Sonny

—Profesor. —Colocó una mano sobre su espalda al tiempo que sujetó a Moblit del brazo con la mano que le quedó libre—. ¿Se encuentra bien? ¿Acaso son náuseas? ¿Le pasa algo al bebé?

—Tú no eres de hacer tantas preguntas, Annie.

—Lo siento, tan solo me preocupa su condición.

—Y lo agradezco —dijo sujetándose al barandal de la escalera.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, tan solo se me fue el aire al ver la cantidad de escalones que debo subir. —Bajó la mirada hacia su pancita—. En este punto se me complican hacer algunas cosas.

—Entonces no debería esforzarse tanto. —Pasó la mirada entre los pasillos que rodeaban las escaleras—. Oigan, par de inadaptados —llamó a los dos jóvenes que se encontraban comprando golosinas en la máquina expendedora—, ayuden al profesor a cargar sus cosas.

—¿Y por qué no lo haces tú? —preguntó Reiner teniendo el ceño fruncido.

—Yo lo ayudaré a subir las escaleras, ahora dense prisa que la clase está por comenzar.

Los dos chicos se acercaron a su maestro para tomar su maletín y la bolsa llena de carpetas calificadas que cargaba.

—Muchas gracias, muchachos.

—Descuide. Nos adelantaremos —respondió Bertholdt para subir juntos a Reiner las escaleras que los llevarían al aula 1-0-4.

—No debiste llamarlos de esa manera —regañó el ojimiel a la rubia mientras subían los primeros dos escalones.

—Los dos están acostumbrados, así que no debería preocuparse por eso. Además, no soy buena hablando con las personas, ellos se acercaron a mí y tratarlos de esa manera es la única forma que tengo de comunicarme.

—Ya veo, pero si se trata de comunicase, lo haces de manera distinta cuando estás con Armin Arlert. —Detuvo su andar al notar que la joven se había detenido—. ¿Toqué una fibra sensible?

—Llegaremos tarde a clase, profesor —evadió la pregunta, fracasando en su intento de ocultar el rubor que apareció en sus mejillas.

Después de siete meses la pancita de Moblit por fin aumentó de tamaño, cómo si el mismo Sonny hubiese atendido a la petición de su padre quien constantemente le decía que no tuviera miedo de crecer todo lo que fuese necesario dentro de él. Aquella pancita del tamaño de una pelota creció un poco más del doble, haciendo que Moblit se viera aún más adorable de lo que ya se veía con su embarazo; sin embargo, con el crecimiento de su pancita también llegaron los inconvenientes, ya que al ojimiel le empezó a costar respirar bien cada vez que realizaba una actividad tan simple como caminar. Se agitaba demasiado, el cansancio era más que antes y cargar con el peso de su bebé comenzó a pasarle factura a su cuerpo hinchandole los pies y dándole dolores insoportables en la espalda.

No solo Moblit la pasaba mal, Hange igual tenía que cargar con las consecuencias del desarrollo de su hijo, ya que con estos cambios los antojos del ojimiel se volvieron cada vez más difíciles de cumplir, además de que en la comida también se volvió muy quisquilloso teniendo náuseas cada vez que alguna comida no le gustaba. Era tan difícil satisfacer el gusto de su esposo que un día la morena discutió con él haciéndole ver que no podían seguir de esa manera, descubriendo en ese momento que no solo tendría que lidiar con la comida especial de Moblit, sino que también con sus cambios de humor.

—Quiero abortar —declaró la mujer mientras recostaba la cabeza sobre la mesa.

—No eres tú el embarazado.

—Y aunque lo fuese, con siete meses sería acusada de homicidio —comentó Levi para servirle una taza de café tanto a Erwin cómo a Hange—. La mesa es para comer, no para llorar tus penas, cuatro ojos.

—Dijeron que podía desahogarme.

—Erwin lo dijo, a mí no me interesa escuchar tus quejas.

—En realidad está molesto porque se gastó la reserva de té negro de la escuela —intervino el rubio—, no es que no quiera escucharte, es solo que no podrá hacerlo a gusto.

—Eso explica mucho —respondió Hange reincorporándose en su asiento para observar detenidamente a sus dos amigos—. Empiezo a considerar que fue mala idea pedirles consejos.

—¿Por qué? Aún no te decimos nada —dijo Levi manteniendo el ceño fruncido.

—Lo sé, pero no estoy segura de si en verdad puedan ayudarme. ¿Alguno de ustedes ha tenido que lidiar con cambios de humor severos?

Los dos hombres se miraron a los ojos por unos segundos para después regresar la vista hacia la morena.

—¿Qué tan grave es? —preguntó Erwin cruzándose de brazos.

—Siento que cada vez va empeorando —respondió la mujer antes de beber un poco de su café—. Está tranquilo y de un momento a otro se molesta, así de la nada, y cuando el enojo se le pasa actúa como si no hubiese pasado nada; cuando le digo algo sobre sus antojos bestiales o trato de parar sus berrinches con la comida, me hace un drama en dónde se victimiza al nivel de una telenovela y cuando decido ignorarlo porque no quiero discutir con él, se molesta porque no quiero discutir. Me está volviendo loca —exclamó al tiempo que un tic se manifestó en su ojo izquierdo.

—Parece el relato de una relación juvenil tóxica y codependiente —mencionó Levi consiguiendo que Erwin se atragantara con su café por las ganas que le dieron de reír con su comentario—. Tienes razón, no hemos lidiado con algo así. Vayan a terapia.

—Lo he llegado a considerar —confesó para quitarse las gafas y limpiarlas.

—Siento que estás omitiendo algo —comentó Erwin teniendo una sonrisa en el rostro—. ¿Qué más está haciendo Moblit que te está sacando de quicio?

Hange dudó un poco, pero al final decidió respirar profundamente y dejar salir un largo suspiro antes de responder.

—Llorar y no hablo de solo derramar unas cuantas lágrimas, no, hablo de llorar por horas. Empezó a hacerlo cuando descubrió que tenía estrías, pero no fue tan grave como ahora: le digo algo sobre la comida y llora; le digo que no conseguí su tarta favorita en la pastelería y llora; le digo que tiene que tomar sus vitaminas y llora; le digo que no debe llorar tanto y parece que le doy cuerda para que sus ojos se conviertan en una cascada andante.

—Tu hijo será un llorón igual que su padre —comentó Levi para tomar un poco de su café y esta vez el rubio no pudo evitar soltar una carcajada al escucharlo—. Me compadezco por ti.

—No seas así —pidió Erwin terminando de reír—. Sin duda Moblit tiene las hormonas al tope para comportarse de esa manera, tú más que nadie debes comprenderlo Hange, después de todo los hombres embarazados pasan por los cambios de humor que las mujeres sufren durante el ciclo menstrual.

—Lo sé, pero él está más insoportable de lo que yo puedo estar con mis cambios de humor —respondió Hange, colocándose nuevamente las gafas—. Ni siquiera sé cómo lidiar con su llanto, tan solo le pasó pañuelos para que se suene la nariz.

—Pensándolo mejor, Berner parece un niño chiquito —dijo el más bajo de los tres mientras fruncía el entrecejo—: berrinches cuando no haces lo que quiere, llantos a cada rato, dramas de dignos de un Oscar… Moburrito se está comportando como un mocoso de dos o tres años.

—¿Creen que pueda ser influencia de Sonny? —preguntó la mujer, sujetando su taza de café cerca de la boca—. Su comportamiento cambió cuando la pancita aumentó de tamaño, ¿es posible que Sonny esté interactuando a través de su padre?

—Muy bien, suficiente café para tu organismo —comentó Levi, quitándole de la mano la taza de café que minutos antes le había servido.

—No podemos asegurar que eso sea posible, Hange.

—Y aunque lo fuese, ¿qué diferencia habría sabiendo eso? No puedes lidiar con el llorón tu esposo.

—Escucha, debes ser muy paciente con él, está en la recta final de su embarazo y las hormonas están haciendo de las suyas, no dejes que eso sea un problema permanente para ambos. Saldrán bien de esta etapa, tan solo procura no perder los estribos ahora.

—Si es necesario llora con él.

—¿Por qué haría eso? —preguntó la mujer confundida.

—Para desestresarte, gafas de mierda. Berner será un mocoso insoportable en estos momentos, pero al menos está disipando su estrés del embarazo de esa manera.

—Levi tiene razón —afirmó Erwin—, tú igual cargas con un gran estrés por todo esto. Necesitas disiparlo y si no es con el llanto, debes encontrar algo con qué hacerlo.

Sawney y Beane seguían los pasos de Hange hasta el comedor, siendo hipnotizados por el olor del pollo rostizado que la mujer había comprado para sacar con el gusto el antojo de su esposo, al menos por esa vez agradeció que Moblit no quisiera almorzar algo extravagante como los macarrones con queso y salmón con huevo crudo que le pidió el día anterior.

—Amor, ya volví —anunció para luego sobresaltarse con el grito de terror que Moblit dejó salir.

Hange corrió hacia el baño y sin pensarlo abrió la puerta de una patada teniendo que algo le hubiese ocurrido a su esposo y a su bebé.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó al ojimiel quien estaba de espaldas a ella viéndose en el espejo del lavabo.

—¡Hange!

—¡¿Qué?!

Moblit se dio la media vuelta para ver a su esposa a los ojos mientras los suyos poco a poco se fueron llenando de lágrimas.

—Tengo senos de mujer.

A Hange le tomó unos segundos salir del shock, estaba tan alterada teniendo lo peor que su cerebro hizo corto circuito con lo que su esposo le dijo.

—¿Qué?

—Mira. —Señaló hacia su pecho—. Aumentaron de tamaño, tengo senos —dijo al tiempo que las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas.

—¿Por qué lloras?

—Porque no quiero tenerlos, quiero estar plano como siempre.

—Moblit, ¡serás padre! Es normal que te crezcan, tienes que amamantar a tu hijo.

—¡Pero no quiero tenerlos así! —exclamó tocando su pecho, llorando con un poco más de intensidad al sentir el tamaño de sus senos.

—Espera —se acercó a él para quitarle las manos del pecho—. Estás manchado.

Hange le quitó la camisa, dejando al descubierto la enorme pancita de su esposo, así como su pecho abultado que goteaba un líquido blanquecino.

—¿Qué es? —preguntó el ojimiel asustado mientras su esposa olía y probaba la sustancia que salía de él.

—Es leche, creo que tienes una fuga.

—¡Soy una vaca! —exclamó rompiendo en llanto nuevamente.

—Sí Moblit, eres una vaca —respondió la morena, sacando su celular del bolsillo de su pantalón para hacer una llamada—. ¿Grisha? Hola, soy Hange, tengo una pequeña consulta.

Mientras el ojimiel lloraba viéndose en el espejo del baño, Hange escuchaba atenta a la explicación que Grisha sobre la pequeña fuga de leche de su esposo. El médico le dijo que lo más probable es que Moblit tuviera demasiada *prolactina en su organismo y que eso es lo que estaría ocasionando el goteo, pero que no era nada para tener ya que es algo normal en el embarazo y la lactancia del bebé.

Después de haberle dado las indicaciones necesarias, Hange hizo todo lo posible por calmar a su esposo para explicarle la situación. Al cabo de un rato los dos pudieron comer y al terminar Hange mandó al ojimiel a tomar un baño para que pudiera acostarse a dormir un poco. Viendo a su esposo descansar plácidamente sobre la cama, Hange se recostó junto a él de tal forma que su cabeza pudiera estar cerca de la pancita donde habitaba su bebé.

—¿Estás despierto? —preguntó en voz baja, colocando una mano sobre la barriga de Moblit, sintiendo el movimiento de Sonny cómo respuesta a su voz—. Oye, ¿me estás entrenando para que sepa cómo cuidar de ti? Porque si es así, déjame decirte que me estás dando mucho trabajo con tu padre.

Sonny se movía lentamente, siguiendo los movimientos de la mano de su madre que lo acariciaba con cariño.

—Levi dice que serás un bebé llorón y berrinchudo, espero que no sea así, pero si llegaras a serlo prometo dar mi mayor esfuerzo para cuidar de ti, justo como lo estoy haciendo con el niño chiquito de tu papá.

—Eso se escucha muy mal —comentó Moblit, teniendo los ojos entrecerrados.

—¿No se supone que estabas dormido?

—Lo estaba, pero el movimiento de Sonny me indicó que estaban hablando.

—Entonces te estás metiendo en una conversación privada —dijo haciendo sonreír a su esposo.

—Lamento darte tantos problemas, Hange.

—Descuida, me desquitaré después, vaca sin ordeñar.

—No me digas así, volveré a llorar.

—No pude evitarlo, además tú te llamaste vaca en primer lugar.

Moblit abrazó a Hange, dejando que se acurrucara a su lado para depositar un beso sobre su frente.

—Dos meses más.

—Dos meses más.

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*Prolactina es la hormona encargada de la producción de leche durante el embarazo. Cuando se tiene demasiada cantidad en el organismo puede producir galactorrea, que es la secreción de leche por el pezón cuando no se tiene una producción normal de leche para la lactancia, ocasionando las famosas fugas de leche.

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