Diario carmesí
Ese sabor a hierro tan peculiar que tiene y que a algunas personas las hace asquear.
¿Has visto una herida sangrar?
Dependiendo de la profundidad de la misma es que puedes ver más, pero la sangre es lo que importa, cómo poco a poco va saliendo y de gota en gota va creando un charco inmenso.
Sí, estoy fascinado con este líquido rojo tan vital para los humanos y para cualquier ser vivo que habite en el mundo. Pero herirme a mí mismo no ha sido suficiente para satisfacerme, ya me he acostumbrado tanto a ver mi propia sangre que me parece aburrido hacerme un simple corte.
Me he lesionado solo para ver el alcance de mis entrañas, pero no ha sido suficiente para saciarme.
¡Estaba desesperado!
No encontraba la manera para calmar mi ansiedad. Ni siquiera mis sirvientes eran lo suficientemente buenos como para satisfacerme.
Sin embargo, parece que me estoy adelantando. Decidí escribir este diario para que fuese mi legado y si algún día alguien llegara a encontrarlo, entonces se sabría la verdad de todo lo que aquí ha pasado.
Mi nombre es Derek Narvi, mejor conocido como "El Vampiro de Utgard".

Hace muchos años fue construido el Castillo de Utgard, uno de los atractivos más grandes de la muralla Rose, cerca de la muralla Sina. Fue fundado por la familia Narvi y recibió el nombre de Utgard por ubicarse en los campos exteriores de la muralla Rose.
La familia Narvi estaba conformada por el conde Ryo, su señora esposa Amelia y su hijo Derek, teniendo a cientos de sirvientes trabajando en el castillo.
Pero las cosas no fueron tan lindas como parecen. Al cumplir los dieciséis años, los señores Narvi fallecieron siendo Derek el nuevo conde de aquél predio. La pregunta aquí es, ¿cómo murieron? Muchos dicen que fueron envenenados, otros dicen que murieron de un ataque cardíaco mientras dormían, pero la verdad es que ambos fueron asesinados a manos de su propio hijo, pero la policía militar decidió que era mejor mantener esto en confidencionalismo.
Fue accidental, cabe mencionar, pues el señor Narvi se encontraba tan molesto esa noche que decidió desquitarse a golpes con su hijo Derek. Su madre, Amelia, se encontraba ahí sin hacer nada por defender a su hijo, quién en un impulso se abalanzó contra su padre y le clavo una estaca, que guardaba en su bolsillo, justo en el corazón. ¿Y por qué mató a Amelia? Se preguntarán, pues bueno, la señora Narvi intentó asesinar a su propio hijo al ver que le había quitado a su ser querido, por lo que Derek no tuvo otro remedio que acabar con su vida asfixiándola con sus propias manos.
Aquél trágico evento que Derek había vivido jamás volvió a pronunciarse en todo el castillo. La servidumbre continuó con su fidelidad al último miembro de la familia Narvi, sin saber que sería este mismo joven el que los llevaría al mismo infierno.
Todavía podía ver la sangre de su padre en sus propias manos. Era detestable. Por más que lavara sus manos podía seguir viendo la sangre en ellas. Un día talló sus manos con tanta fuerza que las hizo sangrar; inmediatamente llevó esas heridas a la boca y por primera vez probó el sabor de aquél líquido que tanto detestaba.
Con el paso del tiempo comenzó a herirse intencionalmente, prestando atención a cómo la sangre fluía para después lamer cada gota que derramaba. Había quedado fascinado con aquella sustancia que incluso llegó a pasar días sin probar comida alguna, solamente se alimentaba de su propia sangre sin que la servidumbre tuviera conocimiento de lo que estaba haciendo.
A los diecisiete años, se había hartado de su propia sangre. Ya no le emocionaba como antes, ya no era suficiente para saciarse.
—Saldré a cabalgar un rato —anunció mientras montaba su caballo.
Mientras cabalgaba se topó con varios miembros de la legión de reconocimiento que estaban volviendo de una expedición. Sin saber cómo, un titán apareció frente a ellos haciendo que él mismo se cayera de su caballo.
Jamás había visto a una de esas bestias y más aún, jamás había visto a la legión desempeñar su labor. Quedó maravillado con lo que estaba presenciando: gran parte de los soldados fueron devorados, pero al final ese titán fue derrotado.
Derek se dio cuenta de algo, su sed de sangre cambió de forma, pues ya no solo quería seguir bebiendo su propia sangre, sino que ahora quería ver a los demás desangrarse a manos de los titanes.
De poco en poco fue llevando a unos cuantos sirvientes a dar un recorrido con la esperanza de encontrarse con alguna de esas bestias en su camino. La primera vez estuvo a punto de ser devorado de no ser por un legionario que llegó a salvarlo, pero no fue suficiente pues aquellos sirvientes que había llevado fueron devorados de la manera más cruel posible y eso a Derek le había encantado.
En un año llevó a sus sirvientes al mismo infierno. Disfrutaba convertir a esas personas en ofrendas para los titanes, se quedaba escondido entre los árboles para ver cómo aquellos monstruos se alimentaban y su excitación aumentaba cuando se desangraban.
Es asqueroso imaginarse que haya existido una persona así.
Con dieciocho años, el último de los Narvi se había quedado solo en aquél castillo. De vez en cuando iban a visitarlo miembros de la policía, legionarios y miembros de la tropa estacionaria, pues la desaparición de toda la gente que para él trabajaban era algo que había dado mucho de qué hablar dentro de los muros.
—Líder de escuadrón Shadis, qué gusto recibirlo de nuevo en mi castillo —dijo estrechando la mano de aquél joven legionario—. Veo que trajo a un amigo.
—Grisha Jaeger, un gusto.
—¿Y qué los trae por aquí?
—Grisha es médico y me gustaría que te hiciera una revisión general. Últimamente las personas dentro de los muros se han estado enfermando y quisiera cerciorarme de que te encuentras a salvo.
—Será una revisión rápida, joven Narvi —mencionó Grisha sujetando con fuerza su maletín.
—De acuerdo.
Grisha comenzó a examinarlo de forma completa, pues en efecto, había una epidemia y debía asegurarse de que aquél joven estuviera sano.

—¿Mordidas? —Preguntó Shadis con sorpresa antes de beber su cerveza.
—Sí y no fueron hechas por animales, la dentadura marcada era de un humano.
—¿Estás diciendo que alguien ha estado mordiendo al conde?
—En realidad creo que él mismo lo hace.
—¿Por qué lo haría?
—Para beber su propia sangre —respondió Carla llevando consigo una bandeja con comida que dejó sobre la mesa—. El vampiro de Utgard ya no tiene a más gente para alimentarse.
—¿Qué?
—No le hagas caso, Grisha.
—Tú sabes perfectamente que digo la verdad. El castillo de Utgard contaba con cientos de sirvientes de los cuales no se sabe absolutamente nada, ni la policía militar ha podido dar con sus cuerpos.
—Nada asegura que esas personas estén muertas. Además, si el rumor sobre el joven Narvi de verdad fuera cierto, solo se alimentaría de su sangre, no devoraría los cuerpos.
—¿Alguien quiere decirme qué está pasando? —Preguntó Grisha confundido.
—Te explico. —Carla tomó asiento frente a ellos—. Muchas de las personas que trabajaban en el castillo venían al pueblo para comprar suministros. Decían que tras la muerte del conde y de su esposa, el joven Narvi comenzó a actuar de manera extraña.
—Eso es normal cuando estás de luto.
—Silencio Keith. Como decía, parte de la servidumbre llegó a ver al joven Derek lastimarse a sí mismo haciéndose pequeños cortes los brazos para después beber su propia sangre; llegó a pasar días sin comer en los que se dice que se alimentaba de sí mismo.
—Eso es muy perturbador.
—Pero nunca hubo prueba de ello —mencionó Shadis antes de darle un sorbo a su bebida—. Nadie pudo comprobar que el joven conde en verdad hacía eso, solo se tenían las declaraciones de la servidumbre.
—Poco a poco aquellas personas dejaron de rondar por el pueblo, hasta que nos enteramos de que en el castillo de Utgard solamente quedaba una persona: el conde Derek.
—Y todos suponen que él acabó con la servidumbre, ¿cierto?
—¡Bebió su sangre! —Exclamó Carla poniéndose de pie—. Ese chico tiene un grave problema, cualquiera que se le acerque correrá un grave peligro.
—Estuvimos ahí hace un par de horas. Grisha lo examinó para asegurarnos de que no contaba con la enfermedad y mira Carla, aquí estamos.
—Por ahora —mencionó antes de tomar su bandeja vacía y darse la vuelta para continuar con su trabajo.
—Es una lástima que tantas personas hayan muerto a manos de ese vampiro.
—Vamos Grisha, ¿de verdad lo crees? Te haré la misma pregunta, si el rumor fuese cierto ¿en dónde estarían los cuerpos? Un vampiro solo se alimenta de la sangre, no devora humanos.
—Pero sí lo hacen los titanes.
—¿A qué te refieres?
—Me dijiste que en todo este año los titanes estuvieron tranquilos a comparación de otras veces. ¿Y si ese joven los alimentaba? ¿Y si de esa forma se deshacía de los cuerpos?
—Grisha, lo que estás diciendo es algo serio.
—Pero podría ser cierto, ¿verdad?
En los días posteriores Shadis no podía sacarse de la mente lo que Grisha le había dicho. Era solo una teoría sacada de un simple rumor pero, ¿y si fuera cierto? ¿Y si el conde de Utgard de verdad fuese un asesino?

Es así como termino este escrito, contando todo lo que aquí ha acontecido.
Cerro aquél diario que había escrito y lo dejó en su escritorio junto aquella vela que había encendido.
Ya no había nadie a su alrededor para sacrificar. Solo quedaba él y una idea que decidió llevar a cabo para su final.
Ese día, había comenzado a escribir ese diario que dejaría como legado. Al atardecer salió a cabalgar buscando encontrarse con algún titán y cuando por fin halló a uno, lo condujo directo hacia su castillo con la sorpresa de que más titanes se unirían en el camino.
Esos seres comenzaron a dejar en ruinas aquél castillo. Derek subió rápido a la torre donde se hallaba su diario y escribió rápidamente las últimas páginas del mismo. Todo estaba listo.
—¡Capitán Shadis!
La noticia de la invasión de los titanes llegó de inmediato a los muros, por lo que la legión no lo pensó dos veces para ponerse en marcha y acabar con esas bestias.
Cuando iban llegando, fueron testigos de la masacre más espantosa de todas.
Bajo la luz de la luna llena, Derek Narvi se lanzó desde la torre de su castillo justo donde varios titanes se encontraban rodeando el sitio. No lloraba, no gritaba, al contrario, se carcajeaba; disfrutaba de su propia muerte a manos de esos seres.
La legión acabó con los titanes, pero ya era demasiado tarde, Derek Narvi había sido devorador por los mismos titanes que había alimentado con su servidumbre.
Una parte del castillo quedó en ruinas y nadie quiso investigar dentro del mismo después de aquel evento. Sin embargo, aquél legado que el joven Narvi dejó sería una maldición para los soldados.
En la última página de aquél diario había escrito con su propia sangre "todos morirán a manos de los titanes", pues toda la servidumbre y él mismo habían muerto devorados por ellos.
Dos años después un grupo de legionarios pasó la noche en aquél castillo abandonado. Uno de los soldados encontró el diario y mientras pasaba las páginas rápidamente solo alcanzó a leer por completo la última página, pues los titanes habían vuelto al lugar y sí, es correcto, esos soldados tuvieron el mismo destino.
Solo me queda saborear la última gota de mi sangre mientras soy devorado por esos animales.
Esa fue la última voluntad del joven Narvi y quién diría que arrastraría consigo a todos los soldados que por su castillo pasen. El vampiro de Utgard murió derramando sangre y dejó el legado más espeluznante.
Y si ustedes no me creen, respondanme lo siguiente: ¿cómo fue que murieron Lynne, Gelga, Nanaba y Henning?
—Fin.
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