La nostalgia de la pérdida | Capítulo 03.
Más allá del horizonte
—Algo me decía que estarías aquí.
—¿Qué te hizo pensar eso?
—Últimamente los dos hemos tenido las mismas ideas y este sin dudas es un lugar para venir a pensar.
Levi tomó asiento a lado de Hange. Ambos se encontraban a las afueras de la isla, sentados sobre la arena a la orilla del mar.
—¿Qué tienes ahí?
—Una flor de Sakura —respondió entregándosela—. En esta temporada esta flor empieza a florecer y antes de venir aquí la vi y me llenó de nostalgia.
—¿Por qué?
—Es algo tonto —dijo con una sonrisa—. Años atrás comencé a recolectar flores de Sakura porque quería comprobar una teoría sobre la coloración rosa que tienen. Ese día conocí a Erwin y me preguntó por qué estaba recolectando flores a lo que preferí no responder porque tenía miedo de que se burlara, pero insistió tanto que le terminé contando y en lugar de burlarse se puso a recolectar flores para ayudarme —fijó su vista en la flor que sostenía Levi en sus manos—. Erwin fue el único que creyó en mí cuando nadie más lo hizo, a tal grado de nombrarme comandante de la legión.
—Erwin confiaba en todos ciegamente, recuerda que a mí me sacó del subterráneo. —Fijó su vista en la flor—. Mi madre murió cuando era un niño y hubo un día en la que vi estas flores en la oficina de Erwin. Cuando las vi me recordaron a ella y ese día le hablé a Erwin de mi pasado, le hablé sobre mi madre y sobre cómo sobreviví todo este tiempo y en lugar de juzgarme tomó una de las flores y me dijo que me ayudaría a hacer un lugar simbólico para visitar a mi mamá.
—Al parecer los dos tenemos recuerdos con esta flor.
—Y ese idiota solo nos pone nostálgicos —suspiró—. Fue hace un año, ¿cierto?
—Sí. Hace un año perdimos todo para recuperar el muro.
—¿Hicimos lo correcto? ¿Crees que debimos salvarlo?
—Creo que las cosas sería muy diferentes si él estuviera vivo. Pero, tarde o temprano terminaremos muriendo, nadie tiene comprada la vida y menos ahora que nuestro enemigo es el resto del mundo.
—¿Sabes por qué salvé a Armin? —Hange volteó a verlo—. Recordé a los tres mocosos juntos y por un momento pensé...
—¿Que se parecían a tus hermanos y a ti? —Levi la miró sorprendido—. Muchas veces noté el parecido.
—¿Y está bien? ¿Haberlo salvado por mi nostalgia?
—No querías que esos chicos pasaran lo mismo que tú y es entendible —fijó su vista en el mar—. Cuando preparaste la jeringa, yo no quería que Mikasa viera morir a una de las personas que tanto quería frente a sus ojos, justo como yo vi morir a Moblit.
—¿Evitamos que pasaran por las mismas tragedias que nosotros?
—Eso es bueno, ¿verdad?
Ambos permanecieron en silencio por un momento, observando como poco a poco se iban formando las olas en el agua.
—Le fallé.
—¿De qué hablas?
—Le fallé, Hange. Le hice una promesa que no he podido cumplir. —Tragó saliva antes de continuar—. Le prometí que acabaría con el titán bestia y hasta la fecha no lo hemos vuelto a ver.
—No eres el único que hizo una promesa —dijo bajando la mirada—. Le prometí que guiaría a la legión siendo un buen líder como él lo fue y que ayudaría a la humanidad a recuperar su libertad. ¿Y qué fue lo que ya hice? Nada, absolutamente nada.
—No digas eso, eres una buena líder y hasta ahora haz tomado las decisiones correctas. No es tu culpa que nuestro enemigo sea el resto del mundo.
—Tampoco es tu culpa que el titán bestia haya desaparecido.
La brisa comenzó a hacerse presente, dejando salir el olor a la sal que había en el mar. Hange abrazó sus rodillas observando detenidamente el movimiento del agua, mientras que Levi fijaba su atención en las nubes que habían en el cielo azul que los cubría.
—Tengo miedo.
—Yo también.
La idea de enfrentarse a un mundo que desconocían por completo les aterraba, pero todo el tiempo hicieron lo posible por mantenerse firmes ante la situación para que los soldados y los mismos habitantes no se dejaran consumir por el pánico. Pero no podían con tanto y en ese momento en el que los dos estaban solos decidieron sincerarse el uno al otro admitiendo lo mal que se sentían con todo lo que estaba pasando.
—No soy tan fuerte como creí —mencionó Hange limpiando las lágrimas que había derramado—. Siento que en cualquier momento puedo quebrarme frente a ellos y les diré que no tengo la menor idea de qué hacer.
—Pero si lo hacemos, si nos quebramos frente a esos chicos, ya no tendrán fuerza para seguir.
—¿Y debemos cargar con eso? ¿Ser su motivación cuando ni siquiera nosotros mismos queremos seguir?
—¿Cuándo nos volvimos tan miserables?
—Siempre lo hemos sido, Levi, solo que nunca nos habíamos dejado caer.
Permanecieron nuevamente en silencio. Hange secaba sus últimas lágrimas mientras Levi fijaba su vista en el agua. Varias veces se habían imaginado cómo hubiera sido si los amigos que perdieron hubieran conocido el mar y más de una vez se habían imaginado a Erwin estando ahí.
—Hange —la mencionada volteó a verlo al tiempo que este le señalaba la flor que tenía en sus manos—, aún tenemos un motivo para seguir.
—Nuestras promesas —dijo a lo que Levi asintió.
—Cumpliremos nuestras promesas, Hange, sin importar qué o quién.
—Sin arrepentimientos.
Ambos se vieron fijamente él uno al otro compartiendo la misma idea. Se pusieron de pie, se quitaron los zapatos y entraron al mar para colocar juntos aquella flor de Sakura sobre el agua y ver cómo las olas se la llevaban. Más allá del horizonte les esperaba un mundo nuevo al que debían enfrentar y lo harían juntos, cueste lo que les cueste.
Ese día renovaron sus promesas ante la nostalgia de aquella pérdida ocurrida un año atrás. La promesa de un soldado y la promesa de un comandante es lo que les permitía seguir adelante en esta lucha inminente para sobrevivir; lo harían por ellos, por los muchachos y por todos los habitantes dentro de los muros.
Erwin había muerto, pero seguía presente dentro de ellos y en ese momento ambos se hicieron un juramento: permanecerían juntos, sin importar lo que pasara o contra quién se enfrentaran, permanecerían juntos hasta que llegara el día en que tengan que partir.
—Fin.


