¿Sabes quién soy?


En el observatorio de la aldea Ishigami, que fue construido por los mismos aldeanos por iniciativa de Gen, se encontraban reunidos los cuatro generales acompañados de Tsukasa a quién nombraron como un general más.

Había pasado ya una semana desde que regresaron de aquella batalla entre el reino científico y el señor del why. Las pérdidas materiales ya estaban siendo repuestas y todos aquellos que lucharon hasta el cansancio no lo dudaron dos veces antes de comenzar a entrenar, aunque sabían que la batalla más grande ya la habían ganado, aún temían por las reacciones del resto del mundo pues cabía la posibilidad de que nuevamente ocurra algo parecido a lo que vivieron en América con Stanley.

—¿Cuál consideran que deba ser nuestro siguiente destino? —Preguntó Ryusui, recargando las manos sobre la mesa donde tenían extendido un mapa—, ¿o qué es lo que deberíamos hacer ahora?

—Nuestra prioridad es restaurar la humanidad —respondió Ukyo—, solo necesitamos plantear bien nuestra estrategia y decidir el orden en que iremos despetrificando a las naciones.

—Una pregunta, ¿el resto del mundo igual tiene científicos como Senku?

—¿A qué te refieres, Chrome?

—Vamos a traer de vuelta a las personas pero, no creo que puedan sobrevivir a este mundo de piedra a menos de que haya un científico que pueda ayudarlos.

—Es diez mil millones por ciento seguro que hay un científico en casa región —respondió Senku—, y aunque no hubiera uno cerca, planeaba que nos quedáramos en cada lugar construyendo plantas de energía eléctrica y enseñándole a las personas lo básico para sobrevivir.

—Si lo hacemos de esa manera, tardaremos muchos años en traer a todos de vuelta.

—Ese no es el único problema, Chrome —comentó Tsukasa—, también debemos lidiar con la fuerza militar de cada lugar.

El silencio los envolvió a los cinco. Cada uno trataba de pensar una alternativa de restauración que no les llevara tanto tiempo en ejecutar pero, cada vez que creían tener una idea, los recuerdos de lo que pasaron con Stanley los atormentaba mandando a la basura lo que ya habían ideado pues sabían perfectamente que debían prepararse para enfrentar una situación similar o peor.

—Esto no está funcionando —exclamó Ryusui rompiendo con aquél silencio—, ninguno de nuestros planes tendrá resultado si no tenemos el punto de vista militar.

—Senku —llamó Tsukasa—, ¿estarían dispuestos a colaborar?

—Sólo si obtienen algo a cambio.

—¿De verdad están dispuestos a negociar con ellos? Es cierto, nos ayudaron en esta última batalla pero fue solo porque no tenían otra alternativa, todos íbamos a morir.

—Chrome tiene razón —comentó Ukyo—, es una apuesta muy grande por no mencionar el gran riesgo que corremos al tenerlos encerrados.

—Ya les dije, las medusas se descargaron por completo y a Joel y Kaseki aún les cuesta activarlas con rapidez para poder petrificarlos.

—Kaseki me dijo que habían terminando con una medusa hace dos días —dijo Ryusui para cruzarse de brazos—, también me dijo que ya te habían avisado. Senku, tú no pensabas petrificar a Xeno y a Stanley, ¿verdad? —Se acercó al científico—. ¿Por qué los estás protegiendo?

Senku soltó una pequeña risa, teniendo una de sus manos sobre su cintura y llevando la otra hacia su nuca; misma risa que dejó totalmente confundido a los demás.

—No los protejo, pero es cierto que no los quiero petrificar aún. —Tomó asiento en la silla contigua a Tsukasa—. Tengo varias cosas que preguntarle a Xeno y también pensaba obtener información de Stanley que nos fuera de utilidad para la restauración.

—No lo entiendo, si ese era tu plan, ¿entonces por qué no nos dijiste desde el principio? —Cuestionó Chrome.

—Porque al volver del espacio las cosas se complicaron.

—Gen —mencionó Tsukasa a lo que Senku asintió—. Querías que él interviniera.

—Lo hizo bien la última vez, así que confiaba en que podría ayudar con el interrogatorio pero... —carraspeó— hacerlo sin Gen será algo complicado, supongo que quería hacer esto por mi cuenta en lugar de depender de uno de ustedes.

—En este punto no tienes más alternativa que hacerlo, porque en verdad necesitamos de la información que ellos dos nos puedan dar —mencionó Ukyo.

—Entonces está decidido —dijo Ryusui chasqueando los dedos—, Senku y Chrome irán con Xeno mientras que Tsukasa, Ukyo y yo iremos con Stanley.

—¿No escuchaste? Ellos dos no van a colaborar si no obtienen algo a cambio, ese es otro de los problemas que trataba de solucionar.

—Senku, eso ya está resuelto —respondió Ryusui con una de sus típicas sonrisas maquiavélicas mientras colocaba un par de dragos sobre la mesa.

—¿Piensas comprarlos? —Exclamaron Chrome y Ukyo al mismo tiempo.

—Se necesita tener dinero para vivir en la civilización, no creo que se nieguen a recibir una buena cantidad de dragos por un poco de información, es un trato justo.

—¿Y qué pasa si deciden no cooperar? —Preguntó Chrome.

—Les daremos la opción de elegir entre nuestra amiga sulfy y la petrificación —respondió Senku sonriendo de la misma forma que Ryusui.

—A veces olvido lo perverso que Senku puede llegar a ser —comentó Ukyo soltando una pequeña risa nerviosa.

Tras decir esto, los cinco se pusieron en marcha hacia la prisión donde habían encerrado al Dr. Xeno y a Stanley, misma prisión que pertenecía al reino de Tsukasa durante la Stone War y que decidieron conservar. En esa región, donde habían fundado una nueva aldea, Homura, Yo y Hyouga estaban a cargo de la seguridad tanto de la aldea como de la prisión, teniendo bajo resguardo a los dos enemigos más grandes que el reino científico pudo tener.

Una vez que llegaron a la aldea, los cinco generales se dirigieron a la prisión donde Hyouga los estaba esperando pues ellos le habían avisado por llamada telefónica que irían. Justo como Senku había dicho, tratar con los dos prisioneros no fue fácil pues ninguno estaba dispuesto a hablar a menos de que los dejaran en libertad o pudieran sacar algún beneficio que los satisfaciera.

—Ustedes son pésimos para los negocios —comentó Xeno quien estaba de pie con los brazos cruzados—, Ryusui es el más perceptivo pero aún no logra convencernos.

—Les iría mejor si tan solo hubiesen traído al mentalista —mencionó Stanley desde su celda, quien yacía sentado en el piso con la espalda recargada en la pared.

—Es raro que no esté con ustedes, principalmente contigo —Xeno se acercó a los barrotes de su celda para tomar con fuerza una de las muñeca de Senku pues este se encontraba de pie frente a él—. ¿Qué le hiciste a tu amigo, doctor Senku?

—Es algo que no te interesa saber —respondió el joven soltándose de su agarre con ayuda de su mano libre.

Xeno no pudo evitar sorprenderse, no por la respuesta de Senku sino por el contacto que por una fracción de segundo tuvo con la mano de Senku, podía jurar que estaba tan fría como la nieve y, al fijar su vista en esas dos manos, pudo percatarse de que le temblaban un poco.

—Déjenos solos —pidió Stanley observando desde los barrotes de su celda—, en dos horas tendrán una respuesta.


El sonido del agua cayendo por la inmensa cascada era lo único que podía escucharse dentro de aquella cueva dónde el cuerpo petrificado de Gen yacía en resguardo. Durante esa semana Kohaku, Kaseki, Taiju, Yuzuriha, Suika y Mirai se fueron turnando para cuidar de Gen, aunque sabían que en esa cueva estaba a salvo, el sentimiento de nostalgia los llevaba hacia su compañero para pasar un tiempo con él.

—Poco a poco esta aldea se está modernizando, cuando despiertes ni siquiera podrás reconocerla —Kohaku flexionó las rodillas para acercarlas a su pecho de manera que pudiera abrazarlas—. Kaseki quiere construir un pequeño teatro como el que le contaste que existió en tu época, dijo que cuando despiertes podrás pararte en ese escenario para hacer una función de magia como solías hacer —fijó su vista en el rostro del mentalista—, ¿te gusta la idea, Gen? —Kohaku sintió una brisa rozarle en la espalda e instintivamente giró hacia la entrada de la cueva para encontrarse con Senku—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—Dos minutos —respondió para acercarse a ella, permaneciendo de pie con las dos manos sobre su cintura y la vista fija en Gen—. Dudo que su conciencia siga despierta.

—Le seguiré hablando de todas formas —suspiró—. ¿Qué tal les fue?

—Ryusui perdió la mitad de su fortuna, así que no nos fue tan mal.

—¿Se conformaron solo con los dragos?

—Pidieron otras cosas, pero nada nos afecta.

Kohaku observó las manos de Senku dándose cuenta de que temblaban un poco. Con cuidado trató de sujetar una de ellas pero, al momento en que los dedos se Kohaku tocaron la mano de Senku, ella no pudo evitar sorprenderse al mismo tiempo que el contrario la miraba confundido.

—Está helada —al escucharla, Senku se cruzó de brazos mientras que Kohaku se puso de pie para tocar su frente—. Tu temperatura es normal pero tus manos...

—No es algo de qué preocuparse.

—Pero, no es normal que estén tan frías.

—Es una reacción de mi cuerpo al estrés —respondió—. La temperatura de mis manos suele bajar cuando estoy bajo una presión muy grande, he podido disimular todo este tiempo pero hoy —colocó sus manos frente a él para mirarlas— supongo que no les presté tanta atención.

—Traeré algo para calentarlas —dijo Kohaku para salir de aquella cueva.

Senku soltó un suspiro antes de tomar asiento en el suelo dejando una de sus rodillas flexionadas, observó la palma de sus manos antes de empuñarlas mientras algunos recuerdos comenzaban a invadir su mente.

Esa frialdad en sus manos comenzó desde que despertó de la petrificación hace 3700 años, lo ocultó tan bien que ni siquiera Taiju y Yuzuriha se dieron cuenta de ello. Solamente una persona descubrió esa frialdad en una noche donde todos dormían excepto ellos dos.

.

Senku-chan ya déjame dormir —pidió casi rogando pues el cansancio que tenía era tan grande que ni siquiera podía mantener los ojos abiertos—, prometo que mañana terminaré todos estos pendientes sin falta.

Necesito que termines esto ahora porque mañana tendrás otro trabajo por hacer.

—Eres un explotador laboral de lo más cruel, además, ¿por qué debo ser el único que te ayude hasta tarde?

—Porque eres mi esclavo personal —respondió con una sonrisa tan siniestra que terminó por espantar el sueño de Gen—, además, si no trabajas, no hay más Senku-Cola.

—¡No me extorsiones así! —Reclamó haciendo reír al contrario—. Trabajar en exceso es malo, ni siquiera sé si estoy haciendo bien esto, mis ojos ya no ven claro.

—Deja de quejarte y pásame ese frasco —dijo señalando hacia la repisa que estaba de espaldas al mentalista.

Gen tomó el frasco y se lo extendió a Senku de manera que cuando este lo sujetó tocó una de las manos de Gen. De inmediato el mayor dejó el frasco sobre la mesa y tomó las dos manos del científico.

Senku-chan, tus manos...

—Ah sí, están frías, ¿ya me puedes soltar?

—¿Y los dices con tranquilidad?

—Es una reacción que empecé a tener cuando me despetrifiqué, me di cuenta de que solo pasa cuando estoy bajo mucha presión.

—¿Y cómo regulas tu temperatura?

—Con guantes, pero se me dificulta usarlos mientras trabajo. Ya suéltame, tengo que terminar esto.

Ignorándolo por completo, Gen llevó las manos de Senku a su boca y con su aliento comenzó a calentarlas al mismo tiempo que con sus propias manos trataba de transmitirle un poco de calor.

¿Alguien más sabe sobre esto?

—No lo considero tan relevante como para decirle a todo el mundo.

—Ya veo —colocó las manos de Senku sobre sus propias mejillas para comprobar la temperatura que tenían—. Listo, ya están cálidas, así podrás seguir trabajando sin tener que usar guantes.

—No tenías qué hacerlo.

—Podías lastimarte y eso sería trágico.

—Estás exagerando.

—Puede ser —soltó las manos de Senku—. No le diré a nadie ese dato irrelevante de ti si me dejas transmitirte calor para que dejen de estar frías y si me dejas ir temprano a dormir.

.

Senku calentó sus manos con su propio aliento mientras un sentimiento de nostalgia comenzaba a invadirlo tras ese recuerdo. Más de una vez Gen lo ayudó con sus manos durante todo ese tiempo que trabajaron juntos incluso hasta tarde y, aunque no se lo dijera, siempre estaba agradecido por esa ayuda.

«Cuando despiertes te haré pagar por hacerme trabajar con guantes una vez más», pensó mientras observaba el rostro petrificado de Gen.

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