veo. —Tomó asiento en la silla contigua a donde ella estaba—. Entonces come, no me iré hasta que lo hayas gastado —dijo acercándole el vaso con agua y tomando uno de los libros que había en el escritorio para revisarlo.
—El capitán siempre se preocupó por los demás aunque no le guste demostrarlo —Hange palideció al escucharlo—. Recuerdo que yo igual solía batallar para hacer que usted comiera cuando estaba tan concentrada en sus investigaciones, al igual que el capitán me preocupaba por su salud —suspiró—; líder de escuadrón, no reprima tanto su apetito y no preocupe tanto a los demás.
<<Abel...>>, pensó sintiendo un nudo en la garganta.
—¿Qué te pasa? —Preguntó Levi al verla un poco agitada.
—Nada... —fijó su vista en la manzana que sostenía en sus manos—, estoy bien —dijo para darle una mordida a la fruta.
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A la mañana siguiente, mientras todos iban al pueblo a comprar cosas para la pequeña reunión que harían, Hange decidió ir a dar un recorrido por el distrito. No habían misiones por el momento, solo estaban esperando a la ceremonia de graduación para que los nuevos reclutas se unieran a la facción por lo que al terminar con el papeleo que les encargaron ya no tenían más pendientes por hacer.
—¡Hange! O debería decir, comandante Hange.
—Hola, Riko.
—Te ves terrible.
—Por eso salí a respirar.
—Ya veo —dijo llevando una de sus manos a su mentón de forma pensativa—. ¿Hace cuánto que no utilizas tu equipo de maniobras?
—Un mes, más o menos, ¿por qué?
Riko la tomó de la muñeca de su mano izquierda y la llevó hacia el muro haciendo que uno de los soldados de la guarnición que ahí se encontraba le prestara su equipo para que pudiera subir.
—Si lo que necesitas es despejarte, esta vista te ayudará —dijo señalando a las afueras del distrito—. Patrullar el muro tiene sus ventajas y esta es una de ellas.
—Es increíble —exclamó Hange observando a las afueras del muro—, se ve tan tranquilo.
—Ustedes nos devolvieron esa tranquilidad —mencionó Riko con una sonrisa.
—Cuánto añoramos tener este momento de paz —Hange giró levemente su rostro a su derecha y claramente pudo vislumbrar la silueta de Nanaba de pie junto a ella—. Siempre tuvimos el objetivo de conseguir que la paz reinara a las afueras del muro y después de tanto por fin lo lograron.
—El olor a libertad cada vez es más fuerte y todo gracias a ustedes —mencionó Mike sentado a la orilla del muro.
—Hicieron un gran trabajo.
—Y estamos orgullosos de ver lo mucho que haz crecido también.
—¡Hange! —Exclamó Riko para ayudarla a levantarse pues había caído de rodillas—. ¿Qué pasa?
—No es nada, tan solo se me fue el aire por un momento —respondió con la voz entrecortada.
—Te ayudaré a bajar del muro y te llevaré de vuelta al cuartel.
Hange asintió y fue acompañada por Riko quien se aseguró de dejarla a salvo en su habitación.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó Levi al verla cerrar la puerta de aquella recámara.
—Traje a Hange, se sintió mal. —Frunció el entrecejo y encaró al capitán—. ¿Está todo bien con ella? La veo... no es la misma de antes.
—Lo sé, tan solo es un mal momento que necesita superar. —Riko asintió para dar la media vuelta y retirarse mientras Levi iba a la cocina por algo de té, fruta, agua y pan para su compañera pues sabía que había salido sin desayunar—. ¿Puedo pasar?
—Sí —respondió estando recostada en la cama.
—Riko no mintió, te ves horrible —dijo acercándose a la cama al mismo tiempo que Hange se reincorporaba sentándose en la misma—. ¿Qué ocurrió esta vez?
—¿Piensas regañarme?
—Un regaño no sirve si es para ti —respondió extendiéndole un trozo de pan—. ¿Y bien?
—Me quedé sin aire mientras estábamos en el muro.
—¿Ahora te dan vértigo las alturas?
—Eso parece... no... —dejó caer el bocado de pan que le quedaba para llevar sus manos a su cabeza.
—¿Hange? —Tocó su frente—. Estás ardiendo en fiebre —dejó la bandeja con comida en el suelo y la ayudó a recostarse.
Buscó algunos paños en la habitación y al encontrarlos no dudó en mojarlos con el agua que había llevado y se los colocó en la frente para ayudarla a regular su temperatura.
—¿Tan mal estoy?
—Cierra la boca. Le diré a los mocosos que vayan por un doctor, no te muevas de aquí.
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—Estará bien, ¿verdad? —Preguntó Armin al capitán.
—Necesita descansar y comer, además debemos vigilar que su temperatura no aumente otra vez.
—Debimos cuidarla mejor —comentó Eren.
—Detengámonos con lo de mañana —mencionó Mikasa—, lo importante ahora es cuidar de Hange.
—No será necesario, ustedes sigan en lo suyo.
—Pero, capitán...
—Les aseguro que mañana en la noche ella estará mejor.
Los chicos asintieron a sus palabras y durante todo ese día se estuvieron turnando para cuidar a su comandante así como de asegurarse de que comiera algo. Al caer la noche, Levi decidió hacerse cargo de Hange en lo que los demás iban a dormir así que tomó asiento en una de las sillas que habían colocado frente a la cama de la mujer y, sin darse cuenta, se quedó dormido ahí.
<<¿Qué... es eso...?>> Pensó mientras habría lentamente los ojos pues un cierto sonido lo había despertado.
—No...
—¿Hange? —Se inclinó hacia adelante para verla mejor y fue entonces que se percató que la mujer se encontraba llorando entre sueños—. Hange.
—No... chicos... perdón...
—¿Qué?
—Erwin... lo siento...
<<Así que eso era>>, pensó para acariciar el hombro de la contraria tratando de calmarla hasta que por fin pudo conseguir que dejara de llorar.
—Buenos días, capitán —mencionó Sasha por la mañana entrando despacio a la habitación acompañada de Connie—, ¿cómo está?
—Mejor. ¿Ya desayunaron?
—Eso vamos a hacer —respondió Connie—, solo que creímos que era mejor que los dos desayunaran aquí.
—Deja la bandeja en el escritorio —dijo para frotarse el rostro con una mano.
—¿Es seguro continuar? —Preguntó Sasha.
—Sí, continúen con su misión, yo me encargo del resto —ambos jóvenes asintieron para salir de la habitación.
—¿Misión? —Preguntó Hange con un tono de voz algo débil.
—¿Hace cuánto que despertaste?
—Acabo de hacerlo —respondió reincorporándose en la cama.
—¿Cómo te sientes?
—Cansada, pero bien.
—Te descuidaste demasiado, tonta.
—Es posible.
—¿Y lo dices tan tranquila? —Se puso de pie para acercarse al escritorio—. Terminando de comer te quedarás aquí a descansar.
—¿Me mantendrás encerrada?
—Son órdenes del doctor.
—Lo sé. Me quedaré aquí.
Justo como Levi dijo, al terminar de comer Hange permaneció en su habitación tomando el medicamento que le habían dado y durmiendo lo suficiente para recuperar las energías que había perdido, sobre todo porque Levi le había dicho que iría a buscarla en la tarde.
—Te ves mejor.
—Me siento mejor —respondió cerrando la puerta de su habitación.
—Que bien que así sea porque tú y yo daremos un largo paseo.
—Dijiste que sólo iríamos al pueblo, además el doctor dijo que no podía permanecer tanto tiempo fuera de cama.
—Lo dijo porque eres capaz de pasarte todo el día trabajando sin dormir. Vamos por los caballos, será una larga cabalgata.
—¿A dónde iremos?
El capitán permaneció en silencio y así estuvo durante todo el transcurso del viaje, solo que a Hange no le tomó tanto tiempo darse cuenta de a dónde se dirigían pues era un camino que ya conocía a la perfección. Dejaron a los caballos en la colina y ambos bajaron para caminar un poco sobre la orilla del mar.
—Este lugar sirve mucho para pensar.
—No sabía que venías seguido.
—Lo hago de vez en cuando —respondió manteniendo la vista fija en el horizonte—. Hange, anoche dormí en tu habitación.
—Era fácil darse cuenta de eso.
—Estuviste llorando en sueños.
—¿Q-Qué?
—¿Hace cuánto que tienes pesadillas así?
—No son... —permaneció en silencio mientras una suave brisa los envolvía a ambos.
—Llamaste a Erwin y a los "chicos", pero puedo intuir a quienes te referiste con ello. ¿Qué ocurre, Hange?
Un silencio se hizo presente en ambos, solo el sonido del agua y las aves que arriba de ellos volaban se podía escuchar.
—Este lugar... fue aquí donde todo empezó —dijo tras pasar unos minutos, sentándose sobre la arena siendo seguida por el contrario—. Cuando venimos aquí por primera vez, pude sentir que ellos estaban aquí.
—¿"Ellos"?
—Nuestros camaradas: Mike, Nanaba, mi escuadrón, Erwin... pude sentir sus presencias, que estaban aquí con nosotros y desde ese día, los veo en mis sueños —flexionó sus rodillas para abrazarlas—. Los veo morir, por más que trato de salvarlos, no llego a tiempo, no puedo hacer que sobrevivan.
—¿Por qué no me dijiste?
—Creí que podría sobrellevarlo —respondió secando la lágrima que resbalaba por su mejilla—. Creí que sería algo pasajero pero esos sueños siguieron persiguiéndome todo este tiempo y ahora...
—¿Hange?
—Puedo escucharlos... puedo escuchar sus voces, Levi —dijo rompiendo en llanto mientras su compañero la veía con una expresión de sorpresa—. Hace un par de días escuché la voz de Nifa, al día siguiente escuché a Keiji y a Abel, en el muro escuché a Mike y a Nanaba y claramente los pude ver también —dejó de hablar un momento en lo que trataba de controlar su llanto—. Estoy enloqueciendo, ¿cierto?
—Siempre haz estado demente —Hange soltó una pequeña risa ante el comentario—. ¿Qué fue lo que escuchaste? Me refiero a qué fue lo que dijeron.
—Me hablaron directamente. Nifa me dijo que había hecho un buen trabajo y debía irme a dormir, Keiji dijo que estaba bien encontrar un lugar para despejar la mente; Abel me pidió que comiera y tanto Mike como Nanaba dijeron que hicimos un buen trabajo al recuperar un poco de tranquilidad.
—Ya veo... —observó las pequeñas olas que se iban formando en el agua—. ¿Te has resignado a sus muertes?
—He visto morir a mis camaradas desde que me uní a la Legión.
—Pero ellos no eran solo unos compañeros para ti —giró su rostro para encararla—. Nunca te resignaste, ¿verdad?
—¿Cómo podría hacerlo si ellos eran mi familia? —Las lágrimas comenzaron a salir nuevamente de su ojo—. A dos de ellos los vi morir cuando tenía una oportunidad de salvarlos, a tres de ellos los abandoné a manos de los antihumanos y con los dos restantes no pude entablar una última conversación.
—Te estás atormentando por cosas que no deberías.
—Si tan solo hubiera estado con ellos, si tan solo hubiera actuado...
—Tal vez las cosas así tenían que haber terminado. Sé que es difícil, yo igual he perdido a personas importantes, pero debes resignarte y salir adelante.
—No podré hacerlo con todo lo que está ocurriendo.
—Tal vez sean ellos diciéndote que debes volver a ser tú de nuevo. Hay gente que se está preocupando por ti y está haciendo lo posible por reanimarte, los mocosos son prueba de ello. ¿Sabes qué fecha es hoy?
—Septiembre... yo... lo había olvidado.
—Lo imaginé. Los mocosos te están organizando una cena especial.
—Ellos... —fijó su vista en el mar tratando de regular su respiración—. Les debo una disculpa y les tengo qué agredecer por lo que están haciendo, al igual que contigo.
—Solo quiero que vuelvas a la normalidad, gafas de mierda —dijo revolviendo un poco el cabello de la contraria—. Sin embargo, aún falta algo para que te puedas resignar —suspiró—. No has escuchado a esos dos.
—Levi...
—Cuando eso pase, te ayudaré a salir adelante.
Ambos permanecieron un rato más sentados en la arena hasta que decidieron volver al cuartel. Llegaron justo cuando el sol se ocultó dejando entrar a la noche y Levi había conseguido que Hange estuviera más tranquila para entonces.
—¿Ellos de verdad lo hicieron?
—Averígualo tú misma.
Hange asintió y entró justo donde se encontraba el comedor encontrándose a los chicos de la tropa 104 con un pastel, algunas flores y un letrero con la leyenda "feliz cumpleaños, comandante."
—Muchachos, yo...
—Hange —interrumpió Jean—, ha sido difícil para todos desde que recuperamos el muro.
—Sólo queremos que sepas que puedes contar con nosotros para lo que sea —comentó Connie.
—No eres solo nuestra superior, eres nuestra familia.
Tras las palabras de Sasha, un nudo se formó en su garganta por lo que tuvo que respirar profundamente para poder hablar.
—Ustedes... son la mía.
Aquella cena que habían planeado fue el gesto más hermoso y valorado para ella, en todo ese tiempo por fin pude esbozar una sonrisa sincera y todos estaban más tranquilos al verla ir regresando a la normalidad.
—Hange...
Aquél llamado hizo que saliera con la excusa de querer respirar aire fresco por unos minutos. Estando afuera, fijó su vista en el cielo que estaba adornado por varias estrellas y una resplandeciente luna llena.
—Es una hermosa noche, ¿no crees?
—Lo es —respiró profundamente para voltear a ver—. Hola... Erwin.
—Hola, Hange —respondió acercándose a ella para colocarse a su costado—. El parche te queda bien.
—No esperaba ese comentario de ti. Erwin, yo...
—No tienes que decir nada, soy yo el que tiene que hablar. Te embarqué en un puesto muy grande sin haberte preparado como se debe y sé que será muy difícil para ti pero, te nombré mi sucesora por algo, confío en ti y sé que harás lo mejor; además, él tiene mucha fe en ti.
—Siempre tendré fe en ella.
Al escuchar su voz, una punzada en su corazón se hizo presente y, teniendo la respiración agitada, se giró lentamente para poder verlo.
—Moblit...
—Hola, líder de escuadrón. No, ahora eres comandante y sé que lo harás bien —se acercó a ella y sutilmente secó el par de lágrimas que estaban resbalando por las mejillas de Hange—. Ya no estoy para cuidarte, así que prométeme que te cuidarás mucho y que no harás nada imprudente.
—Lo intentaré —dijo con una pequeña sonrisa sintiendo su voz quebrarse—. Lo siento...
—No tengo nada qué perdonarte, Hange, ninguno de nosotros.
—Solo no olvides que siempre estaremos con ustedes —mencionó Erwin.
—Y yo siempre los tendré presentes —respondió sin poder contener sus lágrimas a lo que ambos le dieron un abrazo antes de desaparecer.
Esa noche al dormir, las pesadillas se marcharon y en su lugar se vio a sí misma celebrando su cumpleaños con la tropa 104 y sus camaradas que se habían marchado. Esa fue la última vez que Hange vio a sus compañeros y a las dos personas que tanto había querido, y ese fue el día en que por fin pudo dejarlos ir para resignarse a la pérdida más grande que pudo tener.
—ℱin.
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