El último show | Capítulo 17. Pimienta.

—¿Qué demonios es esto?

Rodri permaneció de pie en el centro de la sala de su casa observando atónito a su alrededor. Minutos antes habían tocado a su puerta para entregarle un pedido que curiosamente él no solicitó. La entrega consistió en tres canastas de arreglos frutales, cuatro arreglos florales, 2 ramos de rosas y una caja de chocolates.

Creyó estar alucinando tras el cansancio de la noche anterior pero no fue así, de verdad había recibido aquellos presentes y, por la tarjeta que había en uno de los arreglos florales, se enteró del responsable de aquella situación.

—¿Por qué me enviaste todo esto? —Preguntó Rodri sujetando el teléfono sobre su oreja.

Primero que todo, buenos días.

—¡Álvaro! —El mencionado se empezó a reír desde la otra línea—. Mi casa está repleta de cientos de canastas.

Ojalá hubieran sido cien pero, por el tamaño de tu sala, deduje que no iban a dar tantas.

—¿Por qué lo hiciste?

Anoche me salvaste la vida. Fuiste muy valiente al enfrentarte a esa criatura.

—¡Era un puñetero saltamontes!

Estaba a punto de atacarme y acabar con mi vida, pero tú valientemente llegaste para enfrentarte a él y convertirte en mi héroe.

—¿Qué fue lo que Helena te dio para fumar? —Preguntó completamente convencido de que el contrario algo había ingerido.

Quería agradecerte de alguna forma y creí que esa era una buena forma de hacerlo.

—¿Y qué supones que voy a hacer con tantos arreglos?

La fruta obviamente te la tienes qué comer, las flores adornarán tu hogar, y el chocolate...

—¿El chocolate qué? —Preguntó pues el contrario había permanecido en silencio.

Lo pueden utilizar en una noche de pasión —gritó desde el fondo.

¡Helena! —Exclamó Pascu.

¿Qué? Si por tu expresión se ve que eso querías decir, ¿verdad?

—¡Claro que no!

—Tal vez deba colgar —comentó por fin Rodri, sintiendo que las mejillas le ardían por la proposición que Helena había dicho.

Espera, Rodri —mencionó Pascu—, tan solo te agradezco por recuperar mi chaqueta.

—La próxima vez, evita el agradecimiento —respondió para terminar con la llamada, manteniendo la vista fija en uno de los arreglos frutales—. ¿Cuánto dinero gastaste en mí?


🐾

17. Pimienta.

🐾


—Con ese letrero me haces tener pensamientos impuros —mencionó Alex.

—¿Me dejarás pasar?

—Los pensamientos impuros incrementan.

Javier fue al departamento de la joven y, al abrir la puerta, Alex se encontró con el contrario sujetando una cartulina con la leyenda "soy todo tuyo" escrito en ella.

—¿Hacías algo interesante? —Preguntó enrollando la cartulina.

—Estaba a punto de prepararme un delicioso plato de cereal con leche —respondió cerrando la puerta para dirigirse al comedor junto con el contrario—. No sé si debo invitarte a desayunar o mejor vamos de una vez a mi habitación para la acción.

—No empieces a acosarme.

—Oh, cierto, lo olvidaba. Ahora es Helena quien te maltrata, ¿verdad?

—Cállate —exclamó aventándole la cartulina enrollada a la menor.

—¿A qué viene este letrero exhibicionista? ¿Pretendes mostrárselo a ella?

—En realidad lo hice para ti.

—Por lo menos espero que hayas traído preservativos.

—Por Dios, te convertiste en una mini Helena —dijo tomando asiento en una de las sillas del comedor.

—Desde que volvimos de México me lo han dicho muy seguido —respondió entrando a la cocina para buscar un plato y una cuchara para Javier—. Cómo sea, ¿a qué debo el honor de esa cartulina?

—¿Acaso lo olvidaste?

—No recuerdo haber pedido tus servicios de ningún tipo.

—Hicimos un trato algunos meses atrás.

—Tendré buena memoria para aprender mis libretos, pero no para recordar ciertos detalles —comentó dejando sobre la mesa el plato y la cuchara.

—Si lograbas hacer una interpretación perfecta a tal grado de que el público te aplauda de pie  en la primera función, sería tu esclavo por todo un mes. —Tomó la caja de cereal que estaba en la mesa para servirlo en los platos—. Me había hecho a la idea de que tú serías mi esclava pero, anoche me demostraste lo contrario.

—¿Gané la apuesta? —Preguntó sorprendida.

—Por favor, no abuses de mí. Me quiero conservar para Helena.

—Olvídalo, ella verá mis marcas en ti. —Tomó el envase de leche para verterlo sobre los platos—. ¿El mes empieza desde hoy?

—¿Por qué? ¿Te urge maltratarme?

—No me des ideas —respondió con una sonrisa—. En dos meses haré uso de tu esclavitud.

—¿Cuál es la razón del aplazamiento?

—Es que, dentro de dos meses, no volverás a ver la luz del sol.

—¿Álvaro? —Preguntó Rodri sorprendido pues, al abrir la puerta, se encontró con el actor—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a verte, aunque veo que estás de salida.

—Quería comer algo antes de ir al teatro.

—¡Perfecto! Voy contigo.

—Cité a los actores a las tres treinta, son las doce, no es necesario que llegues tan temprano.

—Lo sé, pero podemos comer juntos y de ahí te dejo en el teatro en lo que voy por mis cosas.

—¿Por qué darías tantas vueltas?

—No es molestia si estoy contigo. ¿Nos vamos?

Rodri dudó por un momento, pero al final terminó accediendo pese a que algo dentro de él le decía que esto no iba a terminar bien.

—Hay un lugar cerca de aquí que vende comida casera —mencionó Rodri caminando con Pascu a su lado—. Espero que no te moleste si comemos ahí.

—Para nada. Aunque creo que la última vez que comí en uno de esos lugares fue hace ocho meses y eso porque Helena lo encontró.

—Más que representante, parece tu niñera.

—Ella suele decírmelo cuando se molesta.

Ambos llegaron a ese pequeño restaurante y se sentaron juntos en una de las mesas que se encontraba cerca de la entrada. Sin que se dieran cuenta, el tiempo pasó volando entre las bromas que se hacían mientras comían.

—Yo pagaré —mencionó Pascu sacando su billetera del bolsillo de su pantalón.

—No es necesario.

—Claro que sí. Yo invito.

—Gracias —dijo algo consternado por la insistencia del contrario.

Al salir de ese pequeño local, caminaron un poco hacia el parque que se encontraba a un par de cuadras de distancia y, estando ahí, comenzó el caos.

—¿Te gustaría un helado?

—Claro, supongo.

—Mira, el señor de ahí está vendiendo crepas, te compro una.

—Álvaro...

—¡Esas son manzanas con caramelo, Rodri!

—Espera, no lo com...

—¿O te gustaría mejor un algodón de azúcar?

—¡Ya! —Exclamó Rodri llamando la atención del contrario—. ¡Deja de gastar tu dinero! ¿Qué crees que voy a hacer con tanta comida?

—Rodri...

—Te pasé los arreglos de la mañana, te pasé que pagaras la comida e incluso te pasé que compraras los helados, pero ya, fue suficiente.

—¿No quieres que te compre comida?

—No quiero que estés despilfarrando tu dinero como si no te costara ganarlo.

—No me importa gastarlo contigo.

—A eso me refiero, no soy quién para andarte quitando el salario. —Se sentó en una de las bancas del parque—. ¿Por qué estás haciendo todo esto?

—En la mañana, cuando me llamaste, me di cuenta de que sí había exagerado con los arreglos —respondió sentándose a su lado—. Digamos que quise tratar de agradecerte de otra forma.

—¿Llenándome de comida? Estoy seguro de que hoy subí diez kilos y el día aún no termina.

—Me idea era llevarte a cada restaurante de hamburguesas que hubiera en la ciudad.

—La idea es buena, pero es algo extravagante. Ya deja de agradecerme, ¿sí?

Rodri se levantó de aquella banca y se dio la vuelta para empezar a caminar. Pascu lo vio irse y, justo cuando el compositor estaba por cruzar la calle, una persona en motocicleta se atravesó, a lo que Pascu reaccionó corriendo hacia el compositor para jalarlo del brazo evitando así aquél accidente.

—La viste muy cerca, Septién.

—Te debo la vida. —Rodri se tapó la boca con una de sus manos y se alejó de Pascu—. No quise decir eso.

—Al parecer alguien debe un agradecimiento —mencionó Pascu alzando una de sus cejas.

—No voy a agradecerte nada.

—Recuerdo que cuando me invitaste a desayunar una arreglo frutal, no dejaste de quejarte porque Álvaro hizo una exageración. —Se cruzó de brazos mientras se recargaba sobre el refrigerador—. ¿No crees que estás haciendo lo mismo?

—Ya cállate.

Había pasado una semana desde el suceso de las flores y el accidente que Pascu evitó. Al enterarse de lo que había pasado, Helena corrió al departamento del compositor para pedirle, o mejor dicho, obligarle a que le agradezca al contrario de alguna forma, insistiendo a tal grado que Rodri se hartó y terminó aceptando.

Después de pensarlo por tres días, Rodri consideró prudente invitar a Pascu a cenar como muestra de agradecimiento, así que llamó a Ramsés para que no hiciera planes el domingo pues él sería quien lo ayudaría a cocinar.

—Repíteme el por qué decidiste cocinar en lugar de llevarlo a un restaurante.

—Creí que era mejor hacer algo por mí mismo —respondió Rodri mientras drenaba el agua de la pasta que había cocido—. ¿Crees que hice una mala elección?

—Creo que los dos tienen una extraña fijación por la comida y en grandes cantidades —contestó Ramsés para empezar a cortar algunos tomates—. Aunque debo decir que no me esperaba una acción así de tu parte.

—¿Por qué lo dices?

—Usualmente Álvaro era quien organizaba las veladas románticas entre ustedes dos mientras que tú organizabas viajes o pequeña salidas para ambos. Creo que sólo una vez llegaste a organizar una cena. ¿Acaso pretendes cambiar de rol en su relación?

—No tenemos ni tendremos una relación —respondió para acercarse a la estufa y revisar la salsa que estaba cociendo ahí—. Solamente somos amigos y compañeros de trabajo, nada más.

—Podrían volverse a enamorar.

—Deja de decir estupideces, Ramsés. —Tomó una cuchara y algunos condimentos para agregarle a la salsa—. Él y yo tuvimos una relación que, de cierta forma, se volvió tóxica y no estoy dispuesto a volver a pasar por lo mismo.

—Pero ahora ambos se sinceraron, se dijeron todo lo que tenían que decirse el uno al otro. Tal vez no sea tan mala idea darse una segunda oportunidad.

—¿Y quién te dijo que yo quiero otra oportunidad? Para empezar, ni siquiera estoy seguro de lo que yo quiero y, en segundo, él sigue siendo tan impulsivo.

—Oye, Rodri...

—Sigue siendo ese espíritu libre que actúa sin pensar. ¿Por qué demonios hace eso? No ha cambiado nada en todo este tiempo.

—¡Rodri! —Ramsés le arrebató el frasco de pimienta cuya mitad de su contenido había sido vertido en la salsa—. Actuar sin pensar, ¿cierto?

—Tal vez no se note.

—Rodri, la salsa era blanca y ahora está entre gris y negra. Mejor preparemos otra.

—No nos quedan ingredientes ni mucho tiempo.

—¿Y qué pretendes hacer?

—¿Cenaremos pizza?

—Te dije que no haríamos nada extravagante.

Pascu tomó asiento en el sofá de Rodri mientras este iba a la cocina por un vaso con agua para el contrario.

—Recuerdo que me dijiste que me ibas a sorprender con la cena de hoy.

—Y eso hice —respondió entregándole el vaso con agua—, será una cena tranquila y muy casual. Ahora dime, ¿qué ingredientes te gustaría en la pizza? Para pedirla de una vez.

Un sonido proveniente de la habitación de Rodri llamó la atención de los dos.

—¿Problemas con tu gato?

—Ya vuelvo.

Mientras Rodri se dirigía a su habitación, Pascu se levantó del sofá para ir a la cocina y dejar el vaso en el fregadero. Al entrar, se percató de todos los refractarios llenos de determinados ingredientes, cuestión que llamó la atención del actor.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Preguntó Rodri entrando a la cocina, haciendo que el contrario diera un pequeño sobresalto al escucharlo.

—¿Por qué tienes todo esto aquí?

—Eso no importa.

—¿Pretendías cocinar la cena?

—No. Bueno... algo así.

—Entonces, ¿por qué me dijiste que pediríamos pizza?

—Olvídalo, ¿de acuerdo? —Pidió manteniendo la vista fija en la olla que estaba sobre la estufa, a lo que Pascu se dio cuenta de ello volteándose para destaparlo—. ¡No!

—Jamás había visto una salsa con este color. —Tomó una cuchara para remojarla en aquella salsa—. ¿Es colorante? —Preguntó para probar un poco—. O tal vez sea algo de condimento —dijo tosiendo un poco.

—Es pimienta en realidad.

—¿Qué te pasó? ¿La tapa del frasco no estaba bien cerrada?

—Digamos que sí —respondió algo avergonzado—. Cómo sea, no hay forma de repararlo.

—Tal vez haya una manera.

—No pensarás en experimentar con la comida, ¿verdad?

—Por supuesto que sí.

En la siguiente hora, los dos permanecieron en la cocina preparando lo que sería su cena. Pascu se la pasó reparando la salsa que Rodri condimentó de más mientras que este último se encargaba de terminar con todo lo demás. Cuando el reloj marcó las diez treinta de la noche, ambos se encontraban en el comedor disfrutando de la comida que habían hecho entre los dos.

—No puedo creer lo bien que te quedó la salsa —mencionó Rodri tras haberse llevado un bocado de pasta a la boca—. Yo ya lo daba por perdido.

—A veces es bueno experimentar con la comida.

—Sólo tú te atreverías a tanto.

—Puede que tengas razón —respondió Pascu con una sonrisa—. Por un momento creí que te habías vuelto adicto a la pimienta.

—Tal vez deba arruinar mis comidas con ello para que vengas a repararlo.

—Entonces, ¿quieres que venga más seguido?

Rodri permaneció en silencio, pero el sonrojo que apareció en su rostro fue más que suficiente para el contrario.

Después de cenar y haber lavado los platos, Rodri acompañó a Pascu a la entrada de su casa para que este se marchara.

—Fue una velada muy agradable.

—No puedo quejarme.

Ambos se dedicaron una sonrisa mientras se veían fijamente a los ojos. Sin pensarlo fueron aumentando la cercanía en sus rostros pues los labios de uno buscaban a los del otro y aquella unión estaba a punto de concretatse, de no ser por el teléfono de Pascu que empezó a sonar terminando con aquél momento.

—Hola —dijo atendiendo a la llamada.

—¿Se puede saber por qué no te llevaste los preservativos que te compré? —Preguntó Helena desde la otra línea—. Entiendo que ni tú ni Rodri puedan embarazarse, pero si sabes de las enfermedades de transmisión, ¿verdad? Como amiga y representante trato de cuidarte, ¿y tú te niegas? Porque no me vengas con el cuento de "sólo fui a cenar" cuando sé perfectamente que no vas a llegar a dormir.

—Helena, estás en altavoz —mencionó Pascu con la voz entrecortada.

Un silencio se hizo presente en el que ninguno de los tres sabía qué decir por ese par de minutos que se les hizo eternos.

Hola, Rodri —dijo por fin Helena con la voz temblorosa por la vergüenza.

—Hola, Helena —respondió el compositor con la cara completamente colorada.

Creo que olvidé algo en el microondas. Adiós —mencionó la chica terminando así con la llamada.

—Tal vez debería...

—Sí —interrumpió Rodri para abrir la puerta de su casa.

—Nos vemos —dijo cruzando la puerta para emprender el camino de vuelta a su departamento.

—Álvaro.

Tras el llamado de Rodri, Pascu se volteó para encararlo y este, impulsivamente, tomó al actor del brazo y lo jaló hacia él para así acercar sus rostros y unir sus labios en aquél beso que minutos antes no pudieron darse.

—Rodri...

—Ve con cuidado —mencionó entrando a su casa para cerrar la puerta, dejándose caer al piso recargando la espalda en esta—. ¿Qué demonios acabo de hacer?


🐇 Cap. 18

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