Sonny

—¡Tía Hange!

—¡Titancita! —exclamó para alzar a la pequeña en sus brazos y dar un par de vueltas con ella.

—¿Viniste a jugal conmigo? —preguntó la niña teniendo un brillo en sus ojitos grisáceos.

—Claro que sí, pero antes hablaré un poco con Nana.

—Ve a la resbaladilla Nicky, Hange te alcanzará después.

Chi mami —obedeció la pequeña para regresar al parque a jugar con los demás niños.

—Es una copia exacta de ti y de Mike.

—Es lo que pasa cuando los padres tienen el mismo color de cabello y de ojos —respondió la rubia para invitar a su amiga a tomar asiento a su lado—. ¿Puedes creer que los chicos tuvieron una fiesta sana con Erwin?

—Me cuesta asimilarlo —respondió Hange, sacándole una pequeña risa a su amiga—. ¿Harás más preguntas de cortesía?

—Por supuesto que no, detesto darle vueltas a las cosas. —Cruzó su pierna derecha sobre la izquierda e inclinó la espalda hacia adelante, acomodando los brazos sobre la rodilla al tiempo que mantenía la vista fija sobre su hija—. Primero te desahogaste con Levi y ahora por fin pudiste contarle tus miedos a Moblit, eso debía dejarte más relajada, no ocasionarte un ataque de ansiedad.

—Lo sé.

—¿Qué te preocupa? ¿Que él igual tenga miedo?

—No, sabía que igual estaba aterrado por el parto, aunque tampoco esperaba que se abriera conmigo y me dijera.

—Esa fiesta se volvió una terapia grupal —comentó haciendo reír a la morena—. ¿Qué te tiene mal?

—“Me da miedo no poder ser un buen padre”, realmente cree que su hijo puede llegar a odiarlo por no dar lo mejor de sí cuando lo ha estado haciendo desde el momento que supimos de su llegada. No me gusta que piense de esa manera porque yo también lo hago sobre mí.

Nanaba apartó la vista de su hija por un momento para voltear a ver a su amiga en un intento de comprobar si lo que escuchó fue real, pero la expresión melancólica de Hange fue suficiente para darse cuenta de que fue verdad.

—¿Qué te hace pensar que serás una mala mamá?

—Me desvivo por mi trabajo, mi cuerpo no fue capaz de concebirlo, ni siquiera me baño diario; mi vida es un completo desastre y estoy aquí en un intento fallido de jugar a la familia feliz.

Nanaba se levantó de la banca dónde ambas estaban, sin decir nada se colocó de pie frente a Hange y cuando esta abrió la boca para preguntar qué pasaba, la rubia se adelantó dándole una bofetada.

—¡¿Y eso por qué fue?! —preguntó desconcertada, llevando una de sus manos a la mejilla golpeada.

—Necesitaba comprobar que eras tú y no una persona haciéndose pasar por ti —respondió tomando asiento nuevamente a su lado—. ¿Desde cuándo te menosprecias así? Eres ridícula.

—¿Disculpa?

—Estás consciente de lo mal que piensas sobre ti, pero no eres capaz de ver todo lo que has hecho por ese bebé hasta ahora —dijo al tiempo que buscaba con la mirada a su hija quien jugaba felizmente en los columpios—. Te desvivías en la NASA, pero cuando Moblit y tú tomaron la decisión de formar una familia, renunciaste al trabajo que tanto amabas y en su lugar aceptaste la propuesta de Erwin para dar clases en la escuela.

»Intentaste una y otra vez quedar embarazada, no te importó que tu cuerpo se negara, seguiste intentando concebir a ese bebé, incluso cuando Moblit se ofreció a intentarlo tú no hiciste más que cuidarlo y no has dejado de hacerlo ahora que está en cinta. Te desvelas cumpliendo los antojos de Moblit, no comes bien porque te aseguras de que él sí lo haga, pasas día y noche investigando sobre cómo cuidar de tu esposo y tu bebé una vez que llegue el parto; y lo de tu baño irregular, bueno, eso es algo que tienes de infancia, así que no hay mucho que podamos hacer con eso.

—Pero no es suficiente.

—¿Le has preguntado a Moblit? Porque a nuestros ojos lo estás haciendo muy bien. ¿Tu vida es un desastre? ¡Por supuesto! La vida de todos es un caos, pero aquí estás, ocultando tus ojeras con maquillaje y haciendo todo lo posible por sobrevivir a un embarazo, siendo una esposa increíble y una mamá excelente para un bebé que aún no nace.

La pequeña Nicky llamó la atención de ambas mujeres para decirles que era la princesa de la torre dónde jugaba para después deslizarse riendo en la resbaladilla de la estructura.

—Pudiste aconsejarme sin necesidad de golpearme —reclamó Hange observando a la pequeña correr por todo el parque.

—Si algo aprendí de Levi, es que a veces debes ser brusco con las personas que quieres para hacerles ver las cosas como son, especialmente cuando son cabeza dura como tú. Así como aprecias el esfuerzo de Moblit, valora el esfuerzo que tú haces por él y tu bebé —dijo al tiempo que su hija llegaba corriendo con ella.

—Mami, ¿tía Hange ya puede venil? Quelo jugal a los titanes con ella.

—Jugaremos a los titanes las tres, así que ve a esconderte —le dijo a su hija quien corrió emocionada de regreso al parque.

—Gracias, Nana —mencionó Hange recibiendo una sonrisa de la rubia como respuesta.

Ambas se levantaron de la banca para ir a jugar con Nicky, pero al momento que Hange se puso de pie un aroma inundó su nariz que la obligó a sentarse de nuevo.

—¿Qué es ese olor? Es asqueroso.

—Es algodón de azúcar —respondió Nanaba tras olfatear en el aire—. Debe haber un vendedor cerca, pero no huele mal —dijo para mirar a Hange, cambiando su expresión al notar lo pálida que estaba—. ¿Qué ocurre?

—Creo que quiero vomitar.

Las luces se encontraban encendidas a las tres de la mañana, cómo era costumbre desde los últimos meses en aquella casa. Moblit tenía frente a él una rebanada de tarta de zarzamora que estaba a medio comer debido a que su atención estaba fija en su esposa quien yacía a su lado comiendo palomitas de maíz en un tazón lleno de salsa picante, como si fuera cereal con leche; normalmente Hange acompañaba a Moblit con una taza de café para pasar la velada, pero en esa ocasión ella tuvo antojo de comer salsa y lo primero que se le vino a la mente fue preparar un poco de palomitas para bañarlas con el picante.

—Sabes que te hará daño comer esa cantidad de salsa, ¿cierto?

—No estás en condición de decirme nada cuando lo único que haces es comer azúcar —respondió la morena para llevarse una cucharada con salsa a la boca—. Apresúrate a comer esa tarta, el olor es desagradable.

—Huele a zarzamora.

—Claro que no, huele mal.

Moblit llevó una de sus manos a la frente de su esposa para comprobar su temperatura.

—¿Te sientes bien?

—¿Qué te hace pensar que no?

El castaño no dijo nada, se hizo a la idea de que el antojo inusual de Hange se debía al estrés, pero ese pensamiento fue cambiando después de que la morena lo acompañara todas las noches de antojo comiendo algo picante y despreciando los olores y sabores dulces, además de que sorpresivamente la mujer comenzó a tener náuseas con la misma frecuencia que el ojimiel las tenía.

Por un momento Moblit vio reflejado en Hange el inicio de su embarazo, se veía radiante, sí, pero el dolor de espalda, las náuseas y antojos de madrugada no eran normales, por no mencionar el cambio de humor drástico que la mujer tenía cuando no le quedaba salsa picante o lo que comía no picaba lo suficiente.

—Algo se movió aquí —anunció la morena llevando una mano a su estómago.

—No me sorprendería que tengas gastritis después de la cantidad descomunal de picante que has comido estas dos semanas —respondió el ojimiel sin apartar la vista del ensayo que calificaba.

—La gastritis viene con ardor y lo que yo siento es un movimiento.

—Tal vez son lombrices —dijo colocando aquel escrito sobre la mesita del centro de la sala donde tenía los demás ensayos que debía calificar—. ¿Hace cuánto no te desparasitas?

—Hablo en serio —aseguró golpeando levemente el brazo de su esposo con cada palabra.

—Yo también, te llevaré con Grisha para que...

—¡Moblit! —Se aferró al hombro de su esposo—. Algo me golpeó, lo sentí —explicó tocando su estómago con las manos temblando—, algo se movió aquí.

—¿Estás segura? —preguntó a lo que Hange asintió desesperada. Tomó una de sus manos y la hizo tomar asiento a su lado—. Quiero que me digas exactamente lo que sentiste.

—Un golpe y un movimiento muy feo, es como si algo estuviera adentro y...

—¿Te pateara?

—¡Sí!

Moblit se acercó a la morena para depositar un beso sobre su frente.

—Hange Zoë, le informo que tiene un embarazo psicológico —mencionó y aseguró de guardar en su mente la imagen de su esposa con una expresión desconcertada.

—Disculpa, ¿escuché bien?

—Tan bien como el golpe que sentiste. —Se acomodó en el sofá para llevar una mano a su pancita y rascarla con suavidad—. Me puse a investigar desde el momento que empezaste con tus antojos y consulté con Grisha tu caso. Tienes un trastorno psicológico llamado síndrome de Couvade.

—Espera, investigué sobre ese trastorno hace un tiempo, estoy segura de que no lo tengo.

—Hange, tienes todos los síntomas de un embarazo, incluso puedes sentir las pataditas de bebé.

—Tiene que haber una explicación para esto que no involucre el síndrome.

—¿Y según tú cuál es la explicación? ¿Un embarazo real? Tú y yo sabemos que eso es imposible porque dejamos de tener intimidad cuando esta pancita empezó a crecer, a menos que me hayas sido infiel.

Cómo respuesta Moblit recibió un golpe en la cara con uno de los cojines del sofá.

—Suponiendo que tengo ese trastorno, ¿por qué no tuve los síntomas desde antes?

—Grisha me dijo que esto se puede manifestar en diferentes etapas del embarazo, no todas las parejas tienen que pasar por esto, pero dijo que estaba sorprendido de que tú no lo tuvieras debido a tu gran deseo de ser madre. —Tomó una de las manos de Hange para besar sus nudillos—. A ti te dijo que me cuidaras para que no abusara del azúcar, a mí me dijo que tengo que hacer lo mismo contigo, pero con el picante. Por cierto, quiere hacerte una revisión para saber qué tan irritado está tu estómago.

—No lo suficiente —comentó haciendo reír a su esposo—. ¿Pasa algo? —preguntó al ver que el contrario bajó la mirada hacia su vientre.

—Despertó. —Llevó la mano que sostenía de Hange a su pancita para que pudiera sentir a su bebé—. ¿Así eran las pataditas que tuviste?

—Empiezo a considerar que sí eran lombrices —respondió, rascando suavemente los lugares donde sentía que su bebé pateaba—. ¿Te duele cuando lo hace?

—Solo cuando está inquieto, en esos momentos patea muy fuerte.

Hange se inclinó acercando el rostro a la pancita de Moblit.

—Sonny —habló bajito—, tu papi dijo que pude haberle sido infiel, patéale las costillas por mí.

Moblit miró sorprendido a su esposa y cuando intentó replicar recibió un golpe en su interior que le sacó el aire y lo obligó a recostarse en el sofá. El bebé pateó las costillas de su padre justo como Hange le había pedido y mientras Moblit se quejaba de dolor, la morena admiró la escena con una sonrisa llena de orgullo en su rostro.

—Jamás había pateado tan fuerte —comentó Moblit con voz quedita para reincorporarse en el sofá.

—Eso es porque no había defendido a su mamá.

—No volveré a hacer esa clase de comentarios.

Hange dejó salir una pequeña risa para besar la mejilla de su esposo y después bajar hacia su pancita para acariciarla.

—Bien hecho, mi titancito.

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